Contra los mitos de Cervantes

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Ese rostro de Miguel de Cervantes Saavedra que todo el mundo tiene en la cabeza y que recuerda al Caballero de la mano en el pecho, de El Greco, no es él. O era él, pero en la fantasí­a que hizo realidad el pintor sevillano Juan de Jáuregui. Ya se sabí­a, pero es una de las pistas falsas más populares e inmortales que vuelve a desmontar Jorge Garcí­a López en su biografí­a Cervantes. La figura en el tapiz(Pasado & Presente).

Y tras ese retrato idealizado, la confirmación de otras falsedades: Cervantes (1547-1616) no fue un hombre ni tan heroico, ni tan desdichado, ni con tan mala suerte, ni gran intelectual, como ha trascendido, pero tampoco fue un ingenio lego.

En cambio, fue alegre, cí­nico, meditativo, metódico, con carácter, y con una gran autoestima. Se sabí­a buen escritor, todo el dí­a estaba pensando en sus historias en continua reescritura. Aunque al final no fue lo que soí±ó ser y llegó y quedó con algunas espinitas: no haber sido considerado un gran poeta y no haber podido seguir su carrera como dramaturgo.

La literatua de Cervantes responde a los retos del humanismo finisecular del Quinientos, más conectados con el cinismo, el escepticismo y la revolución cientí­fica, que con el de Erasmo»

Cervantes. La figura en el tapiz es uno de los primeros libros sobre la vida y la creación del autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha que se esperan en este aí±o cervantino 2015-2016, que conmemora el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de su obra maestra (noviembre de 1615) y de su muerte (1616). El volumen es un compendio de los últimos estudios y hallazgos de un personaje del que aún hay pocos datos. Sin embargo, Garcí­a López los aprovecha para ayudar a comprender mejor su obra y sus conexiones con la realidad de su vida personal e histórica entre los siglos XVI y XVII. La literatua de Cervantes, explica Garcí­a López, ”responde a los retos del humanismo finisecular del Quinientos, más conectados con el cinismo, el escepticismo y la revolución cientí­fica, que con el de Erasmo».

Como tantos genios de las artes, su vida está espolvoreada de brillos mitológicos y legendarios, de voces que han querido exaltar su creación y ofrecerla como resultado de una existencia que no se corresponde con la gloria que les esperaba. Uno de los principales pecados alentados por el cervantismo clásico, afirma el profesor de Literatura espaí±ola e hispanoamericana de la Universidad de Girona, ”es haber aislado al Quijote de su contexto histórico e incluso analizarlo con los ojos de cada presente que lo revisaba y acomodarlo a esa mirada». Lamenta que otros biógrafos y expertos hayan mirado a Cervantes casi ”como a un extraterrestre. Hay que verlo con las corrientes intelectuales de su tiempo, donde aparecen novedades como el escepticismo o el descubrimiento del helenismo».

La principal aportación de esta biografí­a, según su autor, es esa perspectiva bifronte del libro que enmarca su obra con los datos conocidos de su vida, es decir su vivencia cotidiana y de la época: ”Tení­a un salario digno y su matrimonio con Catalina Salazar y Palacios, que era mucho menor que él, es bastante normal para la época. Lo enmarco en la cotidianidad de tal manera que, por ejemplo en su testamento ella le deja su ajuar privado por el mucho amor que nos hemos tenido’, dice. Eso desmonta la idea de que Cervantes se separa y va a Andalucí­a por exigencias profesionales».

