mr-0660130308_FEMINICIDIOS_HC08-d-440x293

proceso.com

Ciudad Juárez alcanzó una notoriedad funesta a partir de 1993, cuando se desataron centenares de asesinatos incontrolados de mujeres. Hablar de las ”muertas de Juárez» se volvió tan común que esas palabras dejaron de causar horror y empezaron a hacer invisible un fenómeno que, pese a todo, prevalece: así­ lo confirman los cadáveres recientemente hallados en Valle de Juárez. Familiares de las ví­ctimas alertan: los feminicidios siguen ahora un patrón distinto, especialmente desde 2008, cuando el Ejército tomó el control de la ciudad fronteriza.

CHIHUAHUA, CHIH.- El centro de Ciudad Juárez es el perí­metro. Es el lugar en el cual a las jóvenes juarenses se les pierde la pista. Es donde alguien dice haberlas visto por última vez. En los últimos seis aí±os una decena de muchachas han ido ahí­ a buscar trabajo, han desaparecido y luego sus cuerpos son encontrados fuera de la zona urbana, en el desértico Valle de Juárez.

A partir de 2008 las jóvenes raptadas en el centro de Juárez fueron asesinadas en esa parte del desierto, precisamente en los aí±os en los que la ciudad estuvo militarizada y el acceso al valle, controlado por el Ejército.

Aunque los primeros registros de desapariciones y asesinatos de mujeres datan de 1993, organizaciones dedicadas a la búsqueda de esas ví­ctimas seí±alan que el móvil de los secuestros recientes es la trata de personas, delito en el que están coludidos narcotraficantes, empresarios y funcionarios públicos.

Pese a que el Estado mexicano fue sentenciado en 2009 por la Corte Interamericana de Derechos Humanos a raí­z de los asesinatos de mujeres en el Campo Algodonero —en Ciudad Juárez—, el fenómeno persiste. A la nueva tragedia algunos activistas la llaman Campo Algodonero 2. Otras, como Norma Ledezma, dirigente de Justicia para Nuestras Hijas, prefieren referirse a ellos como los Casos del Valle de Juárez.

Ledezma —quien buscaba a su hija Paloma— comenzó a trabajar con madres juarenses en 2010. Cuando se entrevistaba con ellas empezó a escuchar los mismos relatos: ”Iba al centro. Buscaba trabajo». Le llamó la atención que el perfil de las ví­ctimas era similar: ”Muchachas de entre 15 y 19 aí±os (hay una de 20). Todas cruzaron o tomaron (un camión de) ruta hacia el centro. Iban a buscar trabajo en el mismo perí­metro».

El campo nebuloso donde las mujeres parecen disolverse se ubica entre Las Sorianas, la Catedral, la tienda de Many, Callejón Carreí±o, Mercado Juárez, las calles 16 de septiembre y la Mina y el Hotel Verde.

Malú Garcí­a, una de las dirigentes de la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa, seí±ala que con la llegada de militares y policí­as federales a Ciudad Juárez los feminicidios se recrudecieron y mostraron un patrón distinto.

Como antes, afirma, la mayorí­a de las jóvenes son explotadas sexualmente en el centro de la ciudad, pero actualmente si la familia hace escándalo por la desaparición, se las llevan a municipios cercanos. Considera que los tratantes tienen coordinación con los encargados de la venta de drogas y armas en Palomas y Guadalupe, plazas controladas por el Cártel de Juárez.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *