dr. eduardo ariel herrera avila

Era una tarde clásica de prima- vera, el calor destrozaba las pro- puestas que mi cerebro enviaba a mi cuerpo y que tení­an que ver con moverse. Intenté leer el periódico para aplacar las malas ideas que seguí­an llegando a mi cerebro y que se trataban sobre moverse bajo el inclemente sol; sin embargo, apenas puse frente a mis ojos la portada del perió- dico, me arrepentí­ de haberlo hecho, parecí­a que estaba frente a la versión moderna de la porta- da de alguna de las maravillosas novelas de Edgar Allan Poe o, tal vez, frente a un promocional de una nueva carnicerí­a que se atreví­a a mostrarnos, sin algún reparo, los productos que ofrece.

Mi mente, inmediata- mente, dejó a un lado esas ideas de mandarme a la calle (lo cual mi cordura, que tení­a la idea de que me enfermarí­a con algún tipo de cáncer de piel, agrade- ció) y comenzó la búsqueda de momentos que pudieran hacerme olvidar el reguero de sangre y carne que ahora mi mente insis- tí­a en recrear cada que cerraba los ojos. Comencé haciendo un recordatorio de las efemérides de este mes, sin embargo no fue lo más adecuado ya que la mayorí­a de las que recordé tení­an que ver con el deceso de los consi- derados ”personajes históricos» de nuestra nación. Dejé las efemérides y comencé a recordar vivencias de mi infancia y… ahí­ comenzó a dibujarse una sonrisa y mi cabeza se moví­a de un lado a otro como afirmando increduli- dad… poco a poco fui olvidando esas ideas sangrientas y las imá- genes fueron tornándose más en color de rosa y llenas de sonrisas y momentos de felicidad.

Recordé que junio era el mes en el que mis padres vieron su relación de pareja consoli- darse al escuchar los llantos incesante y a todo pulmón de mi hermana (mismos que hasta el dí­a de hoy siguen escuchándose en determinados momentos), ese 21 de junio se volvió inolvida- ble… ya estaba legalmente cons- tituida la familia Herrera-Avila, la cual crecerí­a con dos integrantes mas, pero esa será otra historia.

Pese a que ese momento fue de enorme significancia para el crecimiento poblacional de nuestra nación, en realidad lo que generó las sonrisas fue re- cordar todos esos momentos que compartimos con nuestro Seí±or Padre y que marcaron nuestro destino.

Pero, tratando de no desviarme del tema, recordé que estábamos en el mes de junio y , que este mes, habí­a sido ele- gido por los mercadólogos para enjorquetarnos un dí­a de venta nacional bajo el argumento de ser ”Dí­a del Padre». Exactamen- te no se que domingo del mes de junio fue el elegido, pero me bastará con mirar los comercia- les durante no más de 5 minutos para que me lo recuerden, sin embargo, el dí­a de hoy me doy cuenta de lo importante que fue nuestro padre en la conformación de nuestros ideales y nuestra forma de ser… lo cual me llevo a considerar que es necesario ponerle más atención a este dí­a o pasará, como muchas cosas en la casa, siempre desapercibido porque se trata de él.

La madre, es sumamente importante en nuestra tradición festiva, a ella se dedican festiva- les, se les da el dí­a en el trabajo (a las que cuentan con un patrón que las entiende y aprecia), pero al pobre padre… ¡¡¡NADA!!! Solo se les da un domingo, que ex- traí±amente es el único dí­a en el que puede mirar los partidos de futbol sin que lo estén atosigan- do, puede beber unas cervezas con el compadre o los amigos sin que le griten borracho, que se puede dar el lujo de no laborar ar- duamente como lo hace todos los dí­as sin que le digan hue… digo, flojo… Pero ese dí­a, ese maravi- lloso dí­a de la semana, ahora será el dí­a que se festeje… creo que serí­a mucho mejor si se pasará a un dí­a entre semana.

Pero bueno, en realidad mis sonrisas fueron producto de la emoción de saberme protegido (a pesar de los aí±os que tengo) por una persona capaz de dar la vida por mi si fuera necesario, por una persona que fue capaz de predicar con el ejemplo y que creyó en todo lo que un dí­a podrí­a lograr (a pesar de no haberlo logrado)… de saberme amado… y pensé en todas esas personas que aparecen destaza- das en los diarios… los imagine sin un padre que los reprenda, sin esa mano fuerte que les vaya guiando el camino, sin el amor que tanto se necesita al momen- to de tener dudas… Agradezco al Eterno creador, Al altí­simo, Al Gran Arquitecto del Universo, A Dios (como quieran llamarle) por haberme provisto del padre que me dio… espero poder ser un mejor padre que él, aunque la medida la puso alta… Feliz Dí­a del Padre… no olviden serlo para sus hijos.

Graciela Machuca

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