”Me salvó la vida y me dio dignidad»

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Yo fui una mujer maltratada. Me costó siempre vincularme a hombres que me trataran bien. Yo misma me traté bastante mal durante un tiempo puesto que también tuve anorexia.

En la Universidad tuve una relación complicada. Pasional, le llamarán muchos. Yo, al cabo de los aí±os, puedo llamarla tóxica. Estaba obsesionada. Le ”di mis ojos» como en la pelí­cula de Icí­ar Bollaí­n. El último curso de Universidad, después de dos aí±os de altibajos, él me habí­a dejado. Yo querí­a retenerlo a toda costa, aunque supusiera rebajarme, perder mi dignidad, estar enfadada, tolerar faltas de respeto, humillaciones… Fumaba bastantes porros, a veces creí­a que querí­a desaparecer. í‰l era la medida de mi vida y de mis cosas. Jamás me llegó a tocar, pero sí­ hizo lo que después descubrí­ que era tí­pico de un maltratador.

Me despreciaba en público, me cuestionaba en privado cosas que hací­a diciendo que ”eran sus amigos» (tení­amos todo el grupo de amigos en común), decí­a que ”cómo podí­a estar con esas amigas», ”cómo podí­a querer a esa familia que me trataba tan mal». Me era infiel, y yo decí­a que era una relación abierta, aún cuando yo no tení­a relaciones más que con él. Usaba mi casa para escapar de sus problemas familiares y yo, mujer liberada, le hací­a la comida, le permití­a que estuviera y no ayudara en casa, no pensaba en mi compaí±era de piso y aceptaba sus quejas con respecto a ella, permití­a sus insultos cuando le decí­a que dejara de jugar a videojuegos o ver el fútbol y que viniera a estar conmigo, que para eso habí­a venido. Todaví­a me duele cuando recuerdo algunas de sus frases como ”déjame en paz y vete a hacer un dedo, histérica». Creí­a, en ese momento, que era una histérica. Durante un tiempo le tuve en mi móvil como Dios.

En todo esto, una profesora de la Universidad en una asignatura que no era feminista ni tení­a la palabra mujer, hablaba mucho sobre feminismos. A veces, salí­a de sus clases llorando, removida, no sabí­a bien por qué.

La relación fue degenerando cada vez más. Acabó la Universidad, y me pareció buen momento para empezar una nueva etapa. Al cabo de unos meses me llamó diciendo que querí­a vivir conmigo, pero que no sabí­a si era por mi o porque habí­a discutido con su madre y no se iba a volver a vivir a su casa. Yo le dije que sí­. Acababa de volver de viaje, me acordaba de él, me sentí­a desgraciada a pesar de la psicóloga con la que habí­a empezado a ir a hablar porque no era feliz. A pesar de que me habí­a prometido a mi misma que no me convení­a esa relación, creí­a que la felicidad sólo me la podí­a dar él.

Tuvimos una discusión importante mientras yo hací­a la mudanza (no con él, primero a casa de mis padres y luego, sí­, ¡¡con él!!). Querí­a empezar nuestra etapa de amor siendo totalmente sincera. Le dije que me habí­a acostado con otro chico por despecho. Descubrí­ que una noche él se habí­a metido en mi cama y habí­amos hecho el amor, diciéndome que era la mujer de su vida, pero realmente habí­a acabado allí­ porque otra mujer le habí­a rechazado en una discoteca cercana. En la discusión, él fue el engaí±ado, yo la mentirosa. Me recuerdo en la puerta de la habitación de mi piso donde él se habí­a encerrado, traicionado, rogándole que saliera mientras él me llamaba ”puta» y me decí­a que nunca me perdonarí­a, que ”otro habí­a metido el palo en su agujero».

Tras esto, comenzaron más tormentas. Un sí­, pero no. Un tobogán hacia abajo. Humillaciones, ruegos, te veo pero no te veo. Estoy loca, es mi problema. Estoy contigo o no estoy.

Dejé la relación sola. Como tomamos todas las decisiones importantes. Pero no lo hice del todo. Esa profesora, feminista, me habí­a dado textos. Sobre autonomí­a. Sobre violencia machista. Y hubo cosas que me hicieron despertar. Tanto, que profundicé sobre el tema. Tanto, que yo misma me quité mitos sobre la violencia de género y descubrí­ mujeres maravillosas que a primera vista eran fuertes porque eran así­, pero también habí­an salido del maltrato.

Aprendí­ que los maltratadores son egocéntricos. Que tienen doble cara. Que te aislan. Que hay una cosa que se llama ”cí­rculo de la violencia» con fases de maltrato y luna de miel. Si leeis el pequeí±o relato de arriba, seguro distinguí­s alguna.

Aprendí­ que las mujeres somos fuertes. Que no somos un colectivo sino muchas y diversas, y que hacernos iguales es una estratagia patriarcal.

Pero, sobre todo, aprendí­ a disfrutar de mi autonomí­a, de mi soledad. De mi cuerpo. A rechazar a salvadores y a distinguir a hombres que se están cuestionando su masculinidad. Con esos sí­ quiero relacionarme. No con machos. Me llamo feminista porque quiero compartir esa experiencia liberadora con más mujeres y hombres para hacer un mundo más justo. No cuento esta historia a todo el mundo, por eso no voy a poner el nombre. No me gustan que me llamen ví­ctima, que me compadezcan. Y ahora, esta es la canción que canto en los karaokes.

Graciela Machuca

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