Hanal Pixan, la celebración a los muertos en Isla Mujeres Q.Roo

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elquintanarroense.com

Debo iniciar esta colaboración reconociendo a quienes se interesan por la preservación de nuestras costumbres, sean maestros, padres de familia, instituciones públicas o privadas, así­ como a los medios de comunicación que juegan un papel importante en la noble labor de orientar a la ciudadaní­a.

Lo anterior viene a colación con motivo del Dí­a de Muertos, una tradición que a duras penas ha sobrevivido a los persistentes ataques de la televisión comercial, misma que insiste en que los mexicanos, además de olvidar nuestras costumbres y tradiciones, debemos adoptar otras, como es el caso del halloween o ”jaloguí­n» como algunos le llaman.

La agresiva campaí±a transculturizante aprovecha la ingenuidad del común de los mexicanos a quienes vale la pena preguntar: ¿Por qué avergonzarnos de nuestro origen? ¿Porqué negar nuestra herencia cultural?

Es costumbre que heredamos de nuestros antepasados quienes celebraban a sus difuntos con ritos y ceremonias muy solemnes y concurridas. Para los mayas, la muerte era algo tan importante que más de un dios te ní­an relacionado con el viaje a lo desconocido. Ah-Puch o Yum Cimil, era el principal y lo llamaban el ”Seí±or de la Muerte»; otros como X-tab (Diosa del Suicidio), y Ek-chuáh (Seí±or de la Guerra y de la Muerte Violenta), se incluyen entre esas deidades del culto mortuorio.

Sobre el tema existen varias fuentes documentales, algunas bastante antiguas, de las que he extraí­do y sintetizado la información que ahora inserto. Lo primero que debemos dejar claro es que festejar a los fieles difuntos es costumbre común a todas las culturas prehispánicas de México en lo particular, y de Mesoamérica en lo general, siendo las creencias bastante parecidas al respecto, sustentadas en que al fallecer las personas sus almas se van de viaje y vuelven cada aí±o. Recordarlos y agasajarlos deja con la conciencia tranquila a los familiares y amigos, que varios dí­as antes se dedican a limpiar la casa y el solar para recibir a las ánimas visitantes. Total, es una vez al aí±o, y se lo merecen pues no hay difunto que no haya sido virtuoso.

En nuestro caso particular, los mayas desarrollaron a partir de sus creencias el citado ritual del Hanal Pixan o Comida de las Almas. ¿Comen las almas? Para entender lo anterior recordemos que para nuestros ancestros los dioses no eran seres inmortales. Los dioses mayas necesitaban ser venerados y recordados y, necesitaban también alimento. De no ocurrir así­ ”fallecí­an.»

Para venerar a sus dioses nuestros ancestros realizaban diversos ritos durante todo el aí±o, dependiendo de la estación y generalmente con algún fin que tuviera que ver con la agricultura, pues como agrí­cola puede clasificarse la constelación de dioses mayas que los cronistas del siglo XVI llegaron a considerar hasta en tres mil.

Es importante seí±alar que algunos de los dioses mayas fueron antes seres mortales que les enseí±aron a obtener buenas cosechas, o a estudiar el cosmos, o a desarrollar habilidades en artes como la pintura, la plumerí­a o la escultura, el comercio, la guerra, etc., y que al morir fí­sicamente fueron elevados a la categorí­a de deidades, incorporándose a los primeros dioses, conocidos como los Creadores. En virtud de ser etéreos, su alimento no puede ser nada material. Las ofrendas se hacen con oraciones, con cantos, con esencias y olores de las mejores cosas que a su alcance tengan los creyentes.

Caso igual es el de los difuntos. Hay que darles de alimento lo mismo que se ofrece a los dioses, atenderlos bien para que retornen el siguiente aí±o. Además, tratar bien a nuestros muertos es importante porque también moriremos, y como tratemos hoy a los que ya se fueron de este mundo nos tratarán a nosotros después.

Respecto a esta tradición, Fray Diego de Landa menciona en su ”Relación de las Cosas de Yucatán», que los mayas: ”Creí­an que después de la muerte habí­a otra vida, y que esta era buena o mala» según la conducta que se hubiera observado en la vida terrenal.

Por otra parte, los mayas creen hasta la fecha, que las almas de los muertos no se alejan enseguida de sus seres queridos. Permanecen en su casa sin darse cuenta de su estado. La revelación de lo ocurrido tiene lugar hasta el tercer dí­a, cuando estando presentes en los rezos oyen pronunciar su nombre como el de la persona fallecida. Esta revelación los hace llorar toda la noche sobre su tumba. El llanto es escuchado a veces por los vecinos. Al dí­a siguiente emprenden el viaje hacia el lugar que les corresponda. Hay que aclarar que en la actualidad, en algunas regiones de Yucatán se cree que el muerto nota su nueva situación hasta los ocho dí­as.

Como he citado, los difuntos regresarán cada aí±o y serán motivo de fiesta para los familiares y amigos que no los han olvidado. A quienes fallecieron en la ví­spera del Dí­a de Muertos no se les hace homenaje, porque suponen los mayas que están en el Purgatorio quemando sus siete velas, y cuidando las puertas por las que entran y salen las almas. Por ello, es en el octavo dí­a cuando se les recuerda y se les canta.

Con la conquista espaí±ola muchas de las tradiciones autóctonas se perdieron, o se transformaron al sincretizarse ambas culturas.

