Descubren, Gran ciudad maya en frontera de Quintana roo con Belice

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poresto.net

CHETUMAL, 12 de mayo.- Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropologí­a e Historia (INAH) confirmaron que la selva de los lí­mites de Quintana Roo con Belice oculta una antigua ciudad maya de más de 34 hectáreas, con por lo menos seis grupos arquitectónicos.
Los expertos del INAH calculan que el antiguo núcleo urbano maya tiene una extensión de más de 34 hectáreas; fue bautizado como Noh Kah (que significa Ciudad Grande), y vivió su primer auge hace más de mil 500 aí±os.
En un comunicado difundido este lunes, el INAH seí±aló que, con la participación de los habitantes del ejido San Francisco Botes anexo Rovirosa, especialistas realizan el levantamiento topográfico de la milenaria metrópoli maya, que se encuentra cubierta por la selva de la ribera del rí­o Hondo, a 12 kilómetros de la frontera natural con Belice y a unos 60 kilómetros de la ciudad de Chetumal.
De estos vestigios arqueológicos, que con el levantamiento topográfico y el mapeo, se confirmó que son de una gran urbe maya, los ejidatarios de los poblados de San Francisco Botes y Rovirosa descubrieron primero lo que bautizaron como «El Paredón», un muro revestido con piedras cuadrangulares de las que penden largas lianas, el cual para ellos era evidencia clara de una antigua ciudad que habí­a «devorado» la selva.
Los ejidatarios mismos bautizaron el lugar y el INAH reconoce ahora que no podí­a llamarse de otra manera que «Noh Kah» (Ciudad Grande).

Data del Perí­odo Temprano (250 — 600 d. C)

El Instituto informó que desde hace dos aí±os, especialistas de la Escuela Nacional de Antropologí­a e Historia (ENAH) en coordinación con el Centro INAH Quintana Roo, realizan la recolección de material cerámico y el levantamiento topográfico de la milenaria metrópoli, de la que han definido hasta ahora seis grupos arquitectónicos.
Aunque «El Paredón» es el elemento que advertí­a de la importancia del sitio, el arqueólogo Javier López Camacho, quien encabeza las labores de prospección, recalcó que se trata de una construcción posterior al primer auge que experimentó la urbe hace más de mil 500 aí±os, en el perí­odo Clásico Temprano, entre 250 y 600 d.C.
«Noh Kah pertenece a un área muy importante de Quintana Roo, que es la ribera del rí­o Hondo, colindante con Belice, donde se extienden sitios monumentales con datos relevantes para la reconstrucción histórica de lo que se conoce ahora en sitios como Dzibanché, Kohunlich y otros que se han trabajado a partir de los aí±os 90 del siglo pasado», dijo.
Para el arqueólogo, «Noh Kah» incluso puede brindar conocimiento sobre la influencia de la dinastí­a Kaan en lo que hoy es el sur de Quintana Roo, reconocida por la presencia del glifo de la «Cabeza de Serpiente» en sitios como El Resbalón, Dzibanché y Pol Box, o Los Alacranes, en Campeche.
Los textos glí­ficos sugieren la ubicación de su gobierno en Dzibanché en el siglo V de nuestra era, antes de su traslado a Calakmul para el siglo VI.
”Hubo un control muy fuerte por parte de esta dinastí­a para el Clásico Temprano; claro que el sitio (Noh Kah) estarí­a sujeto a una entidad polí­tica mayor, que podrí­a ubicarse más al norte del área geográfica», explicó López Camacho
El arqueólogo, que es responsable del Laboratorio de Topografí­a de la ENAH, desde donde se diseí±an métodos eficientes para el mapeo de yacimientos arqueológicos, refirió que la forma y organización de los montí­culos, así­ como la mamposterí­a expuesta, revelan dos etapas culturales en «Noh Kah».
La primera de ellas para el Clásico Temprano, en relación con la expansión de instituciones de gobierno y cultura material (por ejemplo, la presencia de «molduras en delantal» en la arquitectura), a partir del Petén Central, al norte de la actual Guatemala. Tras la derrota de Tikal, hacia 562 d.C., por parte de Calakmul, el asentamiento tuvo otro perí­odo de desarrollo, el Clásico Tardí­o, aproximadamente entre 600 y 800 d.C., influenciado por la provincia de Rí­o Bec, en la región central de la pení­nsula de Yucatán, apuntó.