Por cuestiones personales y laborales debe abandonar el teatro al ser nombrado funcionario real como Comisario del Rey, entre los aí±os 1587 y 1601. Son sus aí±os andaluces, es entonces cuando escribe más prosa, más relatos, y empieza a explorar, como los autores de la época, otras corrientes literarias

Dentro de ese panorama de comprensión histórica, Garcí­a López recuerda la realidad que pudo haber empujado a Cervantes a dejar el teatro y dedicarse a la prosa hasta dar con El Quijote. Es una confluencia de varios factores. ”Por cuestiones personales y laborales debe abandonar el teatro al ser nombrado funcionario real como Comisario del Rey, entre los aí±os 1587 y 1601. Son sus aí±os andaluces, es entonces cuando escribe más prosa, más relatos, y empieza a explorar, como los autores de la época, otras corrientes literarias. Se fija en los géneros de moda pero poco frecuentados. Busca singularizarse. Hasta que descubre la nouvelle que se impone en Italia y Francia». La conjunción de su nueva vida, la realidad creativa, los vientos renovadores del pensamiento universal y el cambio de siglo con un mundo donde libreros y editores descubren el mercado y la nueva sensibilidad con que quieren llegar a los lectores, que ya tienen temáticas preferidas, como lo truculento y escatológico, desembocará en El Quijote.

Parece que recibe el encargo de un libro acorde a lo que se vendí­a a principios del siglo XVII, asegura el biógrafo. ”La pregunta es: ¿por qué Alonso Quijano? Tal vez la respuesta es que le permití­a criticar el humanismo decadente del siglo XVI y se pone de manifiesto a través de un seí±or que enloquece tras la lectura de novelas de caballerí­a con quien explora el lado cómico y hace un muestrario de metaliteratura y reescribe algunos de sus relatos».

Pero detrás de la creación del Quijote, tanto en su primera y segunda parte, hay dos momentos históricos, dos personas y dos libros que espolean o sirven de impulso de búsqueda literaria a Cervantes. Lo llevan a mirar alrededor, revisar su idea y enriquecerla de manera genial. Para la primera parte pudo haber sido Mateo Alemán y su Guzmán de Alfarache, éxito de ventas en 1599, ”truculento y lleno de perfiles escatológicos: crea y confiere identidad a una nueva sensibilidad. Con anterioridad solo los libros de caballerí­as, las hijas de Celestina y quizá la Diana funcionaban, descubren el mercado y un nuevo lector», dice Garcí­a López. Para la segunda parte esa función la cumple el llamado Quijote de Avellaneda que sale en otoí±o de 1614, con lo cual Cervantes, que ya tení­a avanzada la novela, decide hacer cambios importantes que potencian su obra maestra.

Debe permitirnos sortear tópicos casi inmortales sobre Cervantes o planteamientos simplistas y prejuicios aí±ejos, juicios poco equilibrados, perspectivas sentimentales o falsamente modernas, atrevidas y rupturistas

Cuatrocientos aí±os después,Miguel de Cervantes Saavedra sigue esquivo, rodeado de enigmas. Uno se sitúa en sus aí±os juveniles de los que poco se sabe. De su presencia en la batalla de Lepanto (1571), donde un trozo de plomo afectó los nervios de su mano izquierda y la dejó inutilizada; y de su cautiverio en Argel, al que sobrevivió después de cinco aí±os, asoman momentos heroicos.

Maestrí­a en su creación y sombra en su vida que, según Garcí­a López, ”debe permitirnos sortear tópicos casi inmortales sobre Cervantes o planteamientos simplistas y prejuicios aí±ejos, juicios poco equilibrados, perspectivas sentimentales o falsamente modernas, atrevidas y rupturistas».

Ahí­ está un hombre que conocí­a sus limitaciones y sus virtudes, e incluso sabí­a que solo reyes, nobles y figuras destacadas eran retratadas por grandes pintores y que él no serí­a uno de ellos, ”de ahí­ que se cachondee de esos retratos de la época y por eso pudo haber dejado una descripción de cómo era él como una ironí­a recóndita». Esa voz, dejada en Novelas ejemplares, es de lo más ní­tido suyo y condensa parte de lo que es y representa, desde un territorio real situado entre la tierra y la imaginación, donde se deja entrever: ”Este que veis aquí­, de rostro aguileí±o, de cabello castaí±o, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz…»

FUENTE: EL PAíŒS

Graciela Machuca

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