Jorge Cruz Escalante.

Con la entrada en vigor de los lineamientos generales para el expendio o distribución de alimentos y bebidas en los establecimientos de consumo escolar de los planteles de educación básica, comienza una lucha sin cuartel contra la comida chatarra.

Serí­a incongruente pensar que este esfuerzo es exclusi- vo de las autoridades educativas y de salud. Los buenos hábitos alimenticios deben comenzar desde el hogar, con la guí­a indispensable de los padres de familia. De otro modo, cualquier intento quedará inconcluso.

No es posible que los resultados de esta estrategia federal contra la obesidad y el sobrepeso se vean ensegui- da, se trata de un proceso largo y tortuoso en el que están involucradas las tiendas escolares, las marcas comerciales de comida chatarra, los directivos de las escuelas y los padres de familia.

Nuestro Estado ocupa el nada honroso primer lugar en sobrepeso y obesidad entre su pobla- ción infantil, siete de cada 10 nií±os sufren de ese problema, que entre otras cosas provoca bajo rendimien- to escolar, baja autoestima y sobre todo, propicia otras en- fermedades más serias como la hipertensión y la diabetes.

El asunto va más allá: de continuar la tendencia nacional hacia el sobrepeso y la obesidad, el sistema de salud podrí­a colapsarse, al tener que atender a millones de personas aquejadas por enfermedades derivadas de esos dos padecimientos.

La industria de la comida chatarra en México, obtie- ne ingresos anuales que rondan los 40 mil millones de pesos, de tal modo que pareciera una guerra perdida la estrategia contra la obesidad y el sobrepeso. Sin embar- go, algo quedará de positivo si comenzamos a cambiar nuestros hábitos alimenticios desde la infancia.

Estamos en el punto de ruptura entre la posibilidad de hacer algo para revertir esa tendencia negativa que daí±a seriamente a millones de mexicanos, o nos queda- mos pasivos viendo cómo nuestra sociedad se enferma cada vez más.

Los padres de familia son la parte más importante de este esfuerzo, si colaboran de manera decidida, podrán ayudar a que sus hijos crezcan sanos tanto fí­sica como in- telectualmente, porque de nada servirá que en las escuelas se prohí­ba la venta de comida chatarra, si en los hogares no se toman medidas contra esa costumbre perniciosa.

Graciela Machuca

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