Quintana Roo: Alma la nií±a que decidir donar sus órganos

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SIPSE
CANCíšN, Q. Roo.- El espí­ritu aventurero de Alma nunca la detuvo: saltó del trampolí­n más alto, se aventó al cenote más profundo, se colgó de cabeza entre la selva, vio la última pelí­cula de terror y, en su aventura final, quiso volar muy alto y trascender a la vida entregando su luz a otros nií±os como ella, que soí±aban con reí­r, jugar y sobre todo vivir intensamente.

”A mi nií±a siempre le gustó ayudar, no importaba si con ello donaba sus pertenencias, y cuando veí­a a personas con alguna discapacidad pidiendo dinero, me decí­a: ”Mami, ayudémoslo… ¿cómo va a estar sin dinero?, lo necesita más que nosotras»… Y así­, incontables veces le ganaba el corazón», recuerda Vanesa, su madre, quien, con orgullo, recordará por siempre a su hija amada.

Aunque también sea inolvidable aquel dí­a cuando, de pronto, un intenso dolor de cabeza estremeció las entraí±as de Alma; fueron apenas unos minutos, y la luz se le apagó: la pequeí±a cerró sus ojos al exterior, pero no los de su corazón, ése que latí­a todaví­a tan fuerte que anunció su última misión: ser donadora de órganos.

Sin saberlo, Alma se convirtió en la más pequeí±a donadora de órganos en la historia de Quintana Roo.

Hoy Vanesa le llora la ausencia de la hija más pequeí±a que Dios le prestó; sí­, sus ojos diluvian por Alma, por su ”mamita chiquita» como la pequeí±a le decí­a cada vez que la recibí­a, al llegar del trabajo.

Una explosión de amor y energí­a
”…Vi a mi hija cómo fue apagándose y nada pude hacer, traté de hacerla reaccionar, pero no regresó, se me fue de la misma forma como partió su padre hace nueve aí±os, y entonces, en ese momento, comprendí­ que serí­a el final», sollozó.

Alma era una explosión de amor y energí­a, una nií±a feliz de espí­ritu aventurero y de buen corazón, tan grande que le decí­an que no le cabí­a en su cuerpo.

Apenas una semana atrás, se le vio festejando a su tí­o favorito, Jorge, quien la recuerda conviviendo con otros nií±os de su edad: bailó, jugó, saltó, corrió, cantó como nunca, como si supiera que su tiempo se detendrí­a pronto, y entonces lo vivió al máximo; sin duda su alegrí­a fue mi mejor regalo» dijo conmovido su tí­o Jorge.

”Pensaba que mi hija se iba a salvar»
En el dí­a trágico, los médicos informaron que ya nada podí­a hacerse: el diagnóstico era muerte cerebral.

”Pensaba que mi hija se iba a salvar, le pedí­ tanto a Dios que me la dejara, aunque tuviera que cambiar mi vida entera, salirme de trabajar, sin embargo, esa luz de esperanza se apagó».

Los médicos se acercaron a la familia para externarles la posibilidad de que los órganos de Alma fueran donados a otros nií±os y así­ salvarles la vida; entonces todo fue claro: mi amor de madre recordó su espí­ritu solidario, y que su propósito, incluso en los últimos momentos fue donar su propia vida.

Vanesa contó que al salir de la cirugí­a en la que procuraron los órganos de su pequeí±a, sintió mucha paz en el corazón, supo que los cuatro nií±os recibieron con éxito los rií±ones y córneas de Alma; ”fui valiente como Alma, me enseí±ó a valorar, y a que debemos ayudar para ser felices».

Graciela Machuca

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