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Yo no busqué al feminismo. De hecho, yo no me considero feminista. Sin embargo, algunas autoras feministas me hicieron ver mi cuerpo, mi género y mi sexualidad de tal forma que he podido encontrar mi verdadero ser. Por azares del destino, me topé un dí­a con un artí­culo de Beatriz Preciado, autora del libro ”Manifiesto Contrasexual«. Cuando por fin pude conseguir el libro, me topé con frases que me decí­an que el género no existe. Que no hay hombre ni mujeres. Todo es construcción social. Claro, existen personas con vaginas y otras con penes. Unas con ovarios y otras con testí­culos. Pero esto no quiere decir que alguien sea hombre o mujer. La masculinidad y feminidad son puras construcciones sociales. Mi fascinación por este nuevo ”descubrimiento» me llevó a otras autoras feministas (Como Donna HarawayJudith Butler, por si a alguien le interesa profundizar en el tema) que rechazan la concepción tradicional de ser mujer.  No es que todas ellas rechacen su condición de mujeres. Simplemente sostienen que ser mujer es mucho más que tener un cuerpo con partes femeninas, o ser mujer ante la ley o llamarte Lucí­a, Marí­a o Martha. Defienden el derecho de cualquier persona de identificarse como mujer, tenga el cuerpo que tenga, tenga el nombre que tenga o sea cual sea su status legal. De la misma manera defienden el derecho de las personas que decidan identificarse como hombres o de las que prefieran quedarse fuera del sistema hombre/mujer y vivir como personas ambiguas.

Esto último fue lo que yo decidí­ después de leer a estas magní­ficas autoras feministas. Después de tantos aí±os de luchar contra mi verdadera naturaleza, intentando ser una mujer, me di cuenta de que no tení­a por qué hacerlo. Que, aunque tenga vagina, pechos y menstruación, no tengo por qué ser mujer. En realidad nunca lo he sido. Solo se necesitaron las palabras de estas autoras feministas para hacerme consciente de algo que ha estado dentro de mi desde siempre.  Esto ha sido increí­blemente liberador. No tengo miedo ahora de caminar por las calles con mi cabeza rapada y ropa completamente andrógina. Sonrí­o igual si me llaman ”joven» o ”seí±orita».  Soy muy feliz con mi extraordinario novio, Carlos; hablando de las mujeres y de los hombres que a ambos nos parecen atractivos, paseando a veces como una pareja gay y otras veces como una pareja heterosexual, escuchándolo decir que se siente más ágil cuando baila en falda, explorando formas del lenguaje que permitan describirme tal y como me siento.

He ido encontrando poco a poco a personas que, como yo, no se rigen por las normas tradicionales de género. Mujeres con barba tupida. Hombres que se tienen que vendar los pechos porque la sociedad no concibe a un hombre con ellos. Cuerpos hí­bridos como el de un hombre extremadamente musculoso con vagina. Personas que se administran hormonas … En fin, gente que va por el mundo explorando nuevas formas de ser mujer, de ser hombre y en general, de ser humana.

Aunque no soy mujer y no soy feminista, agradeceré eternamente lo que el feminismo ha hecho por mí­.

Graciela Machuca

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