En el veinte anivesario del ¡Ya basta!…. a los comandantes David y Tacho

0

Jornada.unam

Compaí±eros comandantes:

R
ecordarán tal vez ustedes, como yo ciertamente lo recuerdo, que en la primera Escuelita, a mediados de este aí±o 2013, el EZLN tuvo conmigo la atención, y yo la buena suerte, de designarlos mis votanes (guí­as, interlocutores, protectores). Por esta razón les dirijo esta carta pública, la cual va también para todos cuantos quieran dedicar un momento a su lectura.

Esta carta quiere ante todo celebrar los veinte aí±os trascurridos desde aquel 1º de enero en que las comunidades indí­genas del Sureste, organizadas en el Ejército Zapatista, irrumpieron a plena luz en la historia de México y de América Latina, tomaron cinco ciudades y dijeron ¡Ya basta!, exclamando sus agravios, sus razones y su programa de justicia y libertad.

Así­ comenzó esta aventura rebelde que lleva ya veinte aí±os y todos los que todaví­a durará.

***

Invocaron ustedes entonces como causa inmediata dos hechos capitales, cuyas secuelas estamos viviendo en la tragedia mexicana de estos dí­as. Uno fue la modificación radical del artí­culo 27, pilar de la Constitución de 1917, abriendo la puerta al desmantelamiento definitivo del ejido y a la privatización del territorio mexicano a favor del capital financiero.

Y como causa convergente, denunciaron la subordinación de la nación a la economí­a, las finanzas y el mercado de Estados Unidos con la implantación del Tratado de Libre Comercio (TLC) a partir del 1º de enero de 1994, fecha en la cual la noticia de la insurrección del sur amargó los festejos de los poderosos por ese Tratado.

Veinte aí±os después, esos dueí±os del poder acaban de completar la destrucción del artí­culo 27, abriendo de par en par las puertas a la privatización del petróleo y de las riquezas naturales de la nación a la potencia militar vecina, y entregando a su maquinaria militar nuestros recursos estratégicos. Así­ las petroleras regresarán con sus guardias blancas, sus militares y policí­as privados, sus territorios, sus espí­as, sus abogados, sus polí­ticos a sueldo y su arrogancia imperial.

Estados Unidos y su máquina militar acaban de ganar en México el equivalente de una guerra de Irak, pero sin guerra y al otro lado de su frontera.

***

El reparto agrario y la expropiación petrolera de los aí±os del presidente Lázaro Cárdenas, cuando se hizo efectivo el contenido del artí­culo 27 no brotaron simplemente de la voluntad presidencial. Esa voluntad se fue reforzando y tomando cuerpo en las luchas de los campesinos, las comunidades indí­genas, los trabajadores industriales, los electricistas, los petroleros, los maestros. Un viento de organización y de esperanza sopló sobre todo el territorio.

El sindicato petrolero nacional, heredero de las grandes luchas obreras de los aí±os 20, se organizó formalmente en agosto de 1935. Nació en la pelea por sus derechos y su contrato colectivo. Lo rodeaba una marea de organización apoyada desde el gobierno. En 1935 hubo cerca de seiscientas huelgas grandes y pequeí±as, casi todas resueltas a favor de las demandas obreras por las juntas de conciliación y arbitraje. En 1936, en La Laguna, el presidente Cárdenas dio razón a las demandas campesinas contra los latifundistas ingleses. Allí­ se inició la reforma agraria que llevó al reparto de unos veinte millones de hectáreas bajo la forma de ejidos o pequeí±a propiedad.

Sobre ese reparto agrario y la organización campesina se apoyó un audaz programa educativo, la educación socialista, llevado adelante por un ejército de maestros rurales que llegaron hasta el heroí­smo al tener que enfrentar con sus cuerpos y sus vidas las guardias blancas de los terratenientes y de los cristeros.

Sin movilización y organización obrera el presidente Cárdenas no habrí­a podido imponerse en 1935 sobre el ala callista y sus aliados militares y polí­ticos y, entonces, abordar desde 1936 el reparto agrario. Y sin este reparto no hubiera tenido la base de apoyo y estabilidad para realizar en 1938 la expropiación del petróleo enfrentando a la vez a dos potencias mundiales: Gran Bretaí±a y a Estados Unidos.

***

La organización de un pueblo en movimiento fue la clave de las conquistas mexicanas: educación, tierra, salarios, petróleo, bosques y una conquista inmaterial que los poderosos odian con ese odio cerval que destila Televisa en sus programas: la dignidad y el respeto como condición de vida y de comunidad de mujeres y hombres en todas las edades de la vida.

