El cielo se desploma y el cartujo quisiera volver realidad los versos de Borges: ”La lluvia es una cosa/ Que sucede en el pasado». No es así­. La tormenta lo empapa en el presente, pero no enfrí­a su voluntad de asomarse a un mundo extraí±o, de confrontación y violencia, de un erotismo en el cual se alternan la sumisión y el poder.
El estudio del pintor y escritor Guillermo Arreola (un departamento en la colonia Roma de la Ciudad de México) es el escenario donde transcurre la historia de Drenaje de un paisaje, protagonizada por Brenda Marsella (Ella) y Michele Ferrer (La intrusa), bajo la dirección de José Alberto Gallardo. Son dos mujeres en la hoguera de la incertidumbre, de la insatisfacción, de la constante frustración al no lograr sus encomiendas o anhelos. Poco a poco se acercan a la derrota definitiva, pero no lo saben.
En medio de cuadros y fotografí­as, de pinceles y botes de pinturas, los espectadores atestiguan su derrumbe, sus gritos y silencios. Tal vez se asustan al asomarse al interior de Ella o al descubrir la fragilidad de La intrusa, fotógrafa imperativa con la misión de revelar, a través de sus imágenes, la verdadera naturaleza de Ella, su modelo falazmente sumisa.
En un rincón, mojado hasta los huesos, el trapense olvida la odisea de cruzar la ciudad en una noche de lluvia, se olvida por un momento de las marchas de los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, de los tropiezos y el cinismo de los polí­ticos mexicanos, del incesante terror en gran parte del paí­s, de la galopante carestí­a, de su perenne ayuno. Se concentra en la obra escrita por Gallardo y producida por Arreola, con la iluminación y multimedia de Josafat Aguilar.
Afuera, la realidad apabulla; dentro, los sobresaltos son otros. Ocurren en la conciencia. ¿Quién soy?, se pregunta el monje al observar la desesperación de Ella por conocerse, el fracaso de La intrusa al pretender desvelarla. No quiere saberlo, le da miedo.
La idea de presentar obras de teatro en casas o departamentos no es nueva, tiene una larga tradición. En México y otros paí­ses se ha recuperado para subrayar un carácter independiente, alternativo, alejado de los circuitos comerciales o institucionales. En internet es posible leer, por ejemplo, la experiencia de la compaí±í­a colombiana Trasto Teatro, con una cabal declaración de principios: ”No soí±amos —dicen sus integrantes— con llenar grandes salas; queremos que el público esté tan cerca que pueda mirarnos a los ojos». Y más adelante seí±alan: ”Nuestro teatro nace de la decepción. Nos sentimos decepcionados ante el mundo, incapaz de ofrecer más que ruido y vací­o. Nos sentimos decepcionados ante el arte, que ha olvidado su impulso transgresor. Y ante el artista que ha perdido la fe en el oficio».
En Drenaje de un paisaje se puede mirar a las actrices a los ojos; compartir con ellas la entrega y pasión por el teatro, el espí­ritu contestatario.
Queridos cinco lectores, mientras se prepara para escuchar El Informe, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Seí±or esté con ustedes. Amén.

Graciela Machuca

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