El fallido plan de Stalin en México

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Documentos recientemente desclasificados a instancias de The National Security Archive con sede en Washington revelan detalles de la llamada Operación Gnomo. Se trató de un plan tramado por José Stalin y Laurenti Beria, siniestro jefe de la KGB, para rescatar de la cárcel mexicana de Lecumberri a Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky. Los pormenores del plan, expuestos ahora en estas páginas, reúnen los elementos de una novela de espí­as, aderezada con intrigas, pugnas y maquinaciones orquestadas por los servicios secretos soviéticos y en la que participaron conocidos mexicanos.

MONTERREY, N.L. (Proceso).- Ramón Mercader, quien se ocultaba bajo el nombre de Jacques Mornard, abandonó su departamento del Edificio Ermita alrededor de las 15:00 horas para abordar su lujoso Buick y tomar la Avenida Revolución rumbo a Coyoacán. A pesar del atardecer soleado y caluroso, portaba una gabardina sobre su fino traje de casimir. En una de las bolsas llevaba una carta donde ”confesaba» sus motivos para el crimen que iba a cometer. En otra parte de la prenda ocultaba una daga y en la bolsa del pantalón una pistola. En el forro de la gabardina escondí­a un piolet al cual le recortó el mango y podí­a sacarlo con facilidad para atacar a su ví­ctima.

Su auto era escoltado por otro vehí­culo donde viajaban su madre y el amante de ésta. Los amantes, quienes se habí­an conocido en el fragor de la Guerra Civil espaí±ola, confiaban en que todo marcharí­a de acuerdo con los planes. El método que se utilizarí­a para perpetrar el asesinato ya habí­a mostrado su eficacia para eliminar a un diplomático en la embajada soviética de Teherán.

Al llegar al suburbio de Coyoacán, los autos se enfilaron hacia la calle Viena, una de las últimas del pueblo que corre paralela a Rí­o Churubusco. Al tomar esa calle sólo uno continuó. Mornard pasó frente a la caseta de los policí­as que resguardaban la residencia que recién se habí­a remodelado para convertirse en fortaleza.

Estacionó el vehí­culo frente a la casa, pero tomó la precaución de dejarlo enfilado rumbo a la salida.

Los guardias del interior lo reconocieron, lo saludaron y activaron los mecanismos que abrí­an el pesado portón principal reforzado con placas de acero.

Los amantes estacionaron su auto unas cuadras atrás, desde donde podí­an observar los movimientos en la fortaleza. Su nerviosismo se agudizaba conforme transcurrí­an los minutos. Al poco rato la madre estalló en crisis cuando escuchó las sirenas de ambulancias y patrullas que se aproximaban a toda velocidad a la casa. Tras de un periodo de zozobra y angustia vieron salir de la fortaleza a Jaques, sangrando de la cabeza y arrastrado por policí­as.

Después de calmar a Caridad Mercader, Leónidas Eitingon la convenció de que habí­a llegado el momento de huir de México. Previamente habí­a hecho los arreglos para escapar por barco; su amante rumbo a Cuba y él tomarí­a un vapor hacia la Unión Soviética. Debí­a enfrentar las consecuencias de su ”fracaso» al frente de la Operación Pato, la más importante misión ordenada por José Stalin, máximo lí­der del soviet supremo.

Al poco tiempo se enteró de que el plan no habí­a fracasado en su totalidad: León Trotsky murió en el hospital un dí­a después del atentado, pero Mornard quedó preso.

La misión

Los amantes volvieron a reunirse para viajar a la Unión Soviética. Ahí­ Caridad recibió a nombre de su hijo la medalla ”Orden de Lenin» que le otorgó Stalin, reconociéndolo como héroe de la Unión Soviética. Durante un par de aí±os disfrutó de la hospitalidad soviética hasta que se enteró que su hijo, Ramón Mercader, era sacado dos veces al dí­a de su celda de la prisión de Lecumberri para golpearlo a fin de que confesara su verdadera identidad. El preso soportaba las torturas estoicamente sin confesar nada que revelara sus antecedentes.

Fue entonces cuando la angustiada madre removió todos los cí­rculos polí­ticos de Moscú para regresar a México y sacar a su hijo de la cárcel. Stalin y Laurenti Beria, a la sazón jefe de la KGB, consideraron que un héroe de la Unión Soviética no deberí­a recibir ese trato y autorizaron la Operación Gnomo para orquestar el escape de Ramón Mercader de la principal prisión mexicana. Al frente nombraron de nuevo a Leónidas Eitingon.

La nueva misión fue calificada como de máxima prioridad por el dictador soviético. Incluso ordenó, en medio de la Segunda Guerra Mundial, que la URSS abriera una embajada en México, un paí­s con el que no tení­a relaciones comerciales. Desde la nueva sede se realizarí­a espionaje en torno a las investigaciones de Estados Unidos sobre la bomba atómica, y también proporcionarí­a cobertura diplomática a los agentes que sacarí­an a Ramón Mercader de prisión.
Los detalles de esa operación se conocieron gracias al contraespionaje de los servicios de inteligencia estadunidenses, quienes, mediante un proyecto denominado Venona, interceptaron y descifraron durante varios aí±os los mensajes encriptados que mantení­a Moscú con sus sedes diplomáticas de América del Norte.

La embajada soviética en México comenzó sus actividades a finales de 1942 y los preparativos para la Operación Gnomo se iniciaron durante los primeros meses del siguiente aí±o. Leónidas volvió a establecer su centro de operaciones en Nueva York y Caridad regresó a la Ciudad de México.

El hombre seleccionado por Eitingon para organizar la fuga de Ramón Mercader fue el abogado Juan Gaytán Godoy, un personaje cercano a Alejandro Carrillo Marcor, exsecretario particular del presidente Lázaro Cárdenas, y del lí­der obrero Lombardo Toledano.

En el plan fueron involucrados Pablo Neruda, cónsul general de Chile en México, Adolfo Oribe Alba, titular de la Comisión Nacional de Irrigación, y un grupo heterogéneo de miembros del Partido Comunista que ya habí­an colaborado en el primer intento fallido para asesinar a Trotsky, encabezado por David Alfaro Siqueiros.

En mayo de 1943 se enviaron mensajes cifrados entre Moscú, Ciudad de México y Nueva York. Se referí­an al plan para la fuga como una ”cirugí­a»; Lecumberri fue denominado ”El hospital», el prisionero era ”el paciente», Ramón Mercader también era identificado como ”Gnomo» y la República Mexicana era ”La Campií±a».

Para finales de diciembre de 1943 el segundo secretario de la embajada soviética, Pavel Klarin, anunció que ”la operación quirúrgica se realizarí­a en cuatro dí­as». Se pretendí­a sacar al paciente a una audiencia ante el Ministerio Público y en la ruta serí­a rescatado, en complicidad con celadores y funcionarios del ”hospital», pero para ello necesitaban que Moscú enviara, ”sin demora» 20 mil dólares para comprar a los cómplices.

Un cable enviado a Moscú el 29 de diciembre precisaba los detalles: ”Gnomo será disuelto (trasladado) del hospital (Lecumberri) a la Bodega (una agencia del Ministerio Público)». Detallaba que Mercader serí­a llevado por una calle sin tráfico y que el convoy se detendrí­a en un punto acordado, donde el nivel de vigilancia policiaca era mí­nimo. Tras la fuga, Ramón serí­a llevado en un automóvil y entregado a los agentes rusos que lo sacarí­an del paí­s por barco rumbo a Cuba.

Debido a que los 20 mil dólares, una fortuna para la época, nunca llegaron, la ”cirugí­a» programada para ”el paciente» se pospuso. Para el primer semestre de 1944, la Operación Gnomo se enredó en intrigas, disputas y ambiciones de los involucrados en México.

Un mensaje enviado de México a Moscú, el 14 de marzo de 1944, da cuenta de las maquinaciones entre los participantes, ya que Juan Gaytán Godoy querí­a mantener el control de la operación y se oponí­a a otros planes orquestados desde la embajada soviética en México.

Para finales de marzo de ese aí±o se estableció otra fecha para la huida. Se programó para el 8 de abril, ”cuando las condiciones estarán más relajadas y la vigilancia de los custodios será laxa», por las fiestas de Semana Santa.

”Tomando en consideración las ventajas de esa fecha examinamos la posibilidad de la cirugí­a con la ayuda de un celador de rango. En caso de que no tengamos éxito conseguiremos otro.»

Uno de los ”celadores de rango» que facilitarí­a la fuga se habí­a hecho muy amigo del paciente. Se llamaba Pedro. Muchos aí±os después, Ramón Mercader le dedicó un libro que se editó para su defensa. El texto manuscrito para su ”camarada Pedro» está firmado como Jaques.

Otro despacho a Moscú enviado por el secretario de la embajada subrayó que era necesario adelantar la fecha de ”la cirugí­a» debido a que la posición de un doctor que tení­an en el hospital era ”cada vez menos favorable».

