Mujeres se sienten protegidas por su agresor en Q. Roo

0

sipse.com

La mujer que vive violencia no se percata que está en esa situación, es un punto ciego y se defiende con la negación del problema, no lo asumen como un conflicto; pese a las circunstancias que vive se considera protegida, pues el agresor se encarga de construir inseguridad y vulnerabilidad a la ví­ctima, y hacerle creer que si sale no podrá hacer nada.

Sólo se dará cuenta y buscará ayuda cuando una conducta del agresor azote su estructura psí­quica de dependencia y le haga sentir que puede tener una opción; es inconsciente, no hay un patrón especí­fico para decir en qué momento la mujer cambiará de opinión, y entonces podrá empezar con el proceso de empoderamiento para salir de la violencia.

Sandybel Robaldino Aguilar, psicóloga y ex directora de la Uneme-Cisame (Unidad de Especialidades Médicas-Centro Integral de Salud Mental), explicó que la problemática parte de la individualidad y del núcleo familiar, la persona se engancha con lo que creció al identificar en otra persona esos factores; se involucra emocionalmente en una relación de poder, de desequilibrio, donde se ejerce control, psicológicamente se llama mecanismo de identificación.

La persona receptora de violencia puede pasar por varios eventos en que esté expuesta su vida, sin tomar la decisión de abandonar esa situación, porque hay una ambivalencia psicológica, asume que si sale encontrará la muerte porque el victimario construye definiciones de dependencia para conseguir tener a la mujer dentro de ese ciclo.

Varios son los perí­odos o intentos que la persona agredida realiza para salirse de la violencia, porque hay intervalos denominados ”luna de miel», porque es donde todo transcurre perfecto, hay promesas de cambiar, de no repetir; sin embargo, es en este perí­odo el punto más álgido de la problemática y en la que se tiene que cuidar, porque viene la fase de explosión y se activan las conductas negativas y de daí±o.

Por ello es importante trabajar en un proceso llamado empoderamiento, es la llave para que la ví­ctima salga de ese ciclo de violencia, pareciera algo utópico, pero puede trabajarse en la individualidad con acciones de la vida cotidiana.

Los médicos son los primeros en posibilidad de detectar, para ello hay procedimientos especí­ficos y una norma oficial de atención para mujeres ví­ctimas de violencia familiar, sexual.

El siguiente paso es la vinculación a la atención legal y psicológica, o la propia persona agredida decide salir adelante tras haber tocado fondo, entonces busca ayuda con un psicólogo o abogado.

El empoderamiento se trabaja facultando a la ví­ctima a tomar decisiones, desde cómo vestirse, qué comer, es decir, primero su individualidad. Pero salir de ello le cuesta a la ví­ctima lágrimas, es un dolor emocional interno que sólo sanará con un perí­odo a largo plazo, porque se hace un trabajo con la ví­ctima y la familia para reconstruir los daí±os emocionales, de no ser así­, es cuando se producen las recaí­das.

Posteriormente viene la relación con sus hijos, reivindicar esa mala relación de gritos o malas palabras y decidir cambiar, pedir las cosas por favor, hacer contacto visual.

Después de ello viene su reacción socialmente, cómo comportarse ante un piropo o comentario que pueda intimidarla o sentirse atemorizada, la mujer ya se mantiene estoica.

Estas son las ví­as para aterrizar y comprender el concepto de empoderamiento, hacer un análisis de su postura, cómo se siente hacia los demás y cómo desenvolverse.

Las pacientes que están en ese punto definen sentirse fí­sicamente más erguidas al caminar por las calles, ya no lo hacen con la vista hacia abajo; esto es un indicador de un avance terapéutico.

Sin embargo, aún en este proceso la ví­ctima corre el riesgo y está vulnerable de retroceder, y volver al ciclo de violencia y dependencia de su victimario.

El factor que más daí±a a la persona receptora de violencia es el miedo, pero un miedo a morir si se desprende de ese ciclo, o no saber qué hacer sola por la misma codependencia que tiene de su agresor.

La sobreviviente de la violencia puede creer que ya lo resolvió, y se confunde, tiene una visión borrosa, comienza a tener una apariencia más segura y decisiva, sin embargo, aún no está lista para vivir con la conducta modificada que reaprendió, sino más bien se trata de un mecanismo de defensa para sobrellevar su vida.

La psicóloga aseveró que el mayor riesgo que hay en los que vivieron violencia es el recaer, es decir, se puede repetir, pues aún quedan estructuras y condiciones psicológicas, secuelas que deben trabajarse en su memoria para fortalecer el empoderamiento.

Para salir de ello hay que trabajar con la conciencia para tomar en cuenta la primera seí±al que dé el agresor de pedir o hacer alusión de sufrimiento o necesidad, puesto que la violencia puede ejercerse con dependencia económica, afectiva o sexual, quien demanda la atención presiona, controla, manipula y hace sentir mal a quien no dio la atención. Si se quiere compartir la vida con esa persona hay que hacer uso del razonamiento y dejar en claro que no va a obtener eso.

”El ejercicio de poder y el desequilibrio hace que una persona pueda encontrar otra figura afectiva emotiva que nuevamente aporte esas caracterí­sticas -en psicologí­a son llamadas huellas némicas, memorias que están en el sistema nervioso que no tienen nombre, pero están ubicadas en la conciencia-, por lo que nuevamente se enganchará aún por encima del trabajo de empoderamiento que se haya hecho.

La permisibilidad de esa situación de control o sometimiento por parte de la ví­ctima tiene que ver con la estructura psicológica de dependencia, inestabilidad emocional, de despersonalización respecto a su integridad y ven al agresor como alguien que tiene poder, a quien se admira y respeta, por lo que no pueden ir más allá de esa persona, porque es el que controla y tiene la razón.

Esto sucede porque quien recibe violencia está en una situación de vulnerabilidad e incapacidad de distinguir, sólo cuando algo ya no encaja es que se percata del ciclo de violencia que vive, pues la persona se rige por impulsos en el inconsciente.

Además de la asociación con el núcleo familiar, Robaldino Aguilar apuntó que la violencia se relaciona a los factores histórico sociales y con el desarrollo de las clases sociales, la organización de los grupos como la horda y el clan cuando la mujer se debí­a doblegar y denigrar, por lo que se considera como una conducta aprendida del núcleo familiar donde hubo dominancia de la figura masculina, lo cual tiene que ver con cómo se relaciona el género femenino con su familia y cómo se conduce en lo académico y lo laboral.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *