El cuidado de las trabajadoras domésticas

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Acaba de ser publicado en el Boletí­n del Observatorio de la Maternidad, el artí­culo Trabajadoras domésticas: ¿cómo cuidamos a quienes proporcionan cuidados? escrito por Carina Lupica, en el que se reflexiona sobre el rol en nuestra sociedad de las trabajadoras de casas de casas particulares y su desprotección formal. Adelantamos la introducción y a continuación la posibilidad de descargar el texto.

COMUNICAR IGUALDAD- El trabajo doméstico se refiere al cuidado del hogar, lo que implica la realización de diversas actividades ad hoc: limpieza, arreglo, cocina, lavado y planchado de ropa, pero también, en muchos casos, un conjunto de tareas cotidianas en pos del cuidado fí­sico, intelectual y emocional de los miembros del grupo familiar. Todas estas labores, imprescindibles para la vida de las personas y la reproducción social, han sido tradicionalmente reconocidas como funciones propias de la condición femenina.

Sin embargo, los cambios demográficos y sociales acontecidos en las últimas décadas instalan el tema del trabajo del cuidado como una cuestión social relevante para el desarrollo humano, que trasciende el ámbito familiar y femenino. Basta seí±alar que la creciente participación de las mujeres en el mercado de trabajo y los cambios en la estructura familiar —por ejemplo, la mayor incidencia de hogares con dos proveedores económicos y la extensión de la jefatura de hogar femenina— han vuelto ineludible la institucionalización, externalización, e incluso la mercantilización de estas tareas.

En tal contexto, las trabajadoras domésticas cumplen un rol fundamental, ya que ante la insuficiencia de servicios públicos de cuidado y la debilidad de las polí­ticas públicas y privadas para promover las responsabilidades compartidas del cuidado entre los hombres y las mujeres al interior de las familias, y entre las familias, el Estado y el mercado en la sociedad, las mujeres de mayores niveles de ingresos acuden a la contratación del tiempo de otras mujeres para efectuar los quehaceres domésticos y de cuidado.

A partir de los aí±os setenta, nuevos hogares —aquellos con ingresos medios— se volvieron compradores de prestaciones domésticas a medida que sus mujeres obtení­an logros educacionales y se integraban el mercado de trabajo (Rodgers, J., 2009). Así­, la compra de servicios domésticos ha emancipado a las mujeres con educación y de sectores socioeconómicos favorecidos de sus tareas hogareí±as y de la ”doble jornada laboral» (es decir, la sumatoria entre trabajo doméstico y extradoméstico) y les ha proporcionado la posibilidad de aprovechar nuevas oportunidades en el mercado de trabajo remunerado y desarrollar una carrera profesional.

Pese al rol fundamental que desarrollan las trabajadoras domésticas en el cuidado de los miembros de las familias con mayores recursos, su alta contribución está lejos de ser reconocida y se realiza a expensas de postergar las propias necesidades de cuidado de los miembros de sus hogares.

Graciela Machuca

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