Desperté, como todos los dí­as, con la tranquilidad de saber que no estoy solo en este mundo. Desde el dí­a de mi nacimiento, un ser especial se ha encargado de estar a mi lado — no siempre fí­sicamente, pero si conmigo — en las buenas y en las malas, apoyándome, levantándome, ayudándome a sacar lo mejor de mí­ y poder cumplir con las exigencias del dí­a a dí­a.
Difí­cil labor le encomendó el supremo creador (si somos religiosos) a las mujeres; complejo trabajo le encomendó la vida a la mujer (si no creemos en la religión) como sea, en algo coincidimos, son ellas las encargadas de mantener el orden en nuestro mundo cada vez más complejo, son ellas las que, con su paciencias y determinación, han convertido el mundo laboral en un espacio de crecimiento y competencia leal para poder acceder a los puestos más altos…. Sin ellas luchando contra la burocracia, contra las injusticias, contra los malos tratos o, inclusive, contra el acoso, nosotros difí­cilmente hubiéramos levantado la voz y exigido algo más justo y benéfico.
Sin embargo, hoy, no pretendo engrandecer el trabajo laboral que realizan las representantes de la belleza en este mundo, ¡NO! Hoy quiero hablar del trabajo que calladamente realizan en sus hogares, ahí­ donde el silencio y el compromiso con ellas mismas se demuestra en las extensas jornadas de dí­a a dí­a. Es en el hogar, cumpliendo la función que le corresponda, donde evidencian esa grandeza con la que fueron dotadas. Su compromiso social como hijas, hermanas, esposas, madres o  compaí±eras ocultas, va mas allá de simplemente estar en cualquier parte; ellas, casi siempre, dan un buen consejo, apoyan al hermano necesitado, lloran las lágrimas que nosotros preferimos tragarnos, administran el dinero con prudencia, se sacrifican por los hijos, curan las enfermedades, sirven de terapeutas al compaí±ero sentimental o los hijos, ayudan a desestresar a los que las rodean, muestran una coraza de hierro – aun cuando por dentro son de papel – Ellas, las que tienen la oportunidad de, en su vientre, acunar el milagro de la vida…
Dice un chiste machista:
– ¿Qué hace una mujer entre una secadora y una lavadora?»
– Respuesta: Posando para una foto familiar.
Que quede claro que no estoy de acuerdo con ese chiste. Pero nos evidencia algo, las mujeres son las que mantienen el hogar, desde lo fí­sico hasta lo psicológico. El Gran Creador no hizo a la mujer de la costilla para hacerla menos, sino para que siempre sepamos que una mujer debe estar a nuestro costado, no al frente o atrás, a nuestro lado, caminando con nosotros.
Sea cual fuere la función que le haya tocado realizar en este mundo, consiente estoy -con fe lo digo – se que lo harán de la mejor manera.
Si en tu vientre no huera estado,
Difí­cilmente pudiera haber aprendido
A amar como ahora amo,
Porque de ti tomé el sentimiento,
De ti me robé los sentidos,
Por ti sé lo que es vivir.
De tu mano comenzaron mis primeros pasos,
Y a pesar del tiempo y el espacio,
Sigues mi andar guiando,
Aunque ahora me dejas volar solo,
Y celebras que surque los cielos,
Aunque juntos no podamos estar.
Madre mí­a que siempre sonreí­as,
Aún cuando me reprimí­as,
Hoy cualquier agradecimiento poco serí­a,
Ante la grandeza que como mujer me has podido demostrar…

M.A. Eduardo Ariel Herrera Avila

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *