Cómo una nií±a espaí±ola que viví­a en la calle se convirtió en una artista exitosa

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Lita Cabellut es una de las artistas más exitosas de Espaí±a, pero es apenas conocida en su paí­s de origen. Es más, la mujer cuyos cuadros se venden ahora por cifras que superan los seis ceros pasó sus primeros aí±os viviendo en la calle.

«Mi infancia fue como la de miles de nií±os de la calle en todo el mundo», dice Lita Cabellut. Ella solí­a vagar por las calles de Barcelona con otros nií±os sin hogar y durmiendo a la intemperie.

«Nos cuidábamos el uno al otro. Hací­amos todo lo que querí­amos. Tomábamos monedas de las fuentes, pedí­amos encendedores Zippo a los marineros y robábamos billeteras a los turistas. Solí­amos ir a los restaurantes y mentí­amos diciendo que nuestro padre estaba en el baí±o para que nos sirvieran, para luego devorar la comida y salir corriendo».

Cabellut nació en un pueblo de Aragón, al noreste de Espaí±a, en 1961. Cuando era un bebé, se trasladó con su madre a Barcelona. Su madre tení­a un prostí­bulo en la ciudad y la nií±a se quedó al cuidado de su abuela, pero en realidad, pasaba la mayor parte del tiempo en las calles.

«Hací­a los mandados para las prostitutas. Me daban dinero para comprar paquetes de cigarrillos, bocadillos, condones o joyas, y yo me quedaba con el cambio».

Mirando hacia atrás, ella dice que «el arte, por supuesto, estaba allí­ porque el arte está siempre a nuestro alrededor», pero no pensaba en él como en un sentido formal, estaba preocupada por la supervivencia.

«Un nií±o nunca reconoce el arte como algo separado. Vendí­ estrellas de mentira en las calles. ¿No es eso una verdadera representación de arte? Pero para mí­ fue una manera de sobrevivir».

«Ser superhéroes»

Cabellut no fue a la escuela y nunca se le pasó por la cabeza que algún dí­a se convertirí­a en una de los artistas espaí±olas de más éxito.

«Mis expectativas eran ser bailarina, volar, correr, ser más fuerte que todos los nií±os a mi alrededor. La expectativa de un nií±o es siempre la misma, sean pobres o ricos: queremos ser superhéroes», dice.

De acuerdo con el informe anual 2014-15 compilado por Artprice, el único artista espaí±ol vivo que vende más pinturas que Cabellut es el mallorquí­n Miquel Barceló.

 Todaví­a siento como que estoy vendiendo estrellas»
Lita Cabellut

Sus retratos ví­vidos pueden venderse por US$100.000 o más. Actores como Hugh Jackman y Halle Berry, así­ como el cocinero, Gordon Ramsay, reportaron tener una de sus creaciones.

Entonces, ¿qué cambió el curso de la vida de Cabellut tan dramáticamente?

Inspiración

La abuela de Cabellut murió cuando ella tení­a unos 10 aí±os entonces ella terminó en un orfanato de Barcelona antes de ser adoptado por «una hermosa familia catalana» cuando tení­a 12 aí±os.

Cabellut no cuenta mucho acerca de ellos, excepto que la introdujeron en el mundo del arte. La llevaban al museo del Prado de Madrid, y cuando tení­a 13 aí±os, le mostraron la oscura e inquietante «Romerí­a de San Isidro», del artista Francisco Goya, obra que fue pintada entre 1820 y 1823.

«Reconocí­ en esta pintura las expresiones en los ojos de las personas que me crucé en las calles cuando era pequeí±a», cuenta.

«Esta pintura describe la locura, la esperanza, los momentos terribles que el ser humano puede atravesar cuando pierde su seguridad. Para mí­, cuando vi esta pintura por primera vez sentí­ la complicidad de ser un testigo».

La obra de Goya provocó tanto impacto en Cabellut, que ella trató de copiar al artista en una de sus pinturas más dulces que representa a un chico de campo acompaí±ado de una nií±a y un pequeí±o perro. El resultado no fue espectacular, pero su familia adoptiva la alentó para continuar con la pintura e incluso pagaron por profesores particulares para compensar el tiempo perdido.

