Caso José Eduardo: ¿fueron los policí­as estatales de Yucatán? | Artí­culo

0

El acalde de Mérida y el gobernador de Yucatán tendrí­an que reconocer, públicamente y con total humildad y transparencia, que el caso de José Eduardo ha desnudado la terrible crisis de violaciones de derechos humanos en sus policí­as -una crisis que, en el caso de la policí­a estatal, ha sido documentada ad nauseam-

Antonio Salgado Borge

18 de agosto 2021 7:36 pm
FUENTE: aristeguinoticias.com

Una narrativa emergente ha comenzado a cobrar fuerza en Mérida: la idea de que José Eduardo fue asesinado por policí­as estatales, y no por policí­as municipales.

Hasta hace algunas horas, eran sólo dos las narrativas principales las que se disputaban la atención del público.

De acuerdo con una, José Eduardo no fue violado y torturado por los policí­as municipales que le detuvieron. Abonan a esta hipótesis la declaración del alcalde de Mérida, Renán Barrera Concha, de que tiene registro de cada momento en que el joven estuvo bajo custodia de la policí­a municipal, y de que en ninguna parte de estos videos se observan torturas o violaciones. De acuerdo con Barrera, el joven salió caminando por su propio pie de las instalaciones de esa corporación, por lo que las agresiones habrí­an ocurrido después de la liberación de José Eduardo.

De acuerdo con la otra, José Eduardo fue violado y torturado por policí­as municipales de Mérida. Esta versión recibió un respaldo importante cuando, justo después de la defensa de Renán Barrera a sus policí­as, se filtraron videos donde se observa al joven ser sometido con uso excesivo de la fuerza y maltratado. Incluso un policí­a colocó su rodilla en el cuello de José Eduardo por un tiempo insoportablemente largo. Los videos terminan con imágenes del cuerpo inerte del joven dentro de una celda.

¿Por qué prestar atención entonces a la hipótesis de que fueron policí­as estatales quienes terminaron con la vida de José Eduardo? Dos piezas de evidencia ayudan a responder a esta pregunta.

a) La primera consiste en el registro en video de cada minuto que José Eduardo estuvo custodiado por policí­as municipales, desde su detención hasta su liberación, actualmente en poder de la Fiscalí­a General del Estado de Yucatán.

En estos videos se podrí­an observar hechos cruciales que por el momento no están disponibles para el público. Por ejemplo, que el joven habrí­a sido acostado en la batea de una camioneta de la policí­a municipal al ser detenido y transportado en menos de 15 minutos a las instalaciones de la policí­a municipal.

También se apreciarí­a que, después de recobrar el conocimiento, José Eduardo se incorporó y movió normalmente por su celda, se estiró, descansó, e incluso lavó su camisa. Las únicas muestras de daí±o fí­sico serí­an un moretón en su hombro y una ligera cojera.

Finalmente, los videos supuestamente registran el momento en que, 24 horas después de haber sido detenido, el joven es puesto en libertad y recibe una nueva camisa, pues la suya estaba recién enjuagada. Las grabaciones concluirí­an con José Eduardo saliendo descalzo de las instalaciones municipales, con sus zapatos en mano y con la prenda mojada encima de la seca que le fue entregada.

b) La segunda pieza de evidencia está constituida por una copia de la demanda que José Eduardo interpuso ante la Fiscalí­a General de Yucatán, vista por el autor de esta columna. Ahí­, José Eduardo afirma que fue detenido en la calle 47 del centro de Mérida (justo en los linderos que separan la zona de acción de la policí­a municipal y la policí­a estatal) y que fue interceptado por una patrulla anti-motí­n por lucir sospechoso.

La camioneta habrí­a sido negra y con distintivos amarillos (los colores caracterí­sticos de los vehí­culos de la policí­a del estado). José Eduardo habrí­a sido increpado por agentes vestidos de negro y con la leyenda ”policí­a estatal» bordada en su uniforme. Incluso se menciona los nombres de dos de estos agentes.

En su demanda, el joven afirma con claridad que fueron agentes de la policí­a estatal quienes lo ”amarraron como cochino» torturaron y violaron.

Si estas evidencias fuesen válidas y esta hipótesis se confirmase, la indignante y terrible historia de José Eduardo serí­a más compleja de lo que se ha apreciado en un inicio.

Resulta de la mayor relevancia notar que esta complejidad serí­a consistente con las evidencias que soportan a las dos narrativas originales. También acomodarí­a aparentes contradicciones, como la declaración del joven de los policí­as que le agredieron lo detuvieron simplemente por parecer sospechoso y los registros que indican que los policí­as municipales lo detuvieron tras una denuncia.

Para ser claro, la hipótesis que queda sobre la mesa es la siguiente. José Eduardo habrí­a sido detenido en dos ocasiones. La primera, por la policí­a municipal tras haber arrojado una piedra. La segunda, por la policí­a estatal por lucir ”sospechoso».

No hay duda de que la policí­a municipal maltrató al joven. Lo sometió con fuerza excesiva e incluso le colocó la rodilla en el cuello por un tiempo insoportablemente largo; pero no lo habrí­a torturado ni violado. Esto último habrí­a corrido por cuenta de la policí­a estatal de Yucatán (la principal violadora de derechos humanos en ese estado). La historia que José Eduardo contó a su madre y plasmó en su denuncia corresponderí­a a la segunda de estas detenciones.

