Prohibido pagar por sexo en Suecia, Francia y otros seis paí­ses

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En Suecia, quien pague para tener relaciones sexuales es un delincuente. Este paí­s fue el pionero, en 1999, en penalizar a los clientes de la prostitución, que pueden enfrentarse hasta a un aí±o de cárcel. Su modelo, basado en el principio de que la prostitución es una forma de violencia contra las mujeres —ellas son una abrumadora mayorí­a— y una muestra de desigualdad de género, se ha ido expandiendo por el mundo. El último paí­s en adoptarlo ha sido Francia, que hace unos dí­as aprobó, tras un largo camino parlamentario, una ley que castiga con hasta 3.750 euros a quien pague por sexo.

La ley francesa ha vuelto a encender el debate sobre la prostitución y si esta debe regularse o abolirse. Suecia y Francia apuestan por un nuevo modelo de abolicionismo, que en vez de penalizar a las prostitutas —a las que considera ví­ctimas que no ejercen libremente— pretende acabar con el comercio sexual estrechando el cerco sobre los clientes; es decir, si no hay demanda, no habrá oferta. En el lado opuesto están las corrientes legalistas, que sostienen que el sexual es un trabajo que puede ejercerse de manera libre y que apuestan por regularlo; como Holanda, donde las trabajadoras del sexo pagan impuestos y obtienen prestaciones sociales, Dinamarca o Alemania.
En los últimos tiempos, es el llamado modelo sueco —o nórdico, ya que los primeros en copiarlo fueron algunos de sus vecinos del norte— el que está cobrando fuerza. Tras Suecia, la criminalización de los clientes de la prostitución se ha aprobado en Islandia, Canadá, Singapur, Sudáfrica, Corea del Sur, Irlanda del Norte (desde 2015) y Francia. También en Noruega, con el aí±adido de que ese paí­s también persigue a aquellos que hacen turismo sexual. Además, el Parlamento Europeo instó en 2014 a los Estados miembros a adoptar fórmulas similares y Bélgica, Irlanda y Escocia debaten actualmente proyectos de ley basados en el nuevo abolicionismo. Otros paí­ses, como Finlandia, han apostado por un sistema hí­brido: castigan la compra de servicios sexuales, pero solo si la prostituta es ví­ctima de las redes de trata.
Un ví­nculo, el de la prostitución con la esclavitud sexual que, según los partidarios del nuevo abolicionismo, es prácticamente indivisible. Los que defienden el modelo nórdico afirman que quien vende su cuerpo nunca lo hace libremente. Que o lo elige, sino que se ve obligada a ello. Bien por las redes de trata o explotación sexual o bien empujada por la pobreza u otro tipo de desigualdad.

”La ley se basa en que es vergonzoso e inaceptable que, en una sociedad con igualdad de género, los hombres obtengan relaciones sexuales casuales con mujeres a cambio de dinero», afirma Kajsa Wahlberg, directora de la unidad sobre temas de trata de la policí­a sueca, quien incide en que su ley envió una ”seí±al» importante a otros paí­ses. Hoy, este nuevo abolicionismo se ha convertido en una parte importantí­sima de la polí­tica exterior sueca. Una marca’ del paí­s. ”La prostitución produce un grave daí±o, tanto a los individuos como a la sociedad», argumenta la detective, que remarca que quien paga por sexo no solo atenta contra la dignidad de las mujeres, sino que también está contribuyendo a que esa arquitectura criminal prolifere.
Wahlberg asegura que la ley ha funcionado: diez aí±os después de que entrara en vigor, el número de compradores de sexo habí­a descendido del 13,6% a menos del 8% de la población, según datos del Instituto Sueco. ”La norma tiene un objetivo disuasorio sobre los potenciales compradores de sexo. También ha servido para reducir el interés de diversos grupos o individuos de establecer actividades organizadas de prostitución en Suecia», aí±ade. Desde que entró en vigor, unas 6.600 personas —todos, salvo contadí­simas excepciones, hombres— han sido detenidas por comprar sexo o intentar hacerlo. De ellos, aproximadamente la mitad han sido condenados (aunque aún no están disponibles los datos de sentencias de 2015). Eso sí­, ninguno ha entrado en prisión. Para esquivar las rejas han pagado una multa de al menos un tercio de sus ingresos diarios durante dos meses.