Fracaso

Luego de tres aí±os de permanecer en Lecumberri se habí­an suspendido las dos palizas diarias que recibí­a Mornard para que revelara su identidad. í‰sta fue descubierta gracias a uno de los amigos de León Trotsky, Julián Gorkin, periodista y polí­tico espaí±ol quien colaboró con Leandro Sánchez Salazar, jefe del Servicio Secreto mexicano que investigaba el crimen del exiliado ruso.

Gorkin, lí­der del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), en Barcelona, supo de Ramón Mercader cuando visitó esa ciudad. Conoció que luchó en el frente de Aragón durante la Guerra Civil Espaí±ola y lo reconoció cuando los periódicos mexicanos publicaron su foto. Lo investigó a fondo para confirmarlo y presentó sus resultados a Sánchez Salazar.

Mientras tanto la operación para el rescate tomaba nuevos rumbos. Para junio de 1944 la embajada envió un nuevo despacho a Moscú en el que se detallaban los nuevos planes.

”Para el Proyecto Gnomo usaremos de manera activa en la bodega principal». La huida, se indicó, se efectuarí­a durante el traslado. Se rescatarí­a a Gnomo y se subirí­a a otro auto para llevarlo a un lugar seguro antes de sacarlo del paí­s.

El nuevo plan requerí­a más recursos. Por ello se solicitó a Moscú otra fuerte suma: 8 mil 248 dólares, equivalentes a 40 mil pesos, que se le entregaron a Oribe Alba para que los ingresara a un banco. Sin embargo, Lombardo Toledano le prohibió que tomara el dinero, ya que ”una suma así­ atraerí­a de inmediato la atención hacia Oribe».

Durante varios meses la operación se estancó debido a desacuerdos entre los dirigentes, pues llegaron al paí­s nuevos operadores. Un largo despacho a Moscú, enviado en de junio de 1944, contó los detalles:

”Desde nuestra llegada el proyecto ha estado dirigido de modo más enérgico, Juan (Godoy Gaytán) se dio cuenta de que no podí­a continuar en su papel de lí­der y que podí­a perder una fácil fuente de ingresos. Estos hechos finalmente exhiben a Juan como un aventurero y un pillo.»

Al ver perdido su liderazgo, Godoy Gaytán buscó sacar el máximo provecho de su posición y solicitó mucho dinero. Exigió mil 700 pesos para la reparación de un barco que trasladarí­a a Ramón Mercader de Veracruz a Cuba.

Los nuevos jefes de la operación le ordenaron ir a Veracruz para confirmar que el barco estaba ahí­. Juan alegó que la embarcación fue ”enviada a Honduras para ser acondicionada, lo que es pura invención toda vez que serí­a más fácil hacerlo en Veracruz».

También solicitó 7 mil 500 pesos para sobornar a dos celadores que ayudarí­an en la fuga. Se le negaron diciendo que era mucho dinero para un empleado que ganaba 150 pesos al mes. ”Juan bajó entonces la suma a 3 mil 500 y cuando nos negamos también, la bajó hasta mil 500″.

Anteriormente ya le habí­an entregado ”varios miles de pesos» para la adquisición de un segundo transporte de carga. Además recibió 2 mil 500 pesos para arreglar documentos, cosa que nunca hizo.

”Trata de impedir que el Proyecto Gnomo salga de su control. Tenemos pues que determinar con exactitud cuáles son sus motivos», se indicaba en el reporte de la embajada. Los operadores soviéticos también lo acusaban de relacionarse con los trotskistas y argumentaban que por este motivo debí­an sacarlo de sus planes.

Para marzo de 1945 los proyectos seguí­an estancados y a las disputas anteriores se sumaba las indiscreciones de Caridad Mercader, identificada como Klava en los textos desclasificados de Venona.

”Tendremos también que pensar en la seguridad de ella, lo que complica nuestra labor. En lo sucesivo, considere que la presencia de Klava en la Campií±a complica grandemente el Proyecto Gnomo… que sólo podrá lograrse manteniendo todo el cuidado, un secreto absoluto», precisaba otro mensaje enviado a Moscú.

Para esas fechas ya estaba en curso otro evento que echó a pique el rescate: los cientí­ficos del Proyecto Manhattan entregaban los secretos sobre la bomba atómica a los soviéticos y se requirió que Eitingon y sus redes se convirtieran en espí­as ”atómicos», olvidándose de la Operación Gnomo.

A Ramón Mercader no le quedó otra opción que concluir su condena y en 1960 quedó en libertad. Al salir se trasladó a la URSS, en donde no se le dio una frí­a acogida. A mediados de los setenta viajó a Cuba para desempeí±arse como asesor de Fidel Castro en asuntos internacionales. Murió en la isla en 1978. Sus restos descansan en un panteón de Moscú.

Graciela Machuca

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