Los grupos arquitectónicos

Son seis los grupos arquitectónicos de la antigua urbe ”Noh Kah» que han sido nombrados: ”El Corozal», ”El Pich», ”El Paredón», ”El Pocito», ”Hop Na» y ”El Veinte»; y se hallan separados por distancias que oscilan entre 0.5 y 3 kilómetros, anotó el arqueólogo
En su comunicado, el INAH refiere que el especialista Javier López Camacho comentó que es interesante el acondicionamiento que se hizo del lugar, dado lo accidentado de la orografí­a, pues los antiguos constructores adecuaron las laderas para habilitar terrazas, lo que hace difí­cil su detección desde el aire y también motivó que se mantuviera oculto por siglos.
Sobre los grupos que componen la zona, mencionó que en ”El Corozal», próximo a la gran aguada que debió abastecer a todo el asentamiento, se observan dos conjuntos en torno a las plazas.
Frente a éste se ubica ”El Pich», el grupo desde el cual se ejercí­a el poder polí­tico, según revela su arquitectura, sobresaliendo un montí­culo alargado cuya base, de extremo a extremo, mide 100 metros.
También en ”El Pich» se distinguen tres patios, en diferentes niveles, rodeados por estructuras habitacionales y en cada uno de ellos sobresale una edificación de mayor altura que los preside.
En ”El Veinte» se reconoce un basamento piramidal sobre la loma más alta, que se orienta hacia el núcleo que forman los grupos El Pich, El Pocito y El Paredón, integrándose de ese modo al sitio, a pesar de su distancia a 1.5 kilómetros al sur.
El mapeo que se realiza busca ver cómo se estructuraba ”Noh Kah», la forma en que los grupos arquitectónicos se uní­an a través de calzadas y la infraestructura que permití­a el aprovisionamiento de agua.
Estos datos ayudarán a entender la organización del sitio y su evolución temporal, desde el Clásico Temprano al Clásico Tardí­o.
No obstante el uso de fotografí­a aérea, el equipo compuesto por arqueólogos de la ENAH, entre ellos Araceli Vázquez Villegas y Luis Antonio Torres, más varios estudiantes, se enfrenta a la exuberancia de la selva alta que impide ver con claridad la densidad de los restos arqueológicos.
Por ello, el INAH considera necesario intensificar el reconocimiento de superficie para localizarlos y mapearlos con ayuda de la estación total, que les permite hacer lecturas de distancia mediante ondas electromagnéticas y obtener coordenadas precisas.
Asimismo, falta por definir con mayor precisión la extensión de ”Noh Kah», aunque se ha notado que su patrón de distribución coincide con el modelo de asentamiento de otros sitios del sur de Quintana Roo, el cual se caracteriza por la separación del área nuclear de las ciudades a fin de ejercer un mayor control de la población.

Ejidatarios han cuidado el sitio

Cabe mencionar que desde por lo menos hace 13 aí±os los ejidatarios de San Francisco Botes y Rivorosa conocí­an de la existencia de estos vestigios, pero fue hasta aí±os recientes que los pobladores comenzaron a darles importancia, sobre todo cuando notaron que estaba siendo afectada por saqueadores.
Así­, en 2010 dieron a conocer a POR ESTO! de Quintana Roo la existencia de estos vestigios mayas cubiertos por la selva, mostrando los trabajos de cuidado que realizaban con su propio esfuerzo para evitar el saqueo, pues hasta entonces el INAH no se habí­a dado por enterada de las ruinas.
Ya en enero de 2012, los primeros arqueólogos del INAH recorrieron el sitio y se iniciaron los trabajos de limpieza, empleando a campesinos de la región.
En aquel entonces, fue el ejidatario José Federico López González, junto con su compaí±ero Angel Basulto y 15 integrantes más, quienes iniciaron los trabajos de ubicación, siendo en ese momento comisariado Joel Romero Ramí­rez, quienes luego llevaron al epigrafista Alejandro Canché Escamilla para que realizara trabajos de lectura de los glifos que se han encontrado en la zona.
Con base en la lectura de glifos que hizo el epigrafista, el ejido de Francisco Botes inscribió en el Registro Agrario Nacional (RAN) una superficie de 25 hectáreas para delimitar el área donde se ubican los vestigios, con el nombre de ”Noh-Kah», nombre que sin mayor contratiempo fue reconocido por el INAH.
Actualmente, mientras se realizan los trabajos arqueológicos en el sitio, «Noh Kah» se ha ido convirtiendo en una entrada de ingresos para los pobladores cercanos, gracias a la implementación del Programa de Empleo Temporal para su mantenimiento y también de reconocimiento de su propio pasado, razón por la que se ha intensificado su vigilancia.

Graciela Machuca

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