Beethoven hace ver la discapacidad no como deficiencia, sino como diferencia

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Las últimas obras del compositor quizás manifiestan su genio absoluto gracias a la sordera, dijo

El médico e investigador Adolfo Martí­nez Palomo, en El Colegio Nacional, donde disertó alrededor de los trastornos del ritmo cardiaco y la sordera progresiva de Ludwig van BeethovenFoto Guillermo Sologuren
Ana Mónica Rodrí­guez

Los trastornos del ritmo cardiaco y la sordera progresiva padecidos por Ludwig van Beethoven (1770-1827) influyeron e inspiraron al compositor.

Así­ lo explicó el médico Adolfo Martí­nez Palomo en la conferencia-concierto El electrocardiograma de Beethoven, inscrita en el ciclo Música y medicina, efectuada la noche del jueves en El Colegio Nacional como parte del Festival del Centro Histórico.

Desde el siglo XIX, dijo el ponente, la música del genio de Bonn se ha dividido en tres periodos creativos en los que se observa alguna relación con la sordera.

En biografí­as, prosiguió Martí­nez Palomo, se describe una etapa exuberante del compositor a sus 30 aí±os y no tení­a problema de audición; después, entre los 30 y 45 aí±os, ya existí­an sí­ntomas manifiestos de que el músico trataba de sobreponerse a la sordera y, finalmente, un periodo creativo que va de los 45 aí±os hasta su muerte que coincide con la pérdida completa del sentido del oí­do.

Entre los 36 y 41 aí±os, Bee-thoven entró en fase de depresión relacionada con el convencimiento gradual de la pérdida irreparable de la audición y un aí±o después escribió a sus hermanos una supuesta carta conocida como testamento Heiligenstandt.

En ese amplio texto, el compositor explica a sus dos hermanos: ”Fui afectado por una enfermedad incurable tratada por doctores torpes, engaí±ado cada aí±o con la esperanza de abreviarme y obligado finalmente a aceptarla como una calamidad permanente.

”La experiencia doblemente miserable de mi mala audición: es no poder decir a la gente hablen más fuerte, griten, estoy sordo’. ¿Cómo podrí­a confesar mi imperfección en el sentido que debí­a ser en mí­ el más perfecto, un sentido que tuve alguna vez con la mayor perfección, sin duda, a un grado que pocos en mi profesión tienen o han tenido nunca? Debo vivir solo como alguien que ha sido excluido, porque si me acerco a un grupo de personas me asalta la ansiedad y el temor de que mi defecto se haga evidente.»

Martí­nez Palomo seí±aló que se ha dado por supuesto que el testamento de Heiligenstandt es la contrapartida literaria de la Sinfoní­a Heroica. Esta obra se ha interpretado como la representación del artista como héroe golpeado por la sordera, retraí­do del mundo, conquistando sus impulsos de suicidio y luchando contra el destino.

Además, junto con la sordera, Beethoven sufrí­a al escuchar ruidos —lo que sucede en las personas que empiezan a padecer esta enfermedad—, mismos que en ocasiones le impedí­an concentrarse. Se ha sugerido, aí±adió el investigador, que ciertos acordes estridentes y reiterados en el inicio de la Sinfoní­a Heroica están relacionados con esos ruidos.

También ejemplificó con la Sonata no. 81 y el Cuarteto para cuerdas en si bemol mayor opus 130 la forma en que Beethoven plasmó sus arritmias cardiacas en notas musicales.

La vida y la obra del compositor, dijo Martí­nez Palomo, son un poderoso ejemplo de la superación de una discapacidad severa y, es posible, que Beethoven llegue a facilitar la compresión de la discapacidad no como una deficiencia, sino como una diferencia. En este sentido, las últimas composiciones pueden interpretarse tal vez como manifestaciones de su genio absoluto, escritas muy a pesar de su sordera, sino tal vez gracias a ella.

En la conferencia-concierto participó la pianista Farizat Tchibirova, quien ejecutó fragmentos de las obras del Cuarteto para cuerdas y de la Sonata No. 26 en mi bemol mayor Los Adioses, con las cuales Martí­nez Palomo ejemplificó la concordancia entre obra y enfermedad.

jornada.unam.mx

Graciela Machuca

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