Las mujeres rurales, el sector más olvidado en México 

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Graciela Machuca Martínez/Radio 

El pasado 15 de octubre se conmemoró el Día Internacional de las Mujeres Rurales, instituido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con la finalidad de conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres rurales, como un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición. 

De acuerdo a cifras de este organismo multilateral, las mujeres rurales, que representan una cuarta parte de la población mundial, trabajan como agricultoras, asalariadas y empresarias. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus poblaciones y ayudan a preparar a sus comunidades frente al cambio climático. 

ONU Mujeres reconoce que las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento.

Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Mundialmente, con pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que las campesinas se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo y que las mujeres urbanas. 

Al escuchar estas líneas en torno al Día Mundial de las Mujeres Rurales, tal parece que estamos reseñando la vida cotidiana de las mujeres de las zonas rurales de la Península de Yucatán, donde no hay diferencia del abandono, la marginación y desigualdad con que son tratadas las de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, a pesar de su ardua labor en el suministro de alimentos y servicios en zonas menos desarrolladas.  

En Quintana Roo las mujeres indígenas mayas, así como de otros pueblos indígenas del país que han llegado a la entidad sobreviven a la pobreza, al desinterés institucional y a las prácticas machistas que se siguen reproduciendo en la sociedad. 

El monolingüismo, poco o nulo acceso a la salud, falta de reconocimiento a su trabajo en el campo, en su hogar  y en las tareas de cuidado, incluso, en muchas comunidades se les sigue negando su derecho a poseer una parcela, a pesar que ellas trabajan la tierra cuando los hombres emigran a otras ciudades del país o del extranjero. 

La discriminación que vivimos hoy en contra de las mujeres mayas, tanto en las zonas rurales como en las zonas urbanas, sigue siendo la misma que a mediados del Siglo XX, a tal grado que solo por ser mayas se les ofrecen trabajos domésticos o de limpieza en hoteles y otras áreas de la industria turística de la entidad sin tomar en cuenta su potencial. 

La falta de oportunidades es un hecho, en las comunidades mayas podemos ver como a las mujeres se les sigue relegando a los quehaceres domésticos, pero, además tienen que trabajar en la milpa, sin que se les remunere su actividad, cuando la cosecha es vendida y quien administra las ganancias es el jefe de familia.

Las mujeres rurales de Quintana Roo se enfrentan al olvido institucional cuando pasan largos periodos de su vida sin tener una consulta médica, de allí que cuando padecen una enfermedad graves, se les detecta en etapas terminales. 

Al recorrer las comunidades mayas vemos a las mujeres como cuidadoras de las personas de la tercera edad, de niñas y niños, así como de aquellos integrantes de las familias con alguna discapacidad física o intelectual, de quienes tienen que cuidarlos de por vida, ya que ante la falta de información y servicios deficientes de salud la carga es interminable. 

Desde luego que la realidad de las mujeres rurales en Quintana Roo dista mucho del discurso del secretario y Agricultura y Desarrollo Rural del gobierno Federal, Víctor Villalos Arámbula, quien el pasado 15 de octubre, durante un discurso dijo las mujeres rurales son líderes de la transformación del camponacional y representan una de las mayores fortalezas para lograr el desarrollo del sector agropecuario, acuícola y pesquero, consolidar la seguridad alimentaria y combatir la pobreza en el medio rural, pero no habló del abandono en que se encuentran, de la discriminación, desigualdad y violencia de que son víctimas. 

Villalobos Arámbula señaló que en México alrededor de un millón de mujeres trabajan, directa e indirectamente, en la agricultura, la ganadería, la pesca y la forestaría, de un total de tres millones de trabajadores rurales, y 11.4 millones de hogares son encabezados por mujeres, el 16.2 por ciento de los cuales se ubica en zonas rurales.

Graciela Machuca

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