La noticia dice que una mujer se suicidó en Playa del Carmen.
La violencia feminicida provoca severos daí±os. Lastima la vida de las mujeres que humilladas parecen no tener salida.
Cuando se habla de violencia feminicida, las estadí­sticas nos parecen frí­as, la realidad nos dice que detrás de cada número hay una vida humana, la existencia de una mujer.
De un tiempo a la fecha, las organizaciones feministas pusieron el dedo en la llaga, en la vieja herida de la violencia de género que se comete contra las mujeres, que es más generalizada de lo que la opinión pública pudiera pensar.
Esas estadí­sticas nos muestran, que en 2009, fueron las mujeres de Quintana Roo las que mayor violencia de género sufrieron: 32 de cada 100 mujeres; le siguieron Coahuila y Nayarit con 28 de cada cien, Oaxaca con 27.5 y Tlaxcala con 20 mujeres maltratadas de cada cien.
Estas frí­as cifras, también nos dan un promedio: una de cada tres mujeres mexicanas han sufrido violencia alguna vez y me refiero a toda clase de violencia (psicológica, fí­sica, sexual, emocional, económica, verbal y otras). Por otra parte, la violencia de pareja afecta al 21 por ciento de las mexicanas de manera permanente.
Sí­, el hogar, el ”dulce hogar» se convierte en el espacio donde más  violencia se ejerce contra las mujeres de todas las edades; le siguen el trabajo, la calle o la escuela y son agredidas por el hecho de ser mujeres, en actos horribles que suceden en las sociedades por avanzadas que se declaren, debido -de manera fundamental- a un fenómeno social que se llama machismo.
El machismo  es una construcción social no natural, que refuerza la desigualdad entre mujeres y hombres, se basa en una supuesta superioridad masculina, errónea creencia que los hace sentir dueí±os de las vidas de las otras y a ellas dependientes de los otros aún en las peores circunstancias. Las especialistas explican que a las mujeres se les enseí±a a obedecer y a ellos a mandar. Una condición social que refuerzan,(por supuesto que las religiones han tenido un alto porcentaje en esta concepcion social) en todos los tiempos de la historia de la humanidad, las instituciones sociales según convenga.
Sin embargo, tenemos que mirar el problema y reconocer que es grave. Cuando las mujeres viven en violencia no tienen calidad de vida, se destruye todo, la personalidad termina por desdibujarse, se hace cachitos y lo más terrible es que esa violencia, consentida por siglos y aún permitida, cobra vidas. Se consciente cuando no hay respuesta del Estado hacia las mujeres violentadas y se permite cuando la cultura en general sigue perpetuando dos roles de superioridad para ellos y de inferioridad para ellas, los cuales se repiten cuando los libros de historia oficial borran a las mujeres; cuando las imágenes de los medios las utilizan como objetos y no como sujetos; cuando no existe paridad en las instituciones de gobierno; cuando el lenguaje las sigue minimizando, ocultando y discriminando…
Entre octubre de 2006 y diciembre pasado casi cuatro mil mujeres fueron asesinadas, una mayor parte por violencia familiar y un siete por ciento fueron ejecutadas ”cayeron abatidas en enfrentamientos entre grupos del crimen organizado o las mataron traficantes de personas, de acuerdo con estadí­sticas de la Secretarí­a de la Defensa Nacional (Sedena)» (Diario La Jornada 16/11/09).
Otro problema que genera la violencia de género contra las mujeres y que habí­a sido omitido, se invisibiliza principalmente porque revela una de las peores caras de la sociedad patriarcal, es la relación directa que tiene la violencia contra las mujeres y el suicidio.
La violencia autoinfringida, que para muchas personas e instituciones es una puerta falsa, se convierte en la única puerta de salida para las mujeres a las que el maltrato machista les va mermando el ánimo, la esperanza, la posibilidad de encontrar un camino diferente hacia la felicidad que tanto nos enseí±an a perseguir y no a conseguir en cada minuto de nuestra existencia, sin depender de nadie ni de nada.
Tampoco se nos dice en la casa ni en la escuela, ni en ninguna otra parte, cómo saltar de los escenarios de agresión, desde la verbal hasta la fí­sica, de la emocional a la económica, para liberarnos de esas violencias, por el contrario socialmente se perpetúa y legitima. Se perpetúa con frases que dicen que vivir bajo la violencia es ”nuestra cruz» y que con ella se tiene que cargar, lo que es falso. Se infunde temor con aquello de ”lo que Dios ha unido no lo separa nadie» y que lo contrario será vivir en pecado u ofender a ese dios (varón supremo). Otras instituciones legitiman  la violencia al otorgar carta de impunidad a los agresores, que en la mayorí­a de los casos no son castigados o al crear leyes que condenan a las mujeres a sostener un embarazo aún cuando éste haya sido producto de una violación sexual.
Es urgente atender la salud de las mujeres en todos los ámbitos, uno de ellos el emocional provocado por la agresión permanente por el hecho de ser mujeres y que para nuestra información cobra miles de vidas cada aí±o, La media nacional (cifras frí­as) revelan que 1.7 mujeres se matan por cada 100 mil mujeres mayores de 10 aí±os, sin embargo, esas mismas estadí­sticas oficiales nos dicen que en 18 entidades del paí­s la media nacional es rebasada y que Quintana Roo tiene una tasa de 3.1 por cada 100 mil, es la más alta. Sin duda, las autoridades sanitarias, tienen ahí­ un grave problema, un problema urgente que atender.

Premio Nal. de Periodismo 2006

Soledad Jarquí­n Edgar

Graciela Machuca

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