El humor, especie de revancha para hacer frente a las condiciones jodidas del paí­s

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El humor es como el amor, sostiene Eduardo del Rí­o, Rius: ”Hay que conservarlo siempre, porque sin amor ésta no es vida. Lo mismo ocurre con el humor; en mi caso, me ha permitido seguir vivo y trabajando».

Considerado uno de los más grandes caricaturistas mexicanos, el maestro michoacano cumplió 80 aí±os el pasado 20 de junio, edad a la que llega sintiéndose ”a toda dar», con ánimos y mucho vigor para seguir creando, instruyendo y divirtiendo mediante sus didácticos y simpáticos libros/manuales.

En entrevista con La Jornada, a propósito de la aparición de su libro Mis confusiones. Memorias Desmemoriadas (Grijalbo), el autor de historietas clásicas como Los supermachos y Los agachados, con las cuales revolucionó esa expresión en México, afirma que el humor es una especie de revancha de los mexicanos para enfrentar las condiciones jodidas del paí­s y a los malos gobernantes.

—¿Cómo llega a los 80 aí±os, cómo se siente?

—No siento diferencia entre los 80 y los 79. Todo es igual, se va repitiendo toda la vida. No sé quién inventó eso de festejar los aí±os que terminan en cero; me gustarí­a que mejor fuera cada siete aí±os, que es cuando cambia el metabolismo del cuerpo, según dicen los que saben.

”Uno es viejo cuando se siente viejo. Todaví­a no me siento así­. Será porque sigo trabajando, a lo mejor si dejo de hacerlo sí­ me cae el viejazo y ni cuenta me voy a dar.»

—Con el humor, ¿usted busca hacer más ligeras las cosas jodidas de la vida?

—Sí­, y las situaciones polí­ticas que estamos viviendo. Sin humor, no sé adónde irí­a este pueblo. El único desquite que tenemos los mexicanos es reí­rnos de los poderosos que nos están jodiendo, y sin ello este pueblo ya hubiera desaparecido, ya serí­amos otra estrella más en ”la gloriosa» bandera gringa.

”Entonces, el humor es, en parte, como el amor: hay que conservarlo toda la vida, porque sin amor ésta no es vida; aclaro que amor en el sentido amplio de la palabra, no sólo en la cosa sexual, ¡eh! El amor al prójimo, a los animales, a la vida, etcétera. Y es igual al humor, porque éste es una forma de ver la vida. Me ha sostenido con vida para poder seguir trabajando y sobreviviendo».

—El humor de los mexicanos es muy cábula, ¿no le parece?

—Esto nos viene de herencia, desde que comenzaron a surgir los primeros mexicanos, que eran los hijos de la chingada, como los llamó adecuadamente Octavio Paz. Eran hijos de la violación, y pues buscaron alguna forma de revancha y se volvieron unos cábulas. La única forma que tení­an de defenderse de los gachupines era el choteo, la burla.

”Y eso persiste hasta la fecha, pero ahora hacia los gobernantes. Es una especie de desquite que tiene el mexicano luego de que esos seí±ores le están dando en la madre.»

—Entonces, ¿usted se hizo y es monero como una especie de revancha?

—No, nunca lo he visto así­. Más bien lo vi como una especie de defensa de los que no tienen voz. Una vez nos dijeron que los caricaturistas éramos como los diputados, pero buenos y decentes, porque éramos los únicos que salí­amos a defender al pueblo.

”He visto siempre esta profesión como una forma de ayudar a la gente, en el sentido, por ejemplo, de que deje de comer carne, de creer en Dios, en las religiones, sobre todo; que agarre cierta cultura por medio de mi trabajo.

”He hecho más de cien libros y sospecho que a mucha gente le ha ayudado esto a andar en la vida, a pasar de aí±o y cosas así­. Eso es de gran satisfacción para uno, saber que su trabajo es de utilidad para otros. En pocas profesiones se logra esto.

”Hago mis libros como una manera de aprender. Nada más tengo como diploma de estudios hasta quinto de primaria. Entonces, al mismo tiempo que estoy haciendo un libro para que la gente se ilustre sobre cierto tema, yo también lo estoy aprendiendo.»

—¿Qué tan importante es para su trabajo la crí­tica a los gobernantes y a los poderosos?

—Más que eso, me he preocupado por dirigirme al lector. Sé que mentarle la madre al gobernante no sirve para nada. A lo mejor lo agarra uno de malas y se desquitan con uno, como me pasó con (Gustavo) Dí­az Ordaz.

”He procurado que en mi trabajo haya más el deseo o la intención de politizar, de conscientizar a los lectores. Que tomen consciencia de lo que es este paí­s, de lo mal que estamos y de lo que podemos hacer para cambiarlo.»

—Usted ha sido actor y testigo de un cambio profundo en el periodismo mexicano, en lo que respecta la censura y la libertad de expresión. ¿Cuáles son las principales diferencias que advierte entre el antes y el ahora?

—Noté que en 1968, con todo lo que pasó, se gestó un cambio muy importante en nuestro paí­s. Fue un parteaguas, hubo una reacción muy importante de mucha gente, sobre todo en el medio periodí­stico, entre los intelectuales y en las universidades de buscar otro paí­s, otra manera de vivir en sociedad, de procurar cambiar las cosas un poco.

