Contracolumna

SLIM Y OTROS DINOSAURIOS DE LA MAFIA

JOSí‰ MARTíNEZ M.

A lo largo de mi desempeí±o como periodista me he enfrentado a innumerables intereses. Ahora me enfrento a uno de los poderes fácticos más poderosos del paí­s en su historia. El imperio de Carlos Slim. 

Hace ya 34 aí±os que publiqué con mis compaí±eros Carlos Ramí­rez y Alejandro Ramos el libro Carlos Salinas, el Candidato de la Crisis. Cuando Salinas asumió el poder descargó su furia contra el periódico El Financiero donde trabajábamos. La lí­nea crí­tica del rotativo irritaba a Salinas. Ordenó varias auditorí­as fiscales contra varios de mis compaí±eros, incluido el propio periódico y del director Rogelio Cárdenas Sarmiento. El mismo Carlos Ramí­rez se vio obligado a salir del paí­s para continuar escribiendo su columna Indicador Polí­tico, la más leí­da e influyente.

A sabiendas de lo que podí­a ocurrir con Salinas respecto a la publicación del libro en el que referí­amos lo que estaba por venir con el proyecto neoliberal, el Estado Mayor Presidencial confiscó el libro que presentamos en el Club de Corresponsales Extranjeros y el editor Fernando Valdés fue forzado por presiones de Salinas a no publicar una segunda edición.

Yo por motivos personales renuncié al periódico, pero en un viaje en 1990 con mis hijos por carretera sufrí­ un ”accidente». Un tráiler embistió el auto que conducí­a cuando me dirigí­a al estado de Sonora. Estuve a punto de perder mi vida y la de mis hijos. Todos acabamos en varios hospitales de Culiacán, pues el accidente tuvo lugar cerca de Guasave. Mi recuperación tardó más de un aí±o. Mi hijo —el menor de ellos duró casi un mes en estado de coma por las lesiones que pusieron en riesgo su vida. Dos de mis pequeí±as hijas sufrieron entonces diversas fracturas por politraumatismo. Rogelio Cárdenas fue a visitarme al hospital y el gobernador Francisco Labastida acudió también y me brindó el apoyo de su gobierno. Es la primera vez que hago público estos hechos, de los que confié en su momento a mi amigo y compaí±ero Jesús Blancornelas con quien me uní­a una entraí±able amistad y con quien trabajé como corresponsal en la ciudad de México durante casi tres lustros en el semanario Zeta de Tijuana.

Hace ya cinco lustros cuando concluí­a mis investigaciones del libro Las enseí±anzas del profesor. Indagación de Carlos Hank González, visité Costa Rica en varias ocasiones. La ví­spera publiqué una serie de artí­culos en el periódico La República de ese paí­s centroamericano que entonces dirigí­a Julio Suí±ol. 

Suí±ol quien falleció en enero de 2010 y yo nos hicimos amigos. í‰l era una celebridad en Costa Rica y gozaba de un prestigio internacional. Cuando publicó su libro Robert Vesco compra una república, le costó un atentado. Afuera de su casa fue estacionado un coche-bomba cuya explosión dejó heridos a varios de sus hijos, uno de ellos Fernando quien a causa de la estruendosa detonación lo dejó sordo de un oí­do. 

Vesco era un fugitivo financiero estadounidense que se habí­a escondido en Costa Rica al que Suí±ol puso bajo su lupa periodí­stica. Vesco terminó prisionero en Cuba, donde se fue a esconder luego del atentado a Suí±ol. En Cuba fue detenido y condenado a 13 aí±os de prisión, donde supuestamente murió de cáncer de pulmón, aunque el New York Times publicó que Vesco fingió su muerte luego de negociar con el gobierno de Fidel Castro la entrega de varios millones de dólares de su fortuna hecha a base de innumerables fraudes financieros.

En Costa Rica la Asamblea Legislativa (como se le conoce formalmente al Congreso) a través del diputado Walter Robinson me citaron a comparecer como testigo del proceso que se le seguí­a al profesor Hank y a su consuegro Roberto González Barrera por delitos de lavado de dinero y crimen organizado, temas que yo habí­a abordado en el semanario Zeta y el periódico La República.

Por supuesto que me negué a participar como protagonista de ese escándalo que involucraba también a Jorge Hank Rhon por promover clandestinamente juegos de azar en Costa Rica donde los casinos estaban prohibidos. Yo publiqué mi libro en donde los órganos financieros y de seguridad nacional de Estados Unidos en una investigación del Departamento del Tesoro y el Servicio de Aduanas ponen a los Hank por sus ví­nculos con los cárteles de las drogas de los Arellano Félix y el Seí±or de los Cielos, como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Parte de esa historia la publiqué en la revista Proceso como parte de un adelanto de mi libro publicado por la editorial Océano.

El Profesor me citó en su oficina en las Lomas de Chapultepec alarmado por la publicación en puerta de mi libro. No me dejé seducir e intento vanamente a través de su amigo y socio Manuel Gurrí­a Ordóí±ez y del secretario de éste, Alfredo Estematius, quien a su vez pasó a ser secretario particular del gobernador de Michoacán Ví­ctor Manuel Tinoco Rubí­.

Cuando realicé la investigación de Elba Esther Gordillo en el libro titulado La Maestra y publicado en el 2003, recibí­ también presiones para que no se publicara y me ofrecieron a cambio una ”compensación» millonaria. No accedí­ a la petición de sus enviados. A través de sus ujieres recibí­ un mensaje de La Maestra quien elogió mi rechazo a su dinero y con enorme sensibilidad polí­tica agradeció la atención de enviarle un par de ejemplares para someter a su consideración cualquier crí­tica sobre mi trabajo.

En el caso de Slim —en el libro que preparo sobre la Concesión— haré algunas revelaciones sobre la intromisión en mi trabajo de parte del magnate de las telecomunicaciones. Cuento ahora, una de ellas, Jacques Rogozinski (responsable de las privatizaciones salinistas) y Carlos Slim pretendí­an que yo fuera testigo en una demanda contra los académicos de la Universidad de Harvad y el MIT, James A. Robinson y Daron Acemoglu, autores del libro Por qué fracasan los paí­ses (Why Nations Fail), dónde cuestionan el imperio de Slim. 

Estaremos atentos a los coletazos del dinosaurio de las telecomunicaciones.

Graciela Machuca

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