Educación

Y por primera vez en su vida, ella también empezó a ir a la escuela. «Fue muy difí­cil para mí­ la escuela, porque yo estaba muy atrasada. Es difí­cil empezar a aprender a leer y escribir cuando tienes 13 aí±os, y luego está la dificultad psicológica de que te introduzcan en una clase donde todos los nií±os son mucho más jóvenes. Tení­a un montón de clases particulares en casa. Era necesario porque tení­a que aprender todo».

Poco a poco, Cabellut fue avanzado en la escuela. Comenzó a escuchar la «voz del arte» y decidió estudiar arte en la Academia Gerrit Rietveld de ímsterdam.

«En ese momento era difí­cil entrar en esta escuela. Tení­an una buena reputación en los aí±os 80 e ingresar era en parte una de mis grandes ambiciones. Una vez más, querí­a ser un superhéroe. Tení­a pasión, dedicación, se le puede llamar el delirio, un tremendo hambre».

Los «tres grandes maestros» que influyeron en ella fueron el espaí±ol Goya, el escultor florentino renacentista Donatello y el compositor alemán Bach. Después de graduarse, se instaló en los Paí­ses Bajos y ahora tiene un estudio en La Haya, pero el éxito no fue fácil.

«Hice cosas como darle a alguien una pintura para que ellos luego pagaran la factura de electricidad y pintar una casa para obtener tres meses de crédito«en un supermercado.

«Cuando se está en un periodo de crecimiento como artista tienes que defenderlo con ferocidad porque ese tiempo es necesario para encontrar tu idioma y convertirte en un maestro. Si cambias ese tiempo por dinero, entonces no consigues recuperar ese tiempo para desarrollarte».

En un momento dado, después de haber establecido una relación lucrativa con una galerí­a de arte de renombre, decidió empezar todo de nuevo, y no vendió nada durante dos aí±os.

«Habí­a pintado una serie impactante sobre la prostitución infantil y mi galerista dijo: ‘No, Lita, no se puede hacer esto. La gente no quiere este tipo de pintura. Pinta más ángeles, los ángeles se venden tan bien… Y dije No’ y perdí­ mi galerí­a«.

«Un artista tiene que seguir su trayectoria. Así­ que hoy podrí­an ser ángeles y maí±ana demonios y fantasmas. Si no sigues tu desarrollo artí­stico, se convierte en un desarrollo económico, y eso es muy peligroso».

¿Retratos feos?

En la actualidad, Cabellut es conocida por sus retratos, que incluyen pinturas de personajes famosos como Coco Chanel y Charlie Chaplin, y por sujetos anónimos que algunos podrí­an considerar feos.

«No veo gente fea», dice Cabellut. «Pinto diferentes personas. Puedo pintar personas en las que es necesario encontrar la belleza real detrás de la piel. Tengo una debilidad por los desvalidos y una parte de mí­ siempre permanecerán con ellos. Lo que me impulsa es el retrato del ser humano, de ti, de mí­, de nosotros».

Cabellut pone sus lienzos bajo un proceso quí­mico muy largo para darles una textura áspera y utiliza técnicas que van desde la «pintura de estudio del siglo 17 al arte en la calle».

Algunos de sus retratos más grandes miden dos metros de altura y por un par de aí±os debí­a estar suspendida con sogas para llegar a la parte superior de ellos. No podí­a estirarse después de quedar lesionada en Parí­s, donde recibió un fuerte golpe y heridas por un policí­a que perseguí­a a un ladrón.

Aunque Cabellut realizó exposiciones individuales en Londres, Dubai y Seúl, aún tiene que ganar el reconocimiento del público en su Espaí±a natal.

Dos exhibiciones en 2017 estarán destinadas a poner remedio a esto: una retrospectiva en la Fundación Antonio Vila Casas de Barcelona y una exposición en el museo de arte contemporáneo de A Coruí±a , donde su estudio será recreado.

«Por supuesto, mis raí­ces son espaí±olas y siempre serán el espaí±olas. Es hermoso que la gente de tu casa confí­en en ti y te besen».

En cuanto a su madre biológica, Cabellut dice que la perdonó por abandonarla. Ella recuerda una visita cuando era estudiante de pintura, pero le fue imposible decirle cómo se sentí­a.

Y cuando habla de su trabajo, se refiere de nuevo a su nií±ez en las calles de Barcelona.

«Todaví­a siento como que estoy vendiendo estrellas», dice. «La gente no está comprando sólo la pintura, el lienzo o la resina, sino la magia y la emoción que es el espí­ritu del arte».

Con información de BBC MUNDO

Graciela Machuca

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