El fin de la cultura nativa Para ser aceptados por los no peninsulares, los jóvenes están renunciando a las costumbres de sus ancestros

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Mas… Por: Francisco Verdayes Ortiz | Agencia: La Voz | Cancún, Quintana RooAmpliarReducirRelacionadas Comentarios Para ser aceptados por la mayorí­a dominante (los no peninsulares), los jóvenes están renunciando a las costumbres de sus ancestros
Francisco Verdayes Ortiz
La Voz de Quintana Roo

Multiculturalidad, pluriculturalidad y diversidad cultural son algunas de las expresiones que se dicen cuando alguien se refiere al entramado social de Quintana Roo, un estado conformado por mexicanos y extranjeros de todas las latitudes del mundo. Puede decirse que aquí­ se moldea al quintanarroense del Siglo 21, que es hijo de la globalización.

Ya el investigador Néstor Garcí­a Canclini, en el libro ”Culturas hí­bridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad» (1990), habla de esta mezcla de culturas indí­genas con colonialismo espaí±ol y modernización.

Quintana Roo es justamente eso, y aunque resulta poético escuchar frases como ”crisol de identidades» o ”mosaico cultural», la verdad es que se trata de un asunto complejo: sociedades que conviven en medio de diferencias económicas, étnicas, religiosas e idiomáticas.

Actualmente se habla con orgullo de la pluriculturalidad, sin advertir cuatro siglos de abandono de gobiernos centralistas. Hoy, por lo contrario, Quintana Roo es un estado tan abierto a la inmigración que los habitantes nativos —a diferencia de otras entidades—conforman la minorí­a de la población total.

¿Qué tanto influye el hecho de que los ”de fuera» sean el grupo culturalmente dominante? Mucho, porque la mayorí­a marca los patrones de conducta y tarde que temprano convierte en extraí±a a la población original, incluso en su propia tierra.

Para entender un poco más lo anterior, cito la contraparte: por ejemplo, en las sociedades quintanarroenses más antiguas, como las de Holbox, Isla Mujeres, Cozumel, Felipe Carrillo Puerto y Chetumal, los oriundos todaví­a mantienen cierto dominio sobre sus modismos, fiestas y gastronomí­a.

En estos casos los fuereí±os se ajustan a las tradiciones de la vida local, haciendo válido aquel refrán de: ”A la tierra que fueres, haz lo que vieres». En cambio, en Cancún, Playa del Carmen y Tulum la situación es contraria, pues el número de nativos es tan reducido que son ellos quienes tienen que adaptarse a las costumbres de la mayorí­a dominante, que no es peninsular.

TRANSCULTURACIí“N

Sabedores de que ser maya únicamente es bueno para el marketing, la historia y el turismo, pero no para escalar en sociedad, muchos jóvenes (no todos por fortuna) omiten sus apellidos autóctonos, abrevian o traducen, rompiendo el nexo con el pasado ancestral para evitar ser ví­ctima del estereotipo del campesino inculto, pobre, humillado y hasta perdedor, etiquetas que difí­cilmente pueden quitarse en una nación que no solo es centralista, también es discriminatoria con sus indí­genas.

Y qué decir de los muchachos peninsulares, esos que de igual manera nacieron en la región, y aunque de tez blanca y apellidos europeos tampoco la tienen fácil. Durante medio siglo, blancos, mestizos y mayas se combatieron entre sí­. Campesinos y hacendados fueron enemigos irreconciliables. Hoy, sin embargo, la modernidad los coloca bajo el dominio cultural del centro del paí­s.

Las cadenas televisivas más importantes de la república imponen con sus transmisiones el acento, la moda y las expresiones correctas. De manera que, superados en número y en penetración mediática, los jóvenes de ascendencia peninsular —mayas o mestizos— evitan hablar con el acento o los modismos regionales para no ser objeto de burlas.

En este Quintana Roo moderno —orgullosamente pluricultural— los muchachos nativos están entrando a una etapa que la antropologí­a social conoce como de ”asimilación», un proceso de transculturación en el que se renuncia a la identidad familiar para ser aceptados por los grupos de la cultura dominante que van marcando lo ”correcto» y lo ”incorrecto». Las nií±as, por ejemplo, desean hablar con el tono y las palabras que utilizan las chicas de las telenovelas, y no como lo hacen en su casa.

NO TODO LO QUE SE DICE AQUí ESTí MAL DICHO

El etnocentrismo nos hace suponer que nuestra cultura es la correcta y las demás no. En la pení­nsula de Yucatán se utilizan muchas expresiones que parecen estar mal empleadas, sin embargo, son palabras aceptadas por la Real Academia de la Lengua Espaí±ola (RAE). Estos son apenas siete ejemplos:

«¢ MAJAR. Latinismo que es válido si se utiliza como machacar, machucar o golpear, pero es incorrecto si se emplea como sinónimo de atropellar.

«¢SANCOCHAR. Significa lo mismo que el vocablo cocer, es decir cocinar con agua y sal o algún otro condimento.

«¢TRINCHE. Es completamente válido si se utiliza como sinónimo de tenedor.

«¢TAJAR. Latinismo del que se desprende la palabra tajador (sacapuntas), y si bien no lo reconoce la RAE, tiene un antecedente histórico importante, pues una de sus acepciones es cortar la pluma de ave para escribir, con lo que se deduce se trata de un arcaí­smo (palabra antigua en desuso).

«¢AíNA. Es la pení­nsula se utiliza popularmente como ”ainas» una palabra muy antigua que significa ”por poco». Ejemplo: ”Aí­na y me matan…». Es un arcaí­smo pero es válida.

«¢HERMOSO. Además de ser un sinónimo de bello, esta palabra es válida si se utiliza refiriéndose a robusto, fuerte, o vigoroso, pero no utilizándola para ”gordo», como suele emplearse.

VUELTO. Aceptado por la RAE como un americanismo, sinónimo de ”cambio». Vuelta del dinero entregado al hacer un pago.

Graciela Machuca

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