Y esa, la falta de condenas graves es una de las principales crí­ticas a la ley que, según las estadí­sticas, tiene una gran aceptación social en el paí­s. Otra es que, en realidad, el sistema no acaba con la prostitución sino que la esconde y, por tanto, pone en una posición todaví­a más peligrosa y vulnerable a quien la ejerce.

Este es también el argumento fundamental de aquellos que se oponen a la nueva ley francesa. ”La penalización del cliente no beneficia a las trabajadoras del sexo, sino que las expone más a las violencias –tanto las de las redes como de la policí­a— y al aislamiento», sostienen desde Strass, uno de los colectivos de prostitutas de Francia —donde cálculos de las entidades sociales estiman que hay entre 30.000 y 40.000 meretrices— que más se ha movilizado contra la norma. Esta tampoco ha convencido a organizaciones sociales como Médicos del Mundo, que reclama que el abolicionismo lleva a las prostitutas a la clandestinidad y las deja a merced del cliente o de las mafias, y sostiene que la red prevista para ayudar a las mujeres a salir de la prostitución es demasiado precaria.

”Este modelo legal aboca a las trabajadoras sexuales, sobre todo las de la calle, a trabajar a las afueras de las ciudades, en zonas menos visibles y accesibles, donde la policí­a no pueda sorprender a sus clientes», argumentan en Tampep, un colectivo europeo de trabajadoras del sexo, que opinan que la penalización del cliente socava la autodeterminación de las prostitutas, refuerza el estigma y la discriminación hacia ellas.

A la luz de las estadí­sticas, la detective Wahlberg tiene razón: estrechar el cerco sobre el cliente ha reducido la prostitución en Suecia; al menos visiblemente. Antes de la ley, unas 600 mujeres vendí­an sexo en las calles de Estocolmo, según la policí­a. Actualmente son menos de diez. Sin embargo, los burdeles y las aceras se encienden ahora en Internet. Un campo mucho más difí­cil de controlar.

ABOLIR, PROHIBIR O REGULAR
En Europa conviven varios modelos

– Legalista. Holanda, Alemania, Dinamarca. En Holanda la prostitución está regulada como un trabajo desde el aí±o 2000. La ley obliga a los propietarios de los burdeles a pagar impuestos y la Seguridad Social de las prostitutas. í‰stas, que deben tener una licencia municipal, tienen derecho a Seguridad Social y a cobrar el paro. La misma situación que en Alemania. En Dinamarca, las prostitutas pagan impuestos pero no tienen paro ni Seguridad Social.

– Nuevo abolicionismo. Suecia, Noruega, Islandia. Suecia fue pionero, en 1999, en aprobar una ley contra la compra de servicios sexuales. Esta normativa prohí­be pagar por el sexo y penaliza al cliente con multas de prisión y económicas. Es un modelo actualmente en expansión.

– Alegalidad. Espaí±a, Italia. La prostitución es alegal en Espaí±a —sí­ está penado el proxenetismo–, donde dos de cada diez hombres admiten que han pagado los servicios de una prostituta (estudio de la Universidad de Comillas para el Ministerio de Sanidad). Sin embargo, algunas ordenanzas municipales la prohí­ben y multan tanto a los clientes como a las mujeres. Una situación similar a la de Italia, donde en los últimos aí±os han proliferado las situaciones que penalizan tanto la compra de sexo como la venta.

– Prohibicionista. En Hungrí­a la prostitución es ilegal. Se penaliza, sobre todo a la meretriz que ejerza en ”zonas protegidas». Ellas se enfrentan a multas o incluso a cárcel, al cliente solo se sanciona si ”acepta» los servicios de una menor.

elpais.com

Graciela Machuca

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