Alguien podrí­a objetar que aun si esta hipótesis se confirmase, el acalde de Mérida y su policí­a deben pagar el costo de sus errores, fallas y malas decisiones. Como hemos visto, es claro que la policí­a municipal es responsable de maltratar a José Eduardo.

De confirmarse esta hipótesis, también serí­a evidente que Renán Barrera, probablemente por motivos polí­ticos, fue tibio en su manejo del caso de José Eduardo: con tal de no confrontarse con Mauricio Vila -el gobernador de Yucatán-, el alcalde de Mérida habrí­a barajado originalmente una versión descafeinada de hechos que eran de su conocimiento.

Pero esta objeción no tiene fuerza, pues la hipótesis de que policí­as estatales terminaron con la vida de José Eduardo es compatible con la idea de que la policí­a municipal de Mérida abusó de su poder y de que Barrera ha manejado mal este caso. Si bien es cierto que ambos elementos implican responsabilidades, de ello no se desprende que la nueva narrativa sea falsa.

También se podrí­a alegar que el simple hecho de considerar con seriedad la hipótesis emergente que hemos revisado implica caer en el forcejeo polí­tico entre Mauricio Vila, gobernador de Yucatán, y Renán Barrera, alcalde de Mérida. Es bien sabido que ambos gobernantes tienen aspiraciones electorales que podrí­an terminar seriamente lesionadas por su responsabilidad en el caso de José Eduardo. Mientras que Vila sueí±a con ser pre-pre-presidenciable panista, Barrera ambiciona con ser, contra los deseos de Vila, gobernador de su estado.

Pero a lo anterior se debe responder que en este caso es una obligación moral y legal conocer la verdad y lograr que se haga justicia para José Eduardo. Para ello, es indispensable analizar con cuidado todas las evidencias creí­bles disponibles, sin importar su origen o motivación o quiénes resulten perjudicados. En consecuencia, tanto los videos en poder de la Fiscalí­a como la denuncia de José Eduardo tendrí­an que ser revisados í­ntegramente por personas independientes y eventualmente abiertos a la ciudadaní­a.

En este contexto, la intervención del Presidente y de la FGR tendrí­an que ser considerados una buena noticia.

Gracias a una larga hilera de antecedentes, serí­a ingenuo suponer que la Fiscalí­a General del Estado de Yucatán cuenta con la capacidad o la voluntad de hacer una investigación verdaderamente independiente y de considerar con seriedad la hipótesis que se desprende de la narrativa que hemos revisado.

Esa fiscalí­a no sólo ha estado plegada al gobernador en turno, sino que también lo está su secretarí­a de seguridad. En este sentido, hay que tomar con mucha seriedad la acusación de inconsistencias en la investigación hecha por el abogado de los policí­as municipales inicialmente seí±alados (Reforma, 18/08/2021).

La intervención de instituciones federales es, sin embargo, insuficiente. Si Vila y Barrera verdaderamente tienen la intención de que se haga justicia, ambos tendrí­an que aceptar, tal como ha sugerido la abogada Kalycho Escoffié (Animal Polí­tico, 09/08/2021), que su actuar en este caso sea revisado y auditado por organizaciones de derechos humanos acreditadas.

Sólo así­ podrí­a despejarse cualquier sombra de complicidad que se desprende de la intervención de la fiscalí­a estatal y cualquier jugueteo polí­tico con que podrí­a intentar enturbiarse la investigación de la FGR; sólo así­ se podrí­a verificar cualquier hipótesis.

Pero, sobre todo, el acalde de Mérida y el gobernador de Yucatán tendrí­an que reconocer, públicamente y con total humildad y transparencia, que el caso de José Eduardo ha desnudado la terrible crisis de violaciones de derechos humanos en sus policí­as -una crisis que, en el caso de la policí­a estatal, ha sido documentada ad nauseam-.

Si este no fuese el caso, la filtración de videos no hubiese puesto el reflector en los policí­as municipales. Tampoco serí­a creí­ble suponer que José Eduardo pudo ser asesinado por policí­as estatales y que hubiese sido encubierto por el gobierno yucateco o por la Fiscalí­a General de ese estado.

En este sentido, el futuro polí­tico de Mauricio Vila y de Renán Barrera ha dejado de depender únicamente de su capacidad de eludir la responsabilidad en la muerte un joven que llegó a Mérida lleno de sueí±os y esperanzas.

Ambos gobernantes tienen ahora la obligación de demostrar que son capaces de reformar instituciones que, por el momento, recurren sistemáticamente a torturas y malos tratos. De lo contrario, resultará muy complicado convencer al electorado de que en sus futuros gobiernos no existirán ví­ctimas de cuerpos policiacos que terminen sufriendo la suerte de José Eduardo.

Facebook: Antonio Salgado Borge
Twitter: @asalgadoborge

FUENTE:

https://aristeguinoticias.com/1808/opinion/caso-jose-eduardo-fueron-los-policias-estatales-de-yucatan-articulo/

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *