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El fotoperiodista morelense contestó su celular esa maí±ana: ”¡Con nosotros no se juega! ¡Estás muerto!», escuchó. De inmediato corrió al puesto de periódicos y constató que la foto del ejecutado que tomó un dí­a antes en un solar de Cuernavaca, por la que un desconocido lo interceptó y amenazó de muerte si se publicaba, estaba a plana entera en su diario.

El comunicador le reclamó a su editor, pues le habí­a pedido no difundirla. Renunció y aterrado, huyó en compaí±í­a de su familia al DF.

Tres meses después el reportero, que pide no revelar su identidad, sigue en la capital. Vive con un conocido. No encuentra trabajo, se pierde en la ciudad, no tiene dinero, su familia se desintegró, está deprimido y con miedo a ser descubierto. ”¡Ha sido horrible!», expresa entre lágrimas.

í‰l es uno de los 20 comunicadores de provincia que según Artí­culo 19 arribaron a la Ciudad de México en 2012 por razones de seguridad. Pero la cifra podrí­a ser mayor, de acuerdo al Oficial de Protección y Seguridad de la organización defensora de periodistas, Ricardo González: ”Siempre que vamos a los estados nos enteramos de casos de gente que salió en total anonimato, hay una cifra negra».

No hay registros del desplazamiento forzado del gremio entre estados. Pero organizaciones e instancias locales dan cuenta de que la capital se convierte en el refugio del exilio periodí­stico del paí­s. La mayorí­a de colegas huyó de Veracruz. También de Morelos, Sinaloa, Coahuila, Chihuahua, Durango, Tamaulipas, Estado de México, Guerrero, Zacatecas, Oaxaca.

Se trata de un fenómeno creciente y fluctuante a partir de 2010 que obligó a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) a implementar en 2012 acciones que no realizaba de gestión y apoyo sicológico en beneficio del gremio.

La encargada de la Relatorí­a para la Libertad de Expresión de la CDHDF, Laura Salas, resume así­ la demanda emergente: ”En 2010 recibimos 5 casos, en 2011 fueron 10, y en lo que va de 2012 hemos recibido a 15 periodistas o familiares de periodistas de Veracruz, más dos periodistas de Morelos y uno de Coahuila».

OLEADAS FORZADAS

Después del asesinato de cinco comunicadores en Veracruz entre mayo y junio de 2012, el miedo caló en el reportero de trato callado y mirada asertiva que pide el anonimato. í‰l nunca recibió amenazas o agresiones, pero por su pluma crí­tica y la violencia estatal contra colegas y sus cercanos temió por su vida y la de su familia. La sensación se le fue haciendo más insoportable. Un dí­a no aguantó más, y sin notificar a su editor, emigró apresuradamente a la Ciudad de México.

Ahora él y los suyos viven hacinados en una habitación de la casa de algún pariente en esta capital. Sobreviven gracias a algunos ahorros y del trabajo de corrección que él consiguió por tres meses.

Dos sentimientos se agitan en su interior: ”El miedo nunca me abandona, y siento culpa: ¿qué pasa con los compaí±eros y activistas que se quedaron allá y que siguen marchando en la plaza principal? ¿Qué pasa con quienes siguen posteando denuncias en las redes sociales a pesar de que saben que enfrentan riesgos?».

El colega forma parte de la tercera oleada de periodistas desplazados de Veracruz al Distrito Federal observada por Reporteros sin Fronteras de junio de 2011 a julio del 2012, tras los asesinatos de ocho comunicadores perpetrados en el estado en ese periodo.

Sobre la primera, ocurrida en el segundo semestre de 2011, la representante de Reporteros sin Fronteras en México, Balbina Flores, explica: ”La mayorí­a se regresaron en enero y febrero de 2012 a Veracruz porque las condiciones en el DF no les permitieron estar mucho tiempo».

Antes hubo otra salida masiva a la capital. Fue en 2010 y provino de Morelos. La cofundadora de la Red Reporteros de a Pie, Elia Baltazar, dice que una docena de periodistas dejó el estado tras sufrir agresiones y porque circuló una lista de amenazados. Luego pequeí±os grupos llegaron de la Comarca Lagunera y de Guerrero. Otros comunicadores de variados estados migraron por su cuenta de forma individual.

”Del caso de Morelos primero hubo arropo colectivo por parte de las organizaciones, pero después vino la parte complicada: dejas tu vida, tu casa, tu trabajo ¿qué sigue? Ya no hubo seguimiento de qué pasó con ellos», precisa.

LA PESADILLA

Este 10 de septiembre el caricaturista Rafael Pineda Rapé cumple un aí±o de abandonar Jalapa para refugiarse en la Ciudad de México. Lo hizo porque tras darle posada a un corresponsal que sufrió un intento de secuestro recibió una amenaza escrita en el parabrisas de su auto: ”Calladito». La leyó con pavor y no quiso averiguar más. Sin empacar nada, manejó cuatro horas hasta la metrópoli.

El exilio capitalino para el monero conocido por su mordacidad contra el gobierno de Veracruz, es un infierno: ”Es una depresión total y absoluta», dice. ”Tengo afectos muy importantes allá que no puedo ver tan seguido como antes y eso me da en la madre».

Lo peor para el colaborador de la revista ”El Chamuco» es cuando arriba la noche: ”Lo más significativo es el insomnio, pues duermo tres o cuatro horas máximo».

Graciela Machuca

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