La indignante violencia: Letras violeta

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La frecuencia con la que los medios de comunicación reportan la violencia contra las mujeres en ocasiones nos llena de indignación, ese sentimiento que se define como ”intenso enfocado que provoca un acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial», sin embargo, muchas veces, esa información se convierte solo en una nota informativa más.
Eso es precisamente lo que no debe pasar con las personas que conformamos un grupo social. Si dejamos de indignarnos frente a este tipo de violencia, porque consideramos natural que los hombres golpeen, violen o asesinen a las mujeres, habremos perdido nuestra parte más humana y la única que nos hace diferentes e identifica de los demás seres que habitan el planeta y, a pesar de ello, lamentablemente todos los dí­as ocurren este tipo de actos.
Las estadí­sticas, cuando existen, son brutales. Hace unos dí­as escribí­ en una crónica, que conocer estos datos, me hielan el alma como ciudadana, pero como mujer me siguen indignando aún cuando sucedan a miles de kilómetros de donde me encuentre. Perdón que es- criba en primera persona, pero como yo, pienso, es muchas la gente que creemos que la violencia como la que se ha conocido se cometió contra una mujer de Carrillo Puerto que trabaja como mesera, posiblemente violada, golpeada y arrojada en una calle, como basura en una bolsa de plástico, nos debe llamar a exigir justicia en contra de quienes hayan cometido ese crimen.
No se puede dejar pasar un hecho de esta naturaleza. Como ha que- dado el caso de Sara Ferral Pacheco y estamos obligadas y obligados a pedir que haya justicia porque de lo contrario podemos condenarnos como sociedad, porque si el gobierno no cumple con su responsabili- dad de investigar, la falta de justifica favorece la impunidad y con ello la ocurrencia de este tipo de hechos aberrantes y vergonzantes. Si hace- mos como que nada pasa, podrí­amos arrepentirnos en el futuro cuando este alcance a nuestras hijas, hermanas etc.
Como ciudadaní­a estamos obligados a vigilar que el Gobierno cum- pla con su deber constitucional de proteger la vida y la libertad de las mujeres, su derecho a vivir libres de violencia como dicen las leyes que sobre el tema rigen este paí­s.
El ejemplo de cómo una sociedad debe luchar nos las dieron las madres y otros familiares de las mujeres asesinadas y desaparecidas en Ciudad Juárez, Chihuahua, desde 18 aí±os. Su lucha emblemática, aunada a la emprendida por el feminismo desde hace más de tres dé- cadas, llevaron a determinar dos conceptos fundamentales: la violencia feminicida y el feminicidio.
De esta forma, hoy la sociedad civil organizada en sus municipios, ciudades o en estados del paí­s han iniciado un conteo de estos hechos lamentables, que como también escribí­ en esa crónica como resultado del movimiento Totalmente Indignadas, ”han llenado de cruces el paí­s entero».
Las malas noticias nos dicen que Quintana Roo está atravesado por el detestable crimen de la trata de personas y es uno de los 15 estados que se han convertido ”en focos rojos de trata de personas, mutilación y asesinato», junto con Veracruz y Acapulco, dicho por el Observatorio Nacional del Feminicidio, en una conferencia recién realizada en la capital mexicana.
Lo sucedido a esta mujer de Carrillo Puerto, ahora una sobreviviente de la violencia feminicida, nos pone frente a una realidad contundente: no se trata de un hecho aislado y, reitero, debe preocuparnos y ocupar- nos como ciudadaní­a.
El mismo Observatorio Nacional del Feminicidio reveló que de acuerdo a organizaciones no gubernamentales nacionales y extran- jeras, entre enero de 2010 y junio de 2011 desparecieron tres mil 286 mujeres en Chihuahua, Nuevo León, Jalisco, Quintana Roo, Hidalgo, Estado de México, Coahuila y Veracruz. De nueva cuenta Quintana Roo aparece en ese mapa que hoy nos habla de una realidad detestable y ante la que es necesario indignarnos.
Esta violencia, seí±ala el Observatorio, se agravó debido a la lucha del gobierno federal contra el crimen organizado, sin duda que sí­ y en esa guerra hoy, cinco aí±os después, es importante decir, ninguna entidad del paí­s se escapa y volvemos a una realidad terriblemente machista, donde las mujeres son ”botí­n de guerra», objetos usables y desechables para el ”servicio» del crimen organizado, como ha sucedi- do en la historia humana.
Pero, también hay que recordar que esta violencia es una constante aún en las más apacibles comunidades porque está atravesada por el componente de género, es decir, a las mujeres se considera objetos por el hecho de ser mujeres, porque para muchos hombres, las mujeres, no tienen posibilidades ni derechos y, por tanto, son usables y desecha- bles, como lo muestra la conducta de quienes de forma increí­ble lesio- naron la libertad y la vida de esta mujer una madrugada de diciembre pasado.
Reitero la violencia contra las mujeres no es una asunto natural, se ha construido a lo largo de la historia de la humanidad y se fomenta to- dos los dí­as, a partir de la desigualdad que permea las relaciones entre varones y mujeres, que muchas veces se sigue permitiendo y fomentan- do en la casa, la escuela, las iglesias, los medios de comunicación.
Debemos tomar conciencia de estos hechos y no permitir que siga pasando para evitar que en el futuro esa violencia toque la puerta de nuestras propias familias, ya de por sí­ cruzada por otros tipos de violen- cia de género.

Graciela Machuca

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