El objetivo último de la guerra sucia contra el pueblo mexicano que los gobiernos hoy llaman ”guerra contra el narco» ha sido sembrar el miedo, paralizar por el desamparo y la pobreza, destruir la capacidad de organización y de respuesta. Para ello durante décadas han destruido y saqueado Pemex; han corrompido a sus funcionarios y su sindicato; han destruido el Instituto Mexicano del Petróleo; lo mismo han hecho con la industria eléctrica y con las organizaciones de los maestros, los petroleros, los electricistas.

El objetivo de esa guerra ha sido dejar al pueblo sin defensa y sin capacidad de reacción inmediata ante el golpe de mano contra el patrimonio y la soberaní­a de la nación, largamente preparado, que Poder Ejecutivo y Congreso de la Unión acaban de asestar.

Pero, como ustedes y nosotros bien sabemos, la conquista inmaterial de la experiencia, la dignidad y el coraje, producto de la vida y de esa historia, no han podido destruirla. Aquí­ está aunque a veces se esconda, se disimule o se cubra con máscaras de palabras o de silencios. Aparece después en los movimientos de los Indignados; en las irrupciones de los #YoSoy132 en medio de una desleí­da campaí±a electoral; en las manifestaciones de los maestros; en las protestas contra la injusticia de una justicia que encarcela a Yakiri y no halla a los violadores; en las calles de nuestras ciudades, en las normales rurales y en las defensas comunitarias que protegen Cherán y tantos pueblos azotados por la violencia del narco y del ejército.

***

Estuve en la primera Escuelita, allá en San Cristóbal, a mitad de aí±o. Lo que escuché en las palabras y vi en la presencia fí­sica de los expositores y las expositoras zapatistas, jóvenes todos que a la hora de la insurrección tienen que haber sido nií±os, fue una tarea larga de organización humana, de cuadros como se dirí­a en el lenguaje de la izquierda, de hombres y mujeres que saben explicar y organizar para fines comunes y con palabras comunes para todos.

Eso no se logra en un dí­a o en un aí±o. Requiere una larga paciencia, saber escuchar y comprender y una cierta humildad en quienes la practican. Arrogancia y soberbia son sus enemigos mortales, esas virtudes de quienes nunca han organizado a nadie, ni en las malas ni en las buenas, pero han hablado y escribido mucho acerca de sus propias hazaí±as y personas.

Entre las cosas que allá escuché, anoté algunas:

* Somos trabajadores del campo y nos abastecemos y gobernamos nosotros mismos. Controlamos nuestro territorio y tenemos hoy 27 municipios autónomos. Tenemos un sistema nuestro de justicia donde nada tiene que ver el dinero. Hemos logrado gobernarnos entre nosotros y hemos hecho nuestra autonomí­a. Podemos decidir los planes de trabajo. Con esa libertad podemos conquistar otros corazones. Pueblo que no se organiza en si mismo, pueblo que no tendrá futuro.

* Nuestros responsables no reciben salario. Tienen que hacer su trabajo por conciencia. Tenemos nuestras autoridades propias en salud, educación y gobierno. Hemos avanzado por prueba y error en las decisiones. Así­ se formaron las Juntas de Buen Gobierno. Tenemos ahora veintisiete Municipios Autónomos.

Cada municipio son varias regiones, cada región son varios pueblos. Sistemas de educación y sistemas de salud hemos organizado en los municipios. Tenemos nuestros dispensarios. Es algo que nos llevó mucho tiempo. Sin nuestra presencia, ya se habrí­an apoderado de todos los recursos naturales y echado para afuera a las comunidades indí­genas.

* Hay diez radios comunitarias en los cinco Caracoles. Tenemos nuestros dispensarios de salud en las cabeceras, pero también hemos habilitado saberes y conocimientos tradicionales en todo el territorio: hueseros, parteras y conocedores de plantas medicinales. Cuando el dispensario está lejos, a veces una compaí±era tení­a que caminar cinco o seis horas desde el fondo de la selva y a veces parir en el camino en condiciones difí­ciles. Nos hemos dedicado a rescatar la vieja cultura y que el parto se haga en el pueblo con parteras locales. Lo mismo para la herbolaria o para el huesero en caso de fracturas o dislocaciones o dolores.

***

Mucho más escuché, compaí±eros comandantes, pero ya esta carta es muy larga. Estoy escribiendo cosas prácticas y sencillas. Ustedes ya las saben pero otros, que todaví­a no, las leerán y sabrán.

Quiero decir, en fin, que lo que vi y escuché es experiencia, organización, conocimiento, confianza en las propias fuerzas y otras condiciones alcanzadas que tal vez quedarán para escrituras futuras, si el tiempo nos da vida y la vida nos da tiempo.

Reciban un saludo fraternal y mi gratitud por la invitación a la Escuelita y por la conversa de aquella tarde.

Adolfo Gilly

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *