Argentina, las mujeres dicen; ”Creemos en una cultura educable y no en una esencia masculina»

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Lucila Tufro y Hugo Huberman son autores de Masculinidades plurales Modelo para armar, dos cuadernillos que abordan la problemática de la masculinidad en varones jóvenes y adultos. Integrantes respectivamente de la Asociación Civil Trama y de la Campaí±a del Lazo Blanco, reflexionan sobre los modelos de varón, los mandatos culturales y el ví­nculo entre feminismo y masculinidad.

Por Sandra Chaher

COMUNICAR IGUALDAD- ¿Por qué hablan de masculinidades plurales?

Hugo Huberman: El concepto de masculinidad fue puesto en discusión en los últimos aí±os. (Robert) Connell —que fue quien lo elaboró- tomó de Gramsci la idea de hegemoní­a y llamó masculinidad hegemónica a la que predomina en un contexto social y polí­tico determinado. Creemos que debe revisarse esta idea porque parecerí­a que es fija, y sin embargo es tan variable como la cultura, la economí­a y la sociedad. Connell mismo está poniéndola en discusión.

– La idea serí­a que el concepto de masculinidad, al igual que el de género, tendrí­a historicidad y posicionalidad.

Huberman: Claro, se trata de conceptos situados. Y tiene al menos cuatro aspectos que deben considerarse: la edad , la etnia, el capital social y cultural y el acceso a recursos. No es lo mismo un hombre pobre, que otro rico, o uno de ascendencia afro.

– Además de la masculinidad hegemónica, Connell habló de otros estereotipos masculinos: subalternos, cómplices, marginales. ¿Estas diversidades no alcanzan para definir a los varones actuales?

Lucila Tufro: Es una cuestión de comunicación más que teórica. Si siempre discutí­s desde las masculinidades subalternas con las reglas de las masculinidades hegemónicas te paralizás. Hay que partir de proponerles a los varones que observen su propia masculinidad y luego discutan. Si vos querés generar un proceso de autorreflexión trenes que trabajar con la diversidad. Si te dicen ”sos un violento hijo de puta», vos vas a decir que no, que es el otro. O pensás un mundo escindido o crecés en función de que esa masculinidad hegemónica se empiece a abrir para ver quienes pueden ser aliados en la búsqueda del cambio.

– Ustedes enfatizan que hablan de masculinidad y no de nuevas masculinidades. ¿Cuáles serí­an las diferencias entre ambos conceptos?

Huberman: El concepto de nuevas masculinidades nació en función de arquetipos junguianos a partir del libro Hombres de hierro, de Robert Bly. Esta lí­nea tuvo seguidores de clase media en Argentina con Carlos Kreimer, Sergio Sinay y Guillermo Vilaseca.  La visión polí­tica de este movimiento es plantear un reacomodamiento dentro del sistema sin ponerlo en juego. Esto tení­a que ver con el contexto polí­tico del paí­s en ese momento, el paso entre la dictadura y la democracia. Ellos no tení­an perspectiva de género.

Tufro: La posición es de un acomodamiento a lo que hay pero no se propone una transformación de los roles de género. Para nosotros no hay una esencia masculina sino una cultura educable. En cambio para ellos hay una épica masculina. El guerrero se actualiza en el tiempo pero no se cuestiona por qué es guerrero. Con mirada de género debemos partir del concepto de inequidad. Sino reconocemos que es la base del sistema en que vivimos, entonces no funciona.

– En Masculinidades plurares mencionan cuatro mandatos masculinos: proveedores, protectores, procreadores y autosuficientes. ¿Creen que hay algunos más deconstruí­dos y otros más afianzados?

Tufro: El de proveedores está más cuestionado por la realidad que por un cambio interno. Desde el sentido, se le sigue exigiendo al varón que sea proveedor. Es una caracterí­stica valorada y buscada por varones y mujeres. Y también ahí­ hay un corte fuerte de clase, ¿en qué condiciones entran las mujeres de ciertos sectores al mercado de trabajo? En el mercado informal o el servicio domestico, en trabajos precarios.

HubermanEl de proveedor es un mandato salvaje, a tal punto que lleva a muchos jóvenes a delitos. En la cárcel nos decí­an algunos chicos que habí­an delinquido porque a los 15 aí±os tuvieron que salir a la calle a parar la olla para darle de comer a la madre. ¿Quién le dijo eso a un chico? A esa edad su derecho era ir a la escuela.

– ¿No creen que el mandato de la autosuficiencia es el más doloroso?

Huberman: Michael Kaufman dice que la principal fuente de dolor de los varones son los privilegios. El aislamiento emocional de la autosuficiencia inhibe las prácticas sociales, del activismo.La inhibición de la intimidad masculina es salvaje. Yo le cuento mis cosas a una mujer pero no a un hombre, con lo cual generamos una enorme dependencia emocional. Pero, por otra parte, cuando el varón rompe su proceso de héroe y se muestra vulnerable, quedan pocas minas al lado.

