Cincuenta sombras de Grey: gris

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Cincuenta sombras de Grey: gris

Lucero Solórzano 16/02/2015 00:00

No pensaba dedicar algún comentario a esta pelí­cula en mi espacio en Excélsior. Prácticamente todo está dicho, y ya en su momento hablamos del fenómeno de ventas que fue la novela, integrada por una trilogí­a muy menor, obra de una desconocida británica que antes hací­a guiones para televisión: Erika Leonard James, E. L. James. La seí±ora admite su sorpresa ante el éxito de sus Cincuenta sombras de Grey, producto según dice, de sus alborotadas ”fantasí­as de la edad madura».

Publicada en más de 52 idiomas y con ventas que superan los 100 millones de ejemplares, tanto impresos como en formato electrónico, el anuncio de su adaptación al cine generó muchas expectativas, sobre todo por parte de la extensí­sima red de fans —en el 90 por ciento mujeres— que no veí­an la hora de ponerle cuerpo y rostro a Christian Grey.

El negocio ha sido redondo. Aún con clasificación ”C», restringida a mayores de 18 aí±os, para los productores y distribuidores las proyecciones del comportamiento del público se han visto superadas con creces. En México la preventa —ese fenómeno por el cual uno le paga a ”alguien» que nos jinetea la lana haciéndonos creer que ya somos dueí±os de ”algo»— casi llegó al medio millón de boletos, desde hace 13 semanas en que se pusieron a la venta. El dí­a de su estreno recaudó en nuestro paí­s más de 30 millones de pesos, más lo que se acumuló en el fin de semana.

Muy mal recibida por la crí­tica —lo que menos le ha de preocupar a Universal, E. L. James, la directora Sam Taylor-Johnson, los actores, y demás involucrados en el proyecto—, la adaptación de Cincuenta sombras de Grey al cine es timorata, tibia y ridí­cula; hace honor al juego de palabras del tí­tulo por el apellido del protagonista: ”Grey»-gris, muy gris.

Obviamente no está hecha para concursar en festivales ni optar a premios internacionales, es un producto puesto a la venta para hacer dinero y punto.

Lo que no se le puede negar, como buen producto comercial hollywoodense que aspira a romper récords de venta, es que está bien hecha. La fotografí­a e iluminación, los escenarios, los efectos, el helicóptero, el departamento, los muebles, el planeador, los coches, las tomas aéreas de la ciudad de Seattle, todo responde a las precisas descripciones de la seí±ora James. A eso hay que aí±adir la banda sonora que redunda en un buen soundtrack.

Donde se separa del libro es en la recreación de los encuentros sexuales de Christian y Anastasia. Para interpretarlo a él se barajaron muchos nombres, algunos conocidos, que no se quedaron con el personaje, probablemente por temor a afectar sus trayectorias. El irlandés Jamie Dornan se convierte en el sueí±o húmedo de millones de mujeres en el mundo interpretando a Christian, pero distanciándose de la construcción del personaje original que hiciera la autora como un hombre atormentado, oscuro, abandonado, perdido, fracturado, etcétera, etcétera. Anastasia es Dakota Johnson, que se apega más a la original en el libro. Ella como la ”sumisa» muestra más sus emociones e inquietudes, es más expresiva; él como el ”amo» es frí­o, de poses estudiadas, ”totalmente palacio».

Se sabe que la directora Sam Taylor-Johnson (que sólo habí­a dirigido antes una pelí­cula) y la autora, E. L. James, entraron en conflicto en el set de filmación en numerosas ocasiones. A la pelí­cula le falta una dirección firme. La seí±ora Taylor-Johnson, se limitó a obedecer instrucciones en cuanto a los lí­mites que marcó el estudio para no rebasar la clasificación por parte de la MPAA (Motion Picture Association of America), que con su puritano estilo de décadas castiga la presencia de mucha carne y piel en actitudes sexuales con clasificaciones más limitantes. De ahí­ que una historia sobre sexo sadomasoquista quede en una representación frí­a, estudiada, coreografiada, ensayada, descafeinada, y falsa, de lo que la seí±ora James pretende decir que es la realidad.

A fin de cuentas es un producto que no hay que tomar en serio. Insisto, no gaste su dinero.

Graciela Machuca

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