Garantí­a de periodismo: ¡Si muere trágicamente, l@ exhibimos!

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La primera vez que leí­ la siguiente frase de Elfriede Jelinek se me hizo descabellada: «Un hombre que descuartiza cuidadosamente a su cónyuge y a sus hijos y los guarda en la nevera para devorarlos poco a poco no es más salvaje que el periódico que lo publica como noticia» [La pianista, 2001]. Hoy la encuentro certera «•y lo digo con la parte de vergí¼enza que me toca siendo miembro del gremio de periodistas policiales y judiciales.

La madrugada del 15 de mayo [2014] dos jóvenes que recién terminaban su ardua jornada laboral sufrieron camino a sus casas un brutal accidente automovilí­stico en la Delegación Iztacalco [Ciudad de México] que les costó la vida.

¿Cómo lo informamos los periodistas? Veamos estos encabezados: «Juego sexual en automóvil mata a pareja»; «Muere pareja por realizar juegos sexuales al conducir»«Muere pareja en accidente, ella con la blusa desabotonada, él con los pantalones abajo»«Pareja muere en accidente vial por realizar juegos sexuales»«Juego sexual termina en tragedia: pareja muere en choque»;«Muere pareja por realizar juegos sexuales»«Muere pareja en accidente tras juego erótico en el auto».

Y este sumario: «Una de las primeras hipótesis de la Policí­a investigadora es que realizaban juegos sexuales cuando circulaban sobre Francisco del Paso y Troncoso». O la siguiente fotografí­a, bajo el titular «¡Pobres chavos!», donde ella aparece desnuda «•y que obviamente distorsion黕:

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Expondré algunas causas estructurales de esta manera peculiar de [des]informar:

1. La industria noticiosa carece de ingenierí­as de procesos editoriales que le permitan informar sobre las violencias con respeto a los derechos humanos de las ví­ctimas y a la legalidad.

2. Los miembros de la policí­a, el ministerio público y los servicios periciales «•y en ocasiones, de los cuerpos de socorristas y bomberos»•, obligados a salvaguardar tales derechos y respetar la ley, los violan: a) Dándonos a los periodistas información reservada y en muchos casos especulativa, como si fuera veraz; b) propiciando que lleguemos incluso antes que ellos a la escena de los hechos; o c) dándonos acceso a la escena sin importar que la alteremos y vejemos a las ví­ctimas.

3. Estas prácticas de complicidad entre funcionarios y periodistas incluyen el tráfico ilegal de equipos de radiofrecuencia y códigos, de modo que nosotros podamos escuchar las comunicaciones oficiales y llegar a la escena antes que cualquier autoridad.

4. Aunque la mayorí­a poseemos estudios universitarios, de manera descarnada los periodistas llamamos a la información derivada de este tipo de sucesos «carnitas». Esto nos permite cubrir la cuota de maquila diaria de notas que nos exigen nuestros medios.

5. Los medios «empaquetan» y «venden» profusamente las «carnitas».

6. El orden legal padece lagunas sobre la protección del Estado a las ví­ctimas. La Ley General de Ví­ctimas [artí­culos 1, 2 y 115] y especí­ficamente la Ley de Atención y Apoyo a las Ví­ctimas del Delito para el Distrito Federal [artí­culos 1 a 3] prevén la responsabilización de servidores públicos que revictimicen a quienes sufren delitos o violencia, como en el accidente que nos ocupa, pero nadie dentro o fuera de las instituciones parece interesado en que esta responsabilización surta efecto.

7. El grueso del público más bien se entretiene con las «carnitas», presenciando con avidez cómo se veja y denigra desde los medios a miembros de nuestra comunidad.

8. Es generalizada la idea de que «nota roja» es lo mismo que periodismo policial y judicial profesional, aunque no son lo mismo: los contenidos antes citados se enmarcan en el anacrónico frame de la «nota roja», con sus enfoques y prácticas del siglo XIX. El periodismo profesional tiene otros enfoques, prácticas y modos.

¿Un ejemplo? Revise el contenido de Ricardo Moya, de Reforma, y el enfoque editorial de dicho diario, bajo el encabezado: «Muere pareja tras choque en Iztacalco»: a) Se abstiene de especular sobre las causas del accidente, asumiendo tácitamente que recién ocurrido no es posible disponer de información concluyente; b) no revela las identidades y otros datos personales de las ví­ctimas «•aunque ciertamente aclara que no los habí­a recibido»•; c) se circunscribe a hechos constatables, y d) se limita a publicar una fotografí­a panorámica que no compromete derechos de las ví­ctimas. ¿Nota la diferencia?

Claro, esta es apenas una «•esperanzadora»• excepción, pero en general si los periodistas y los medios fuéramos honestos y transparentes con nuestra comunidad, tendrí­amos que «venderle» las noticias con este cí­nico eslogan: «Si usted o alguien de su familia sufre una tragedia, le garantizamos que l@s exhibiremos públicamente. ¡Garantizado!».

* Recopilación de información noticiosa: Xilonen Pérez Bautista.

@Edad_Mediatica

Ilustración de Diego Lara

Graciela Machuca

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