Por mi condición de académico e investigador he tenido la oportunidad de asistir a congresos de ciencia polí­tica, de administración pública como de comunicación. Ahora estoy en uno de Periodistas y Derechos Humanos. Y lo primero que encuentro es observar que en la organización temática es muy completo; que se logra conjugar elementos que le confieren una relevancia significativa. En términos de periodistas, se dirí­an, que están el borracho y el cantinero; en este caso, están los periodistas, que defienden sus derechos y los servidores públicos que administran esa defensa.

No se si porque sea la anfitriona, pero más de uno de los conferencistas, han reseí±ado como los periodistas a lo largo y ancho del paí­s han sufrido vejaciones en sus derechos humanos y, también, han coincidido en que hasta el momento es la Casa de los Derechos de los Periodistas la que muestra mayor congruencia, consistencia porque, además, es prácticamente la única que realmente cumple esa tarea.

Hay momentos en que uno se tiene que preguntar: ¿a que, o en que, México ha sido primero? Y es que, vamos por partes, si vamos a un Congreso sobre acceso y transparencia de la información, nos dicen que México llego tarde, que va rezagado. Y fue, exactamente lo mismo, que dijo uno de los ponentes: 20 aí±os de atraso. Con eso quiso significar, ante los reclamos y acusaciones, de que no se hace nada, de que vamos lentos, muy lentos.

Me llama la atención que los especialistas en la defensa de los derechos de los periodistas tengan una coincidencia: que con todo y que hay un clima generalizado de violencia en el paí­s, de que en ciertas zonas del paí­s sean casi zonas de guerra, los derechos humanos de los periodistas son vulnerados, no por la delincuencia organizada, pero si en su mayor parte por los servidores públicos.

Los datos muestran una realidad inobjetable: solo uno de cada 10 casos de abusos de autoridad, de violación de derechos de los periodistas, es concluido con una sanción para él, o los, culpables. La constante, según se explico y describió, es que se ponen las denuncias, las instancias correspondientes hacen como que investigan, no muestran adelantos, menos llegan a las sanciones. Es la permisividad como signo de corrupción o de impunidad, de complicidad.

Cuando me entero que México llega con un retraso de 20 aí±os a la defensa de los Derechos Humanos es cuando entiendo lo que sucede en Tamaulipas: todaví­a más atraso. Y los únicos culpables de que esto suceda son los legisladores, tanto federales como locales: porque no han sido capaces de crear leyes, normas pues, que garanticen una correcta y justa aplicación de la ley, una excelente defensa y protección de los derechos humanos de la población.

Ramiro Ramos Salinas se comprometió, al asumir el liderazgo congresal, que van a dignificar el papel de los diputados. Los derechos humanos es una buena oportunidad para hacerlo: creando las condiciones jurí­dicas, legales, para que la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, tenga capacidad administrativa, técnica y económica para cumplir cabalmente con su tarea: Proteger los Derechos Humanos.

Y la contraparte —difí­cil de lograr-, es que la Comisión de los Derechos Humanos, no manifieste su presencia, es decir, que tenga un bajo perfil —no por pasividad o nula actividad-, si no porque todos los servidores públicos hacen bien su trabajo y no dan pie, vaya pues, para que se violen los derechos humanos. Si esto fuera posible, el Estado no tendrí­a necesidad de crear un órgano que fiscalice la legalidad de sus actos.

Graciela Machuca

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