Priorizan intereses polí­ticos durante la pandemia, antes que la vida de las personas

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Necesariamente Incómoda

**Secta de gobernadores
**Elefantes blancos mientras el pueblo llora sus muertos
Graciela Machuca Martí­nez

Una crisis sanitaria nacional como la que enfrenta México ante la pandemia de COVID-19, con sus consecuencias sociales, económicas y polí­ticas requiere de una clase gobernante que esté convencida que su labor es vigilar por los intereses de la sociedad, porque es ésta la que paga sus servicios, las personas que se dedican a la polí­tica y viven de la administración pública tienen un mandato: vigilar por los derechos del pueblo.
Desafortunadamente, la clase polí­tica del paí­s no ha estado a la altura de la contingencia, desde los tres niveles de gobierno no se priorizan las necesidades del pueblo, no se cuidan las vidas humanas, la salud pública no es prioridad si no trae consigo una ganancia electoral y económica.
El subsecretario de Salud del gobierno federal, Hugo López-Gatell, al reconocer el viernes 10 de julio que la situación sanitaria del paí­s es preocupante, dijo algo que es motivo de reflexión nacional. Dijo que no es tiempo de reclamos, sino de trabajo conjunto de la sociedad y gobierno.
De la segunda premisa estoy de acuerdo, pero no de la primera, porque quienes están a cargo de la contingencia sanitaria desde diversos puestos y niveles de la administración pública tienen la obligación de hacer bien las cosas y si sus estrategias no están dando resultados no es culpa exclusiva del pueblo, sino de quienes diseí±aron esas estrategias, y que fueron encargadas a personas que no conocí­an al pueblo de México, son ajenos al comportamiento social y por ende elaboraron estrategias para otro paí­s, más no para México.
Desde luego que es tiempo de reclamar porque no se están haciendo bien las cosas, primero porque quienes trabajan en la administración pública federal, estatal y municipal se contrataron para hacer bien las cosas y no para que el pueblo acepte ”lo que se pueda hacer» y mucho menos para que se les aplauda, segundo, porque no podemos permitir que la mortandad continúe cuando ya se tienen avances significativos en la atención de la COVID-19 con base en la experiencia de otros paí­ses.
Como ciudadaní­a tenemos todo el derecho de reclamar por los pésimos resultados que se están teniendo porque tenemos derecho a la libertad de expresión, el derecho a disentir, el derecho a la salud y porque somos personas con pensamiento crí­tico, es imposible que nos quedemos calladas, simplemente porque los polí­ticos se encuentran estresados por sus resultados y eso los pone nerviosos y les sensibiliza la piel.
Cuando una persona servidora pública rinde la protesta de ley se compromete a respetar el contenido de la Constitución Polí­tica de los Estados Unidos Mexicanos, y las de sus respectivas entidades federativas si así­ es el caso, pero además, con voz solemne advierten, que si no lo hacen así­, que el pueblo se los demande.
El pueblo de México no puede esperarse a que pase la pandemia, a que venga un nuevo gobierno, a que las defunciones se cuenten por cientos de miles, para poder reclamar, es el momento de alzar la voz y pedir que toda acción de gobierno, tanto relacionada con la pandemia, como con los demás asuntos de interés públicos se realicen bajo los principios de publicidad máxima, transparencia y rendición de cuentas.
Dichos principios no están a discusión, se encuentran regulados en la Constitución Federal y por lo tanto, se deben acatar, sencillamente porque no estamos en el estado de excepción que establece el Artí­culo 29 constitucional, a pesar que de hecho las cúpulas militares y policiales están trabajando bajo ese criterio.
Hablemos de la etapa previa a la fecha cuando se decretó la emergencia sanitaria nacional para contener la pandemia, para administrarla y evitar que su propagación colapsara la deficiente infraestructura sanitaria. En esos momentos, quienes gobiernan ¿sabí­an que en sus manos estaban las vidas de la población, así­ como su patrimonio y el futuro económico del paí­s?
Al parecer no. Los resultados nos dan la respuesta, porque diseí±aron estrategias para proteger a otra sociedad, más no a la mexicana. Ahora, ya tenemos daí±os irreversibles en la economí­a, así­ como más de 30 mil vidas perdidas, decenas de miles de contagiados y una sociedad que vive en la zozobra, en la incertidumbre, en las puertas de una epidemia de salud mental y económica.
El gobierno federal se erigió como la autoridad sanitaria omnipotente, olvidándose que se trataba de una contingencia nacional y que el Consejo Nacional de Salubridad tení­a que ser ampliado con autoridades estatales y municipales, además, que esa figura colegiada tení­a que bajarse a los estados y los municipios, con representantes de los tres niveles. Ahora que el control de la epidemia se le salió de control, el vocero del gobierno federal para la pandemia, empezó a repartir culpas.
En medio de la gravedad de la contingencia sanitaria, la clase polí­tica se dispuso a sacar ganancias, un grupo de gobernadores armaron su secta, unidos por su afinidad ideológica o polí­tica, otros se plegaron a las disposiciones federales, sin capacidad de crí­tica, sin cuestionar lo que era adverso a los requerimientos de sus estados, lo que les importó fue quedar bien con el presidente. Pero esas decisiones personales de los gobernadores y las gobernadoras también, les trajo la responsabilidad sobre la vida de miles de personas. Con estas decisiones muchos proyectos polí­ticos ya están sepultados a costa del dolor humano, pero también se han utilizado recursos del erario sin respetar la normatividad con el consecuente deterioro para las haciendas pública federal, estatales y municipales.

