”Me salvó la vida y me dio dignidad»
experiencefeminism.wordpress.com/
Yo fui una mujer maltratada. Me costó siempre vincularme a hombres que me trataran bien. Yo misma me traté bastante mal durante un tiempo puesto que también tuve anorexia.
En la Universidad tuve una relación complicada. Pasional, le llamarán muchos. Yo, al cabo de los aí±os, puedo llamarla tóxica. Estaba obsesionada. Le ”di mis ojos» como en la película de Icíar Bollaín. El último curso de Universidad, después de dos aí±os de altibajos, él me había dejado. Yo quería retenerlo a toda costa, aunque supusiera rebajarme, perder mi dignidad, estar enfadada, tolerar faltas de respeto, humillaciones… Fumaba bastantes porros, a veces creía que quería desaparecer. í‰l era la medida de mi vida y de mis cosas. Jamás me llegó a tocar, pero sí hizo lo que después descubrí que era típico de un maltratador.
Me despreciaba en público, me cuestionaba en privado cosas que hacía diciendo que ”eran sus amigos» (teníamos todo el grupo de amigos en común), decía que ”cómo podía estar con esas amigas», ”cómo podía querer a esa familia que me trataba tan mal». Me era infiel, y yo decía que era una relación abierta, aún cuando yo no tenía relaciones más que con él. Usaba mi casa para escapar de sus problemas familiares y yo, mujer liberada, le hacía la comida, le permitía que estuviera y no ayudara en casa, no pensaba en mi compaí±era de piso y aceptaba sus quejas con respecto a ella, permitía sus insultos cuando le decía que dejara de jugar a videojuegos o ver el fútbol y que viniera a estar conmigo, que para eso había venido. Todavía me duele cuando recuerdo algunas de sus frases como ”déjame en paz y vete a hacer un dedo, histérica». Creía, en ese momento, que era una histérica. Durante un tiempo le tuve en mi móvil como Dios.
En todo esto, una profesora de la Universidad en una asignatura que no era feminista ni tenía la palabra mujer, hablaba mucho sobre feminismos. A veces, salía de sus clases llorando, removida, no sabía bien por qué.
La relación fue degenerando cada vez más. Acabó la Universidad, y me pareció buen momento para empezar una nueva etapa. Al cabo de unos meses me llamó diciendo que quería vivir conmigo, pero que no sabía si era por mi o porque había discutido con su madre y no se iba a volver a vivir a su casa. Yo le dije que sí. Acababa de volver de viaje, me acordaba de él, me sentía desgraciada a pesar de la psicóloga con la que había empezado a ir a hablar porque no era feliz. A pesar de que me había prometido a mi misma que no me convenía esa relación, creía que la felicidad sólo me la podía dar él.
Tuvimos una discusión importante mientras yo hacía la mudanza (no con él, primero a casa de mis padres y luego, sí, ¡¡con él!!). Quería empezar nuestra etapa de amor siendo totalmente sincera. Le dije que me había acostado con otro chico por despecho. Descubrí que una noche él se había metido en mi cama y habíamos hecho el amor, diciéndome que era la mujer de su vida, pero realmente había acabado allí porque otra mujer le había rechazado en una discoteca cercana. En la discusión, él fue el engaí±ado, yo la mentirosa. Me recuerdo en la puerta de la habitación de mi piso donde él se había encerrado, traicionado, rogándole que saliera mientras él me llamaba ”puta» y me decía que nunca me perdonaría, que ”otro había metido el palo en su agujero».
Tras esto, comenzaron más tormentas. Un sí, pero no. Un tobogán hacia abajo. Humillaciones, ruegos, te veo pero no te veo. Estoy loca, es mi problema. Estoy contigo o no estoy.
Dejé la relación sola. Como tomamos todas las decisiones importantes. Pero no lo hice del todo. Esa profesora, feminista, me había dado textos. Sobre autonomía. Sobre violencia machista. Y hubo cosas que me hicieron despertar. Tanto, que profundicé sobre el tema. Tanto, que yo misma me quité mitos sobre la violencia de género y descubrí mujeres maravillosas que a primera vista eran fuertes porque eran así, pero también habían salido del maltrato.
Aprendí que los maltratadores son egocéntricos. Que tienen doble cara. Que te aislan. Que hay una cosa que se llama ”círculo de la violencia» con fases de maltrato y luna de miel. Si leeis el pequeí±o relato de arriba, seguro distinguís alguna.
Aprendí que las mujeres somos fuertes. Que no somos un colectivo sino muchas y diversas, y que hacernos iguales es una estratagia patriarcal.
Pero, sobre todo, aprendí a disfrutar de mi autonomía, de mi soledad. De mi cuerpo. A rechazar a salvadores y a distinguir a hombres que se están cuestionando su masculinidad. Con esos sí quiero relacionarme. No con machos. Me llamo feminista porque quiero compartir esa experiencia liberadora con más mujeres y hombres para hacer un mundo más justo. No cuento esta historia a todo el mundo, por eso no voy a poner el nombre. No me gustan que me llamen víctima, que me compadezcan. Y ahora, esta es la canción que canto en los karaokes.