Tufro: También juega lo generacional en esto. Entre los mandatos hay algunos más marcados por lo generacional. A pesar de que las chicas tienen una cosa mas ”fierita» que antes, siguen pidiendo protección. Quizá esto en los en adultos se desdibuja más en la relación cotidiana. Cuando los chicos están en un espacio público se hace muy evidente la demanda del cuidado, sobre todo cuando hay otros grupos diferentes. Cuando surge la violencia, ahí­ salen los varones amigos protegiendo al grupo de chicas. Porque en este quiebre de modelos, ellas se sienten muy capaces de ciertas cosas pero de pronto sienten que necesitan protección.

– ¿Qué percepción tienen los chicos jóvenes de la violencia de género?

Tufro: La violencia hacia las mujeres no es tan evidente para ellos. Cuando es fí­sica, quizá tiene mas impacto. En cambio hay muy poca percepción de la violencia simbólica. Y en cuanto a la de baja intensidad se equipara muchas veces entre mujeres y varones.

Huberman: No hay registro ni en jóvenes ni en adultos de la violencia simbólica. Nosotros cuando trabajamos con jóvenes preferimos hablar de promover derechos en lugar de prevenir la violencia, porque si no sabés que tenés derechos no podés hacer el cambio. Cuando hacemos talleres preguntamos si sufrieron algún tipo de violencia y nadie dice nada. Hacemos entonces una fantasí­a dirigida, les decimos que cierren los ojos y recorran su cuerpo hasta llegar al momento que nacieron y que piensen qué violencia emitieron y a cuál estuvieron expuesto. Y cuando empiezan a decirlo no podés separar las violencias masculinas de las femeninas: piropos en  la calle, abuso sexual, abusos de poder, violencia laboral, maltrato infantil, gritos.

Tufro: Por un lado no hay registro y hay ocultamiento de la violencia, y por otra parte no hay espacios en la sociedad para hablar de esto.

Huberman: Pero en el caso de los varones el tema debe ser abordado por una red masculina o social í­ntima. Yo no conozco a nadie que haya resuelto estos temas en espacios terapéuticos personales. Lo que se construyó entre pares se debe deconstruir entre pares. El grupo de pares es fundamental en la socialización masculina.

– ¿Cuáles son los costos de sostener los mandatos masculinos?

Tufro: Son costos que no se registran, el de la salud es el más fuerte y evidente. Las franjas más jóvenes mueren en accidentes y excesos y las más altas tienen enfermedades prevenibles y no transmisibles.

Huberman: Hay enfermedades que son del modelo: las cardiovasculares, gástricas, dificultades en el sueí±o. Y hay limitaciones emocionales enormes que te cercenan posibilidades autónomas serias, creativas. Hay papás que no besan a sus hijos por temores homofóbicos. La población gay en América Central cree que no puede ejercer la paternidad, les hicieron creer que corren el riesgo de abusar a los chicos.

– El ví­nculo entre el activismo feminista y el de masculinidades es complicado. ¿Cómo lo ven ustedes?

Tufro: En Argentina el tema es variopinto. Creo que hay un feminismo que podrí­a ser aliado de estas posturas y hay otro que sigue pensando de manera cosificada. De hecho, las posturas sobre las masculinidades plurales se identifican a si mismas como feministas.

– Sin embargo se plantea un debate que no queda claro si es ideológico y polí­tico o está más vinculado a la lucha por los recursos económicos.

Tufro: No hay debate ideológico ni polí­tico, al menos hasta ahora no lo hubo en Argentina. Creo que cuando se habla de recursos económicos, hay que diferenciar el trabajo preventivo, de promoción de derechos, que el que se hace con varones violentos. Nosotros trabajamos con varones que pueden ser muy machistas, e incluso tener  denuncias, pero no están judicializados. Por otra parte, hay mucho debate sobre qué cosas son efectivas en el tratamiento de mujeres ví­ctimas y de varones violentos, se deberí­a investigar porque hace aí±os que se usa el mismo modelo de atención. Aparte, cuando hablás de recursos puede haber una discusión profunda sobre para qué se usan, pero a veces se están debatiendo intereses particulares, protagonismo y espacios de poder.

Huberman: Nosotros decimos que el agresor debe ser sancionado, pero es la gotita que sale del balde. Si yo pongo un peso en las gotas pero no en cerrar la canilla, no me va a alcanzar la plata. Y, en promoción de derechos, habrí­a que abordar igualitariamente a mujeres y varones. Nosotros creemos que la relación con el feminismo es un proceso y estamos dispuestos a tomar el tiempo que haga falta porque creemos que las compaí±eras deben hacer su propio proceso de adaptación o no. Nuestra propuesta es generar un gran movimiento social de alianzas y no replicar el binomio trágico hombre-mujer.

Graciela Machuca

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