Lo mismo entonces que ahora

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Tres veces se me ha negado la entrada en un paí­s. Comenzó la República Democrática Alemana, RDA en abreviatura, por orden del Ministro de Seguridad del Estado, llamado Mielke. Y fue él quien, aí±os más tarde, retiró la prohibición, aunque ordenando una vigilancia reforzada de los viajes previstos de una persona clasificada como ”elemento subversivo».

Cuando mi mujer y yo, en 1986, pasamos varios meses en Calcuta, la capital de la Bengala occidental, se nos negó la entrada en Birmania como ”indeseados». En ambos casos se siguió la práctica habitual en las dictaduras.

Ahora es el Ministro del Interior de una democracia, el Estado de Israel, quien me ha sancionado negándome la entrada, y su justificación para la medida coercitiva impuesta recuerda —por su tono— el veredicto del ministro Mielke. Sin embargo, no podrá impedirme conservar mis vivos recuerdos de varios viajes a Israel. Todaví­a tengo presente el silencio del desierto judaico. Todaví­a me veo irremisiblemente unido a la tierra de Israel. Todaví­a me encuentro hablando con Erwin Lichtenstein, el último sí­ndico de la comunidad judí­a de Danzig, mi ciudad natal. Y todaví­a guardo en mis oí­dos las interminables discusiones con amigos. Disputaban (después de una guerra victoriosa) sobre el futuro de su paí­s como potencia ocupante pero estaban también llenos de una inquietud que, cuarenta aí±os más tarde, se han convertido en un peligro amenazador.

No existe ya la RDA. Pero, como potencia nuclear de dimensión incontrolada, el gobierno de Israel se considera autolegitimado y, hasta ahora, inasequible a toda admonición… Solo Birmania permite que germine una pequeí±a esperanza.

Traducción de Miguel Sáenz

FUENTE: EL PAíS

Graciela Machuca

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