Alegrí­a por Rafael y su madre la periodista, pero tristeza por casos así­

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Miradas de reportero

Por Rogelio Hernández López

El rostro de Judith, la periodista, al agradecer al presidente el 11 de diciembre.
Foto: Presidencia.

Este es un caso que reta a cualquier razonamiento de cómo obtener justicia en México, un caso que debe ser emblemático entre juristas y legisladores para zarandear varias leyes que paralizan con anacroní­as al Poder Judicial. 

Su capí­tulo más reciente terminó 16 dí­as después de iniciado. El viernes 11 de diciembre a las 3:30 de la maí±ana fue liberado el joven Rafael Méndez –el hijo de Judith Valenzuela la periodista—tras padecer prisión por casi 13 aí±os, injustamente. 

Esa liberación fue lograda en dos semanas porque se conjuntaron voluntades por hacer justicia y las acciones de una madre muy tenaz, de colegas periodistas solidarios, del subsecretario promotor del respeto a los derechos humanos, del presidente de la República y del ministro que preside la Suprema Corte de Justicia. 

Todo junto presionó a una juez de malafama para que dictara la sentencia de la libertad que negaba y que, en los hechos, también encubrí­a tortura de policí­as y ministerios públicos. 

Fue una acción de justicia que produce alegrí­a por él y su familia, pero el caso también causa congoja porque requirió demasiadas intervenciones en el más alto nivel y eso no puede hacerse en todos los casos de prisión injusta. 

La Madre 

Ni las mentes febriles de la novela negra podrí­an implicar los calvarios de Rafael y su madre la periodista. 

Judith Valenzuela Ortiz la periodista sinaloense habí­a bregado por la liberación de su hijo Rafael desde 2008. Gestionó amparos, revisiones del caso. Envió cartas y buscó a la fiscalí­a de Sinaloa, a la fiscalí­a federal, a instancias internacionales. Consiguió una resolución de la Suprema Corte de Justicia para que se investigara la tortura; promovió cuatro análisis con el Protocolo de Estambul para demostrar que torturaron a Rafael para que confesara delitos que no cometió y logró que el grupo especial de detención forzada de la ONU confirmara la injusticia y demandara la liberación inmediata con reparación del daí±o. 

Pero con todo, no podí­a superar otros enredos legales y las dilaciones en el sistema judicial que, en los hechos encubren a los torturadores. Su hijo seguí­a preso a pesar de que cumplió la primera condena injusta de 10 aí±os en 2018. Judith asume que todo esto fue para castigarla por ser periodista. 

La más reciente demora deliberada era de la juez Marí­a del Socorro Castillo Sánchez, quien cobró trascendencia nacional en julio de 2020 cuando liberó a José íngel Casarrubias Salgado ”el Mochomo», seí±alado por la Fiscalí­a General de la República como presunto lí­der de la organización criminal ”Guerreros Unidos» y presunto autor intelectual de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. La juez no decí­a porque retardaba la sentencia en firme de Rafael. 

Solo le quedaba como alternativa –dice– encontrar la ayuda del Presidente de la República. 

El Presidente, el Subsecretario y la solidaridad de periodistas 

Así­ el 25 de noviembre Judith, la madre tozuda llegó por primera vez a la conferencia de prensa en Palacio Nacional. Encontró un sitio muy atrás. Levantó la mano varias veces sin que le concedieran hablar. Cuando el Presidente escogí­a a otra colega para la última pregunta, ella no disimuló su ansiedad y alzó la voz anorteí±ada: 

–¡Disculpe que interrumpa, pero yo vengo de Sinaloa y requiero que me escuche! 

El Presidente reaccionó: –¿Por qué no le prestan el micrófono? —. Era la maí±ana del 25 de noviembre. 

Ella, entre nerviosa y compungida olvidó decir su nombre y comenzó a relatar una historia de casi 13 aí±os de penurias que serí­a inaudita en otro paí­s… 

El presidente le aseguró que la entrevistarí­a ese dí­a o al siguiente la Secretaria de Gobernación. Pero hasta un dí­a después solo le buscó, ví­a WhatsApp, el licenciado Marcos Moreno de parte de Olga Sánchez Cordero para decirle que no serí­a fácil intervenir por las dificultades de la pandemia, pero que le ayudarí­a para que el Instituto de Defensorí­a Federal le asignara un abogado de oficio para que ambos solicitaran a la juez federal que dictara sentencia lo más rápido posible. 

O sea, dos dilaciones más, anulatorias de las promesa pública del Presidente. 

Judith se inconformó otra vez y actuó el jueves 3 de diciembre. Con apoyo de un periodista amigo buscó y apeló directamente a la sensibilidad de Alejandro Encinas Rodrí­guez, el Subsecretario de Derechos Humanos de la Segob, para que conociera los pormenores del caso e interviniera. 

Encinas aceptó de inmediato y el encuentro entre ambos se realizó el viernes 4. í‰l pidió una semana para encontrar una alternativa. 

Mientras, periodistas afines a los derechos humanos crearon un clima de solidaridad con su colega. Desde el 25 de noviembre la revista Contralí­nea que dirige Miguel Badillo difundió los documentos de la ONU y otros que confirman la historia kafkiana de Rafael y su madre. 

