Eduardo Galeano: «No creo en la literatura polí­tica nacida de la razón»

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La trayectoria de Eduardo Galeano (1940), uruguayo, narrador y periodista, ha seguido un curso ascendente desde su comienzo. Puede situársele entre los más destacados escritores jóvenes de la América Latina de hoy. Es posible que su libro Las venas abiertas de América Latina sea el más difundido y conocido, pero está también La canción de nosotros (Premio Casa de las Américas, en Cuba), Vagamundo y, últimamente, Dí­as y noches de amor y de guerra libro que en dos meses ha conocido dos ediciones sucesivas en Espaí±a y que ha obtenido otro premio de Casa de las Américas este aí±o.

Pregunta. Su obra puede compararse -por lo que lleva escrito- a una especie de fresco o mural latinoamericano. ¿Por qué la realidad está metida en su obra y por qué su obra está metida hasta la última palabra en esa realidad?Respuesta. No sé. Sé que esto no ocurre a partir de un esfuerzo de la voluntad. Yo nunca me propuse que fuera así­. Uno escribe como quien transpira o, mejor dicho como quien conversa. ¿Y de qué conversa uno, cuando de verdad se comunica con los demás? Pues de las cosas que a uno le duelen o le dan alegrí­a, de las melodí­as que uno siente suyas y reconoce en otros, de las diabluras de esos hermanos mellizos llamados odio y amor que te habitan en el pecho. Yo no creo en una literatura polí­tica nacida de una decisión racional, como esa gente que se dice: hay que denunciar la injusticia, hay que anunciar la esperanza. Para mí­, la razón organiza impulsos y energí­as que vienen del fondo de las tripas: celebraciones, rabias de toro, gatillos de la realidad que te disparan luces al alma o te provocan ganas de vomitar.

P. ¿Podrí­a seí±alar la relación que hay entre Vagamundo y La canción de nosotros con Las venas abiertas de América Latina?

R. Yo escribí­ Las venas… tratando de entender por qué los latinoamericanos estamos tan jodidos. ¿Serí­a culpa de Dios o de los astros? El libro fue el resultado de una larga experiencia viva. Recorrí­ mucho camino, conversé con mucha gente. Y leí­ mucho. Libros apasionantes y libros horribles. Las venas… quiso reunir lo que otros dispersaron. La historia del ascenso de Europa y Estados Unidos es la misma historia de la humillación de América Latina.

Vagamundo fue, si querés, un subproducto de Las venas… La misma historia ocurriendo en anónimos personajes de carne y hueso. En La canción de nosotros creo que se abrieron posibilidades de profundizar un poco más, aunque me parece que en ese libro me quedé a mitad de camino.

P. Las venas… es seguramente su libro más difundido y leí­do. ¿Qué capí­tulo de la nueva historia agregarí­a ahora, aunque sea hipotéticamente, a ese libro?

R. Hipotéticamente, no. Escribí­ un texto de actualización en la primavera pasada. En estos aí±os el engranaje internacional ha continuado funcionando: los paises al servicio de las mercancí­as, los hombres al servicio de las cosas. El texto se incorpora como epí­logo, creo, a las ediciones nuevas del libro. Cada vez me convenzo más de que no existe riqueza que sea inocente. Estos aí±os han resultado muy duros para América Latina. Se han multiplicado los dictadores, los inquisidores, los espí­as y los mendigos.

P. Su obra participa, en gran medida, del testimonio. Ahora bien, hay quienes niegan la participación de la «imaginación» en simbiosis con el testimonio. ¿Estos elementos se invalidan o se fusionan?

R. ¡Que me demuestren obras más surrealistas que las noticias de los diarios! Hace poco leí­, en la prensa inglesa, una noticia tí­pica. Un dirigente campesino de El Salvador, Reynaldo Cruz, creo que se llama, habí­a desaparecido hace un aí±o. En América Latina, las desapariciones se han hecho rutinarias. Pero este Reynaldo Cruz apareció. Está ahora refugiado en la embajada de Venezuela en San Salvador y ha contado su historia. Después de torturarlo lo habí­an archivado en una celda llena de ratas y tan chiquita que no podí­a pararse. Le daban de comer un par de veces por semana y quedó tan flaco que se escapó por entre los barrotes de la prisión. El pobre hombre está pesando 32 kilos. Se podrí­an citar miles de ejemplos… Hace poquito, en Panamá, me contaron la historia de un candidato a diputado que durante la campaí±a electoral donó un techo de zinc a una escuela rural. Como no salió elegido, lo mando retirar. ¿No es un cuento de Garcí­a Márquez? ¿Y cuando en las elecciones brasileí±as la gente votaba por un hipopótamo llamado Cacareco, del zoológico de San Pablo? No hay nada más surrealista que la realidad…

P. ¿Cómo fue naciendo Dí­as y noches de amor y de guerra, su último libro?

R. En él cuento muchas cosas que ocurrieron, allá por 1976, cuando se cerraba Crisis, la revista que yo dirigí­a en Buenos Aires, la época de las amenazas, cuando varios compaí±eros de redacción habí­an «desaparecido» y otros estaban ya en el exilio o presos. Y de otros tiempos, también: el libro es como un reportaje a la propia memoria. Todo lo que allí­ se cuenta, ocurrió, desde la infancia en Uruguay hasta este segundo exilio que me trajo a Espaí±a. Escribí­ el libro porque necesité poner en orden el alma y los papeles; y también para contar las cosas tal como la memoria las habí­a guardado, porque la memoria cambia junto con uno, a medida que vas viviendo, y entonces fue como plantar unos árboles en las arenas de la memoria, antes de que las arrastraran las ventoleras de la duda y el olvido.

FUENTE: EL PAíS

Graciela Machuca

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