”He procurado que en mi trabajo haya más el deseo de politiizar, de concientizar a los lectores», dice el moneroFoto Roberto Garcí­a Ortiz

”En el periodismo, es clásico ver el ejemplo del unomásuno, del que después salió La Jornada, porque allí­ comenzó a haber otro tipo de periodismo. Incluso, el uso de las caricaturas, antes de La Jornada, no se daba de la forma como ocurre hoy.

”A partir del 68 se gestó un nuevo tipo de periodismo, que desafortunadamente no ha tenido muchas repeticiones en México. Sigue mandando el periodismo comercial, la empresa periodí­stica, no el periodismo hecho por periodistas.

”En otros aspectos, cambió mucho en las universidades la manera en cómo los muchachos se dieron cuenta de lo que habí­a pasado y lo que podí­a pasar. Soy un mal teórico, pero se da uno cuenta, aun sin querer, de que este paí­s ha cambiado un poquito, no como quisiéramos o deberí­a, pero ahí­ vamos despacito.»

—¿Qué es lo que más le duele hoy de México?

—¡Hí­jole, siento que estamos peor que cuando empecé a hacer caricaturas, hace 60 aí±os! En muchas cosas vamos para atrás; en lo fundamental: no hemos llegado a la democracia, todaví­a no hay justicia para todos, cada vez hay más pobres y más gente desnutrida. La gente come, pero puras porquerí­as, por eso somos campeones mundiales en obesidad, que provoca a su vez muchas enfermedades, entre ellas la diabetes.

”A eso hay que sumarle la influencia nefasta de la televisión. Hace 60 aí±os no existí­a eso, estábamos mejor, aunque parezca raro decirlo. Hasta el PRI ha cambiado, desgraciadamente, para mal. Don Perpetuo (uno de sus personajes) tendrí­a ahora copete. Jajaja, serí­a un neoliberal.»

—¿Ha pensando alguna vez en abandonar la caricatura?

—Cuando tení­a 10 aí±os en este oficio, llegó un momento que me corrieron de todas partes. Habí­a decidido dedicarme a otra cosa, sólo tení­a el trabajo en la revista Siempre! Pero con eso no podí­a vivir, además ya me querí­a casar.

”Y decidí­ dedicarme a vender jabones o trabajar de oficinista, pero un dí­a me encontré a un amigo y colega y me dijo que por qué no hací­a historieta. Nunca lo habí­a hecho, pero comencé a hacer una, Los Supermachos, y me la publicaron. í‰se ha sido el único momento en que pensé en mandar a volar a la caricatura. He tenido mucha suerte.»

—Acaban de aparecer sus memorias, ¿qué tan complejo fue para usted escribir de sí­ mismo?

—Cuesta trabajo porque es algo que normalmente no he hecho. Aunque he escrito varios libros de viaje, esto es diferente. Quisiera uno que fuera un ejercicio de literatura, pero no estoy preparado para eso, escribo casi casi como hablo y no cuido muchas cosas.

”También hay que tomar en cuenta hasta dónde puedo llegar. Hay muchas personas que siguen con vida de las que yo traté, y de las chavas no puede decir uno nada. Entonces, uno deja cosas en el anonimato, para que nadie se sienta ofendido ni agraviado. Sin embargo, puedo decir que es un ejercicio bonito, porque echa uno a andar la rueda de la memoria y cada vez que sale un nombre llegan los recuerdos, así­ como golondrinas y hacen su nido en el coco de cada quien. Me gustó hacer este libro».

—En este recuento, ¿aparecieron asuntos de los que se arrepienta?

—Pues sí­. Por ejemplo, una de las cosas que sí­ me pesan fue haber hecho un libro sobre Alemania Oriental, porque resultó lleno de barbaridades y mentiras. Entonces, primero me arrepentí­ y luego lo retiré. Hay pocas cosas de las que me arrepiento, y casi todas son cosas del orden sentimental.

”No me arrepiento de ser comunista, porque me sirvió de mucho. Aprendí­ algo de marxismo, un poco lo que era la clase obrera, y ese tipo de lucha que se llevaba dentro del partido me sirvió para posteriores trabajos como caricaturista. Me arrepiento mucho de haberme dejado engaí±ar, pues creí­amos que Stalin no era lo que resultó ser».

—Ideológica y polí­ticamente, ¿con qué comulga hoy?

—Pues con lo mismo de antes, sigo pensando que el socialismo es la solución; pero hay que saber llevarlo a cabo; no es socialismo lo que está pasando en Cuba. Los problemas siguen ahí­, el capitalismo no los va a resolver, y siento sinceramente que la única forma de forma de resolverlos es con un sistema socialista.

—¿De qué es lo que usted se siente más satisfecho?

—Una de las satisfacciones más grandes es cuando en las ferias del libro se me acercan tres diferentes generaciones de lectores que han crecido con mis libros o historietas. ¡Puta, esa es una satisfacción que no se la quita uno con nada!

—¿Alguna vez lo tentó el poder, lo han tratado de cooptar?

—En cierta forma sí­. Querí­an volverme aviador en varias secretarí­as, pero siempre lo rechacé. Por fortuna me he mantenido al margen de todo eso. No me gusta acercarme al poder, porque si éste corrompe, también corrompe a quien se le acerca.

”He tratado de ser congruente. Predico el vegetarianismo y lo práctico; predico el ateí­smo y soy ateo; etcétera… ayudo a los homosexuales, pero no soy homosexual.»

Graciela Machuca

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