Guanajuato: CARTA ABIERTA A FRANCISCO. PAPA DE LA IGLESIA CATOLICA.

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Seí±or Bergoglio, en su calidad de máximo representante actual de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y con motivo de su visita a nuestro Paí­s México, queremos aprovechar esta circunstancia para RECORDARLE que la conquista y el exterminio de la inmensa mayorí­a de los pueblos originarios del actual territorio mexicano, iniciada en 1521 por los espaí±oles, sólo fue posible con la ayuda de su iglesia católica. En efecto, junto a los soldados espaí±oles vení­an los misioneros para legitimar espiritualmente el genocidio local. Detrás de la fuerza bruta, el sometimiento ilimitado, la violación a nuestras mujeres, la destrucción de los pueblos, la esclavitud de nuestros antepasados, llegaron sus religiosos con libros extraí±os, sí­mbolos sangrientos, y conductas hipócritas enseí±ando la bondad de un Dios que fincó su reino sobre la muerte y destrucción de nuestros ancestros.

PAPA Francisco, en el marasmo de nuestra sangre derramada, de nuestras ciudades destruidas, de nuestros dioses decapitados, la resistencia encontró un lugar en el sobrepuesto de sus imágenes a las nuestras. Así­, nos obligamos a orar frente a sus dioses y santos, mientras orábamos por los nuestros. Tuvimos que ocultar nuestro rostro y nuestras imágenes en los rostros e imágenes impuestas. Y sobrevivimos más de 500 aí±os. En este largo camino transgeneracional dentro del conflicto existencial de la dominación espiritual y la sobrevivencia, muchos olvidaron su historia, sus raí­ces, su nombre, y la base de explotación y miseria sobre el que se finca su iglesia católica y cristiana de hoy. Muchos olvidaron sus pueblos, sus ciudades, su filosofí­a, sus saberes y sus destrezas, y aprendieron lo que Espaí±a y su iglesia querí­an: del amor a la madre tierra a la adoración de un dios bondadoso lleno de sangre, de la hermandad comunitaria a la salvación individual. Y nos volvimos obedientes, sumisos, aceptando como propia una miseria que nos fue impuesta como la voluntad de Dios.

Distinguido PAPA, la legitimación espiritual que ejerce su iglesia para que ACEPTEMOS como propia esta condición de miseria que hoy rodea a más de 60 millones de mexicanos, aún continúa. Detrás de la imposición de los organismos internacionales de la polí­tica neoliberal, detrás de las reformas estructurales del Estado Mexicano que arrebata los derechos de los trabajadores, detrás de la apropiación de las pensiones de nuestros abuelos, detrás de las macanas y pistolas de soldados y policí­as con un rastro de periodistas, maestros, estudiantes, ciudadanos masacrados, detrás de la ignominia de una corte de justicia con 30 mil desaparecidos, y su desvergí¼enza conclusiva histórica de 43 estudiantes sin rastro, así­ como otros muchos casos de ejecuciones extraoficiales y desapariciones forzadas, detrás de esta partidocracia que juega y se burla de la esperanza y candidez de nuestro pueblo, viene a Ud. a México con sotana blanca y atuendo semifeudal, empuí±ando el sí­mbolo de su dominación, en la perfecta combinación de hipocresí­a ancestral.

Y Ud. saludará y comerá de nuestro sudor en las faustas mesas de nuestros verdugos locales. Con Gobernadores, Ministros, personajes como Manuel Velasco, Norberto Rivera y por supuesto Enrique Peí±a Nieto. Y habrá ocasión de que festejen con discreta burla y mirada condescendiente esa enorme fe lograda en millones de mexicanos que ingenuamente piden que ore por ellos, que el diablo ya no ocasione tantas desgracias, o se disculpe por el genocidio causado. Sí, seí±or PAPA, se frotarán las manos, y Ud. levantará su mano derecha y con dos trazos en el aire bendecirá la ingenuidad mostrada.

Tal vez salude en perfecto montaje a uno que otro indigente, a uno que otro grupo indí­gena, a uno que otro olvidado. Tal vez un nií±o o nií±a le entregue una flor y nos haga sublimar emocionalmente. Tal vez unas lágrimas enmarquen los sucesos reverencialmente idiotizantes. Tal vez sintamos ese halo misterioso que rodea supuestos grandes sucesos. Tal vez. Pero por lo pronto Ud. ha dicho NO querer escuchar la historia de Ayotzinapa, la de las mujeres desaparecidas, NO ha dicho nada sobre la infamia cometida contra el Padre José Luis Salinas Aranda, ni tampoco dirá nada sobre las irregularidades claras del intento por anular el matrimonio de Angélica Rivera, ni tampoco atenderá a las ví­ctimas de crí­menes sexuales por miembros de su iglesia.

Viene Ud. a lo mismo, lo mismo de siempre, a cumplir con su papel en el concierto polí­tico y religioso internacional. Tiene que hacerlo, podemos pedirle ingenuamente que asuma otro, pero no tiene ninguna obligación. Se lamentará de la pobreza y miseria del pueblo mexicano pero no será capaz de abonar por una polí­tica redistribuidora de los bienes sociales producidos. Se afligirá por la condición de los indí­genas y rezará por ello, pero ningún rezo cambiará esta condición. Condenará la ola de violencia creada por el narcotráfico pero no seí±alará ni por asomo a los polí­ticos asociados a estos cárteles del crimen, ni la desvergí¼enza de lavar dinero del narco con agua bendita. Se condolerá de las ví­ctimas de sacerdotes pederastas y abusadores sexuales de su iglesia, pero nunca dirá los nombres de esos delincuentes sexuales. Reconocerá los bajos niveles de ingreso de los trabajadores mexicanos, pero nunca frenará los mecanismos de su iglesia que logran la ”cooperación» de los que menos tienen.

Y mientras Ud. levanta su brazo, nosotros estaremos aquí­, de este lado del mundo donde su Dios de sangre nos arrincona, pero desde el cual habremos de desnudar nuestros rostros, nuestra hermandad comunitaria, nuestra organización comunal, y sobre todo nuestra espiritualidad filosófica dentro de la madre tierra, para gritar con la histórica fuerza de haber sobrevivido al exterminio:

¡VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!
ASAMBLEA POPULAR GUANAJUATENSE

Febrero de 2016.

Graciela Machuca

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