Alfonso Villa Rojas, un mexicano muy estudioso de nuestra raza, nos dejó en su ”Etnografí­a de los Mayas de Quintana Roo», una brillante recopilación de la vida y costumbres de los mayas mestizos del centro de la pení­nsula yucateca a mediados del siglo pasado. Sobre el tema de la muerte escribió:

”Los mayas sustentan que con excepción de las almas que van al infierno, todas las demás retornan anualmente a la tierra, para disfrutar de una semana entre sus familiares. Como agasajo, es costumbre dedicarles rezos y comidas durante ese tiempo, de aquí­ que tal costumbre sea conocida como Hanal Pixan o Comida de las Almas.

De acuerdo con la creencia: ”las primeras en hacerse presentes son las almas de los nií±os, las cuales llegan a la tierra en la madrugada del 31 de octubre; este es el Dí­a de los Nií±os (Mehen-Pixan ó Chichán-Pixan). Para recibirlos debidamente se les dedica, a modo de desayuno, ofrendas de atole nuevo (Ah-Za), y elotes sancochados (Chacbil-nal)».

Actividades y cuidados

del Dí­a de Muertos

Siendo una tradición tan antigua y arraigada entre nosotros, es necesario acotar aquí­ algunas de las actividades y cuidados que se deben guardar para festejar a nuestros fieles difuntos.

La preparación de los alimentos especiales que serán ofrendados requiere de mucha esmero también. Por muy pobre que sea la familia, siempre se las ingeniará para que en el altar del difunto no falten los exquisitos y variados platillos que más disfrutaba en vida, incluyendo el licor o los cigarros si los acostumbraba.

En los altares de los adultos es importante el mantel blanco con bordados en negro. En el de los nií±os el mantel suele ser blanco bordado con hilos de colores. En la actualidad, es costumbre instalar en el altar principal, además de la cruz e imágenes de santos, alguna fotografí­a del fallecido. Con este recurso se atiende la costumbre maya pre-hispánica de colocar en el altar un í­dolo con las caracterí­sticas fí­sicas del difunto. El altar consta a veces de dos mesas; pero de ellas, la del altar principal es naturalmente más grande y ceremoniosa. En la otra se colocan jí­caras de chocolate, vasos o jí­caras con agua, panes y juguetes de madera o barro (en el caso de los nií±os), y las velas.

No debe faltar tampoco una vasija de barro con el incienso maya: Copal, conocido en su lengua como Pom. También el rezador (o la rezadora), es parte indispensable en el ritual, e incluso entre sus aves marí­as y padres nuestros debe intercalar con un canto especial.

Desayuno, almuerzo y cena son ofrendados a los difuntos, sean nií±os o adultos. A los pequeí±os por la noche se les despide entre plegarias.

Es precisamente al término de los cantos, cuando entre rezos se recuerda a todos los fallecidos, tanto familiares como conocidos. Luego se reparte el puchero de gallina, que es recomendado para los nií±os porque les da vigor. Otros objetos o alimentos en los altares de nií±os son las velas de colores, las flores de xpujúk,  teresitas, virginias, ruda, limonaria y San Diego, así­ como galletas de animalitos, frutas de la región, panes pequeí±os con forma de animales, tamales vaporcitos, jí­caras con chocolate y el consabido vaso o jí­cara con agua.

Este altar de adultos debe tener también 2 velas grandes de cera blancas, 4 jí­caras de atole, otras cuatro conteniendo el Tanchukúa, que es una espesa bebida preparada con chocolate chorreado, mezclado con masa colada, pimienta de Tabasco entera y aní­s en grano. Siguiendo con el altar, deben colocarse en él dos platos con las comidas preferidas del difunto, panes grandes, dos veladoras, frutas de la región, flores de chacsikí­n, ruda, un vaso o jí­cara con agua así­ como los santos, la cruz y el incensario ya citados. Junto al altar se acostumbra también la colocación de coronas de papel crepé.

En cuanto al altar de las ánimas solas, suele ser éste una mesita con un mantel blanco, un vaso con agua, una vela grande blanca y un plato de comida. Debe citárseles además en voz alta al terminar los rezos y los cantos.

En la actualidad, uno de los manjares caracterí­stico del Dí­a de Muertos es el del Mucbil-pollo, al grado de que si desapareciera la costumbre de festejar a las ánimas el mucbil-pollo sobrevivirí­a. Las cocineras tradicionales no se dan abasto, y no hay yucateco bien nacido que no presuma sus habilidades para preparar tan delicioso platillo.

El Mucbil-pollo era el último plato que se preparaba. O sea, corresponde al octavo dí­a, al ochavario y no al primero como ahora se acostumbra. Al llegar el dí­a de despedir a los difuntos, los mayas les preparaban comidas que podí­an durar dí­as sin descomponerse fácilmente. Además del Mucbil-pollo, se acostumbra envolver otros alimentos capaces de acompaí±ar en el viaje de regreso a las ánimas.

Visto en el tiempo, el Dí­a de Muertos o Hanal Pixan no ha evolucionado tanto como otras tradiciones. Conserva la esencia cultural maya, y de nosotros depende que no se pierda esta tradición de la que no se han salvado ni los chilangos, que si bien nos penetraron culturalmente con su mentada tinga, nosotros en reciprocidad los penetramos con nuestro mucbil-pollo.

Si Ud. desea participar en un auténtico festejo como el del Dí­a de Muertos, venga a Isla Mujeres los dí­as 1 y 2 de Noviembre, en que la comunidad culmina la celebración a sus ánimas con un Concurso de Altares de Muertos en plena Plaza Principal, bajo la coordinación de la Dirección de Educación y Cultura del H. Ayuntamiento isleí±o.

Colaboración de: Fidel Villanueva Madrid.

Cronista Vitalicio de la Ciudad de Isla Mujeres.

Graciela Machuca

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