Aung San Suu Kyi: «Tengo remordimientos personales»

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bbc.co.uk

Aung San Suu Kyi, la lí­der opositora de Birmania y premio Nobel de la Paz, pasó la mayor parte de las dos últimas décadas bajo arresto domiciliario en la ciudad birmana de Rangún, a miles de kilómetros de su marido e hijos en Reino Unido. Pocas veces ha hablado sobre el dolor de esta separación.

«Creo que es genuinamente fuerte. Y sabes que, aunque esté triste por algo, ella tiene que continuar adelante con sus cosas. No va a perder tiempo llorando sobre ello», dice Kim Aris, hijo de Aung San Suu Kyi.

Cada dí­a durante casi 20 aí±os, Aung San Suu Kyi se enfrentó a un dilema: permanecer detenida en su propia casa en Rangún, o reencontrarse con su familia en la ciudad inglesa de Oxford, sabiendo que, si elegí­a abandonar su paí­s, probablemente no se le permitirí­a regresar jamás y liderar a su pueblo.

«Por supuesto lamento no haber podido pasar tiempo con mi familia», admite Suu Kyi.

«Una persona quiere estar con su familia. Para eso están las familias. Por supuesto, me arrepiento por eso. Son remordimientos personales.

«Me gustarí­a haber estado junto a mi familia. Me hubiera gustado haber visto crecer a mis hijos. Pero no dudo sobre el hecho de que tení­a que escoger y decidí­ estar junto a mi gente aquí­», aí±ade.

Suu Kyi es hija del héroe de la independencia de Birmania, el general Aung San, asesinado cuando ella tení­a tan sólo dos aí±os.

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La ruptura del camino llegó cuando me pusieron bajo arresto domiciliario. Por supuesto que entonces supe que mi relación con la familia iba a cambiar considerablemente porque no podrí­amos estar en contacto»

Aung San Suu Kyi, lí­der opositora birmana

Siempre creyó que su destino era servir al pueblo de Birmania, e incluso se lo dijo así­ a quien estaba a punto de convertirse en su marido, el británico Michael Aris, en ví­spera de su boda.

«Querí­a asegurarme de que él sabí­a desde el principio que mi paí­s significaba mucho para mí­ y que si surgí­a la necesidad de tener que ir a vivir a Birmania, él no podí­a intentar interponerse entre mi paí­s y yo», cuenta.

Separación de la familia

Después de una etapa de trabajo en el extranjero, Michael y Suu Kyi se establecieron en el ambiente académico de Oxford, donde criaron a sus dos hijos, Alexander y Kim, hasta que la madre de Suu Kyi se enfermó gravemente en Rangún en 1988.

Cuando retornó a Birmania para cuidar de su madre, Suu Kyi se convirtió en una figura emblemática para quienes pedí­an democracia, fundando la Liga Nacional por la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés).

La Junta Militar que se tomó el poder confinó a Suu Kyi a su casa y la vida de familia se terminó.

«La ruptura del camino se produjo cuando me pusieron bajo arresto domiciliario», explica.

«Por supuesto que entonces supe que mi relación con la familia iba a cambiar considerablemente porque no podrí­amos estar en contacto», recuerda Suu Kyi.

La Junta Militar creyó que podrí­a presionar a Suu Kyi para que abandonara Birmania explotando este hecho.

«La primera Navidad que pasé tras quedar bajo arresto domiciliario, Michael pudo venir a verme, pero no permitieron que vinieran los nií±os», dice.

Una familia separada

Aung San Suu Kyi se casó con Michael Aris en 1971 y tuvo a su primer hijo, Alexander, un aí±o después.

El segundo hijo, Kim, nació en 1977.

La separación comenzó en 1988 cuando Suu Kyi regresó a Brimania – en 1989 fue puesta bajo arresto domiciliario.

El último encuentro con su marido fue en la Navidad de 1995 – se le denegó una visa después de ser diagnosticado con cáncer de próstata en 1997, y murió dos aí±os después.

Kim la visitó en 2010, por la primera vez en 12 aí±os.

Suu Kyi se quedó en Birmania, comprometida con la lucha por la reforma polí­tica, aunque la tristeza personal quedó dentro de ella.

«Hay cosas que haces junto a la familia que no haces con otras personas. Es muy especial. Una familia es muy especial. Por tanto, cuando una familia se separa, no es bueno, nunca es bueno», subraya.

Pasaron 12 aí±os antes de que pudiera volver a ver a su hijo más pequeí±o, Kim.

Cuando por fin le permitieron visitar a su madre en Birmania, su amor por la música los unió.

«Trajo su música consigo. Tení­a todas estas cintas y decí­a ‘Ahora, ¿sabes quién es, mamá?’.

«Y yo me equivocaba siempre, pero más tarde empecé a aprender quién era quién. Le gustaba Bob Marley, así­ que aprendí­ a que me gustara Bob Marley», admite.

La presión sobre Suu Kyi aumentó cuando a su marido, que todaví­a viví­a en Reino Unido, le diagnosticaron un cáncer terminal en 1997.

El régimen militar dijo que podí­a marcharse para estar con él, pero ella creí­a que no le permitirí­an regresar. Ni Suu Kyi ni su marido estaban preparados para asumir esto.

«Nunca hubo un momento en que yo pensara en marcharme. Sabí­a que no irí­a. Y él lo sabí­a también», sostiene.

Michael murió en 1999.

Diez aí±os después, con Birmania lidiando con problemas económicos, sus gobernantes comenzaron a ver que necesitarí­an la ayuda de Occidente para ser competentes, pero eso significaba adoptar ciertas reformas y, eventualmente, en 2010, poner fin al arresto domiciliario de Suu Kyi.

Actualmente, Suu Kyi y muchos miembros del NLD han sido elegidos al Parlamento dirigido por los militares, aunque la democracia total sigue siendo un premio lejano.

Si bien el legado del sacrificio personal permanece, Suu Kyi se mantiene optimista hacia el futuro.

«Sabemos que está ocurriendo algo excepcional. Todos somos conscientes de que ésta es una etapa muy inusual para Birmania. Es un momento extraordinario para nuestro paí­s».

Graciela Machuca

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