Mientras los gobiernos buscaban imponer sus agendas y sus formas para controlar la pandemia se les olvidó que estaban ante una contingencia sanitaria de protección civil y que para ello, México tiene probada experiencia para la integración de órganos colegiados interinstitucionales e interdisciplinarios, como los que se conforman ante desastres naturales por huracanes, pero quisieron vender sus mejores ideas y fallaron, una vez más.
Se trata de un plan integral en el que se involucraran los tres niveles de gobierno, con capacidad para orientar a la sociedad y capacitar en el camino a personas servidoras públicas, a comunicadores, no para someter, amenazar y coartar su libertad de expresión, como se quiere hacer en todo momento, sino para acercarles herramientas técnicas especializadas en la cobertura de una pandemia que les permitiera informar con profesionalismo ético, así­ por ejemplo, el quehacer periodí­stico cumpliera su función social y la comunicación institucional se dedica a difundir con eficiencia las acciones y medidas preventivas que la sociedad debe conocer y evitar saturar a las audiencias con monólogos gubernamentales que hablan de realidades ficticias, mas no de las mexicanas.
A ese consejo interinstitucional también debieron ser llamados representantes del sector privado para que se comprometieran de manera institucional a trabajar con el gobierno para hacer frente a las consecuencias económicas de la pandemia, para no permitir desgastar la autoridad de los gobernadores, que tuvieron que estar pidiendo favores a los empresarios para que no despidieran a trabajadores, lo que tarde o temprano sucedió, porque desde el gobierno federal no se diseí±aron las polí­ticas para salvaguardar el empleo. Ahora, el desempleo es una realidad y los gobernadores tienen el compromiso con la iniciativa privada que en muchos casos, en la primera etapa de la contingencia, cumplieron no despidiendo al personal.
Todo México está perdiendo, pero es indudable que economí­as como la de Quintana Roo, a pesar de sus fortalezas por el trabajo realizado por gobiernos e iniciativa privada nacional y extrajera, ha empezado sufrir los estragos de la pandemia, la vida, la salud, el patrimonio, de cientos en el primer caso, y de miles en los dos últimos se han perdido y la incertidumbre crece cada dí­a más.
Los esfuerzos que realiza el gobernador Carlos Joaquí­n para mantener flote la nave se ven reflejados en las acciones que su gobierno ha realizado desde que se tuvo conocimiento del primer caso de COVID-19 en la entidad, pero esa misma disposición no se ve en muchos de sus colaboradores o en sus aliados que operan en municipios como Felipe Carrillo Puerto, donde la pandemia se salió de control por falta de voluntad polí­tica y capacidad técnica de la autoridad municipal.
Quien está al frete de los Servicios de Salud en Quintana Roo puede tener muchas capacidades y aptitudes, pero carece de las necesarias para la administración pública, más aún en una etapa de crisis, cuando hay que demostrar de lo que uno está hecho. Y ahí­ solo la experiencia seguida del conocimiento es la que ayudarí­a.
Las cifras que ofrecen esta semana las autoridades sanitarias de la entidad revelan que tendrán que contagiarse varios miles de personas más y otros cientos morirán, antes de que la pandemia baje su intensidad, mientras tanto tendrá que seguir habilitándose espacios públicos como hospitales. Los elefantes blancos que se construyeron para los Planetarios y/o observatorios, auditorios caros, salas de zumba…..sobre todo el de Chetumal es lugar apropiado para que el pueblo de Quintana Roo tenga un beneficio y los enfermos y enfermeras familiares de pacientes no se encuentren en las afueras de los hospitales esperando atención, como sucede actualmente en Chetumal, ya se hizo con Los pinos, el Hipódromo de los Hermanos Rodrí­guez, mientras la sociedad Chetumaleí±a observa como disfrutan de miles de millones de pesos en este tipo de proyectos tan solo para representar a gente con cuestionada moral polí­tica ya probada vergonzosamente .

Graciela Machuca

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