El lunes 7 de diciembre más de 20 medios, entre ellos Julio Astillero, Eje Central, SEM México, CNX Noticias, En la Lupa y otros difundieron una crónica de la gesta de Judith en Palacio Nacional. Desde Sinaloa el Colegio de Periodistas promovió también la solidaridad y se sumaron decenas de 

colegas desde sus sitios en redes sociales. Ese lunes Ramsés Ancira, un viejo periodista, resaltó ese y otros casos en la maí±anera y logró que la Secretarí­a de Gobernación lo recibiera ese mismo dí­a como no lo hizo con Judith. 

La respuesta 

El jueves 10 de diciembre, Dia internacional por los Derechos Humanos, en la conferencia matutina, el presidente Andrés Manuel López Obrador era acompaí±ado de la Secretarí­a de Gobernación y del Subsecretario Alejandro Encinas. 

La Secretarí­a Sánchez Cordero tocó el Caso tangencialmente. Hizo un planteamiento teórico en 1375 palabras sobre ”los derechos con una visión garantista» y el Caso de Rafael en apenas 323. Pero remató que para lograr su libertad era necesario seguir los procedimientos judiciales hasta que hubiera ”Sentencia Firme», aunque fuese injusto. 

Eso provocó, otra reacción de inconformidad de la periodista Judith, quien encaró abiertamente a la secretarí­a: 

— Estuve aquí­ hace 15 dí­as con ustedes exponiéndoles mi caso y con todo respeto quiero comentarles que sé exactamente cuál es la situación jurí­dica de mi hijo, porque la he vivido y la he sufrido 13 aí±os. 

Una precisión para la seí±ora secretaria es que, sí­, lo detuvieron y lo acusaron de delincuencia organizada, de armas; y usted dijo que por traer droga y no, no fue así­, no habí­a droga. 

(…) yo acudí­ aquí­, seí±or presidente, porque la verdad es que ya no tení­a más a dónde ir, acudí­ con usted porque millones de personas votamos por usted y creemos en que en verdad va a haber un cambio. Usted ha hablado de que no va a haber corrupción, de que va a haber una legalidad y que no va a haber impunidad. 

Entonces, yo creo que este caso tiene que ver también con voluntad polí­tica. — 

El Presidente le respondió con una pregunta directa a Olga Sánchez Cordero: 

— ¿Puedo, como titular del Poder Ejecutivo, indultarlo?… Porque, si puedo, lo voy a hacer hoy mismo. 

La Secretaria dijo que no. Y argumentó, también teóricamente, ese anacronismo legal que frena la justicia: 

— … es paradójico que, por una parte, ya estuvo 10 aí±os cumpliendo la sentencia del incidente, ahora tiene 13 aí±os privado de su libertad y ya las sentencias son inexistentes en virtud de la revocación que ese hizo para reponer el procedimiento. La respuesta, Presidente, es la siguiente (remató como abogada Sánchez Cordero): 

El indulto procede cuando hay sentencias definitivas. En este momento todas las sentencias son inexistentes por la reposición del procedimiento. Entonces, ahí­ sí­ estamos en un tema… 

El Presidente se exasperó y dijo a la periodista: 

— Voy a hablar con el presidente de la Corte el dí­a de hoy y el lunes te damos una respuesta. — 

La liberación 

Al dí­a siguiente, el viernes 11 de diciembre en su conferencia maí±anera el Presidente informó como primer tema, después de anunciar su gira del fin de semana, que el joven Rafael de 33 aí±os habí­a quedado en libertad: 

–”… ayer mismo envié una carta al presidente de la Suprema Corte de Justicia; él me respondió ayer que iba a intervenir por tratarse de un asunto urgente, de atención a una violación de derechos humanos. (y que) la juez encargada del caso tomó la decisión de dejar en libertad a este joven. Hoy a las 3:30 de la maí±ana salió del penal de Guasave, Sinaloa…– 

La sesión continuó y a la mitad, Judith Valenzuela. la periodista de Sinaloa volvió a interrumpir como lo habí­a hecho el 25 de noviembre y el 10 de diciembre, pero esta vez muy sonriente: 

— Sólo quiero tomarme un segundo, discúlpenme … hace 15 dí­as expuse públicamente mi caso, ayer estuve de nuevo aquí­ y hoy ya liberaron a mi hijo Rafael… quise venir a agradecerle, que gracias a su voluntad polí­tica de hacer las cosas bien, de hacer justicia, mi hijo ya está libre… tengo el corazón en la mano y no tengo palabras, porque usted terminó con esta aberración jurí­dica y por fin puedo estar con mi hijo. Es todo lo que les querí­a decir. Disculpen por tanta interrupción. Ya me voy a Culiacán, quiero estar con mi hijo, quiero abrazarlo y, de verdad, muchas gracias, seí±or presidente… Dios lo bendiga. 

El caso no termina 

Así­ terminó otro capí­tulo de una historia que avergí¼enza. Seguramente existen muchos más casos similares de encubrimientos y laberintos judiciales que impiden la justicia. Este produce alegrí­a por una madre que es colega. Pero con la liberación Rafael no debe cerrarse: falta el castigo a los torturadores y la reparación del daí±o para que la justicia sea completa. También debe hacerse la revisión de las entretelas en las leyes que permiten la tortura, el encubrimiento, la cárcel injusta y la dilación intencional de fiscales y jueces.

